Adversario: Se dice de la persona que compite con otros que aspiran a un mismo objetivo. Del latín adversarĭus, un adversario es una persona contraria o enemiga.
El sábado pasado asistí, como acostumbro todos los años, al Preakness Stakes, segunda gema de la Triple Corona americana que se corre en el hipódromo de Pilmico, en Baltimore. La primera gema, el Derby de Kentucky se corrió hace 15 días en Louisville, Kentucky y la última se corre dentro de 3 semanas en el majestuoso hipódromo de Belmont Park, en Nueva York.
Así, por casi 150 años esta serie de carreras de caballos se ha vuelto una tradición en la hípica mundial. Compiten los mejores tresañeros del mundo. Generalmente son nacidos en los USA, aunque de vez en cuando viene un caballo japonés o un europeo a retarlos. Cañonero II, el campeón venezolano, al que por años creí era nativo del país del sátrapa de Maduro, nació en Carolina del Norte y ganó hace mucho tiempo (1971) las primeras dos gemas. Corriendo de atrás se impuso fácilmente en el Derby de Kentucky, ganó el Preakness y fracasó en el Belmont Stakes. Este ejemplar de pedigrí modesto solo costó 1,200 dólares pues estaba mal conformado. En la hípica, como en el amor y en la política, existen fieros adversarios.
Así pues, el sábado en Pilmico ganó War to Win, un hermoso ejemplar nacido en Kentucky, de magnífico pedigrí. Costó 150,000 dólares y debió haber ganado el Derby de Kentucky, pero fue estorbado y el chance se perdió. Así son las carreras de caballos. En el amor pasa algo parecido y en la política, ni se diga.
Desde el momento en que se abren las puertas del partidero todos los que compiten son adversarios. Legítimos. Cuando termina la carrera los adversarios dejan de serlo. ¡Hay un ganador!
En el amor, suele pasar lo mismo. Al comienzo de una relación puede haber otros adversarios, pero ya establecida, los rivales dejan de serlo y muchas veces los enemigos están dentro de la misma pareja. Celos, inseguridades, incompatibilidad, otra mujer, falta de dinero, mala relación sexual, o una revoltura de todo ello acaba con “el amor”, como cantaba el gran José José. Realmente el problema es por no saber cómo llevar y conservar una relación de pareja.
En la política no es muy distinto. Constantemente escucho al Presidente de México referirse a sus adversarios. ¿Cuáles? Si ya ganó la carrera y ya no va a competir otra vez por la presidencia… ¿O sí? Claro que no, la Constitución lo prohíbe.
Entonces, quedando claro que Andrés Manuel ya ganó la carrera, tal vez el presidente no tiene bien identificados a sus enemigos: ¡Acusa a los conservadores! Aquellos que por definición no quieren cambios y que todo siga igual. En mi percepción, la gran mayoría de los mexicanos queremos lo mismo. Instituciones que garanticen un Estado de Derecho impecable y como consecuencia se acabe la corrupción rampante producto de una impunidad grosera. Esos son los enemigos reales que entre todos —todos— tenemos que erradicar.
Por ello, demandamos que se reduzca a niveles tolerables la inseguridad, porque maleantes siempre habrá, dentro del pueblo bueno y sabio. Lo que no creo es que existen estos seres por las pocas oportunidades que los gobiernos neoliberales propiciaron. La verdadera razón es que las personas se dedican a delinquir porque no hay castigo. La impunidad es pura. Al que sorprenden robando, extorsionando o vendiendo droga arreglan el problema en menos de lo que canta un gallo y frecuentemente están asociados con policías, ministerios públicos y jueces; o en el caso del huachicol asociados con empleados de Pemex. Además, asegura don Andrés Manuel que los verdaderos jefes de la tan mentada “mafia del poder” estudiaron en Harvard y en Oxford. ¿O no? ¿No va a haber culpables, detenidos?
Entonces porqué el presidente insiste en crear tanto encono. Es claro que tiene bien medidos a sus “ex adversarios” y mi impresión es que no los toma en cuenta porque no tienen —por el momento— peso. Influencia. ¡No los escucha, lo cual debiera!
Andrés Manuel manda y nadie se lo puede impedir. Sólo cuando la oposición se une —en el Senado— este impide que se aprueben “reformas constitucionales”. Y el hecho de que no existe un líder de la oposición como cuando él era oposición, el presidente corre sin obstáculos. El contrapeso en las democracias es indispensable.
Sí la situación se le complica al Presidente —hasta por factores externos— y sus políticas públicas fracasan, sucederá lo que nadie quiere: inflación, devaluación, carestía. Vamos a tener un mega problema.
Insisto, el presidente de todos los mexicanos debe escuchar a los que saben. El enemigo principal es la pobreza. Un buen programa económico es para generar prosperidad. Riqueza. ¿Podrá rectificar en los proyectos que muchos “especialistas” afirman que son inviables?
En las carreras de caballos, o en el amor, el que no rectifica a tiempo va a tener problemas. Al tiempo…
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