La metamorfosis del Osito Bimbo a chivo expiatorio

Dentro de unos meses, el Gansito, el Capitán Crunch, el Tigre Toño y el elefante Melvin quedarán también en el desempleo, pues ya no podrán...

24 de abril, 2020

Dentro de unos meses, el Gansito, el Capitán Crunch, el Tigre Toño y el elefante Melvin quedarán también en el desempleo, pues ya no podrán usarse en la promoción de cereales y pastelillos. 

El fracaso del sistema educativo mexicano para promover hábitos alimentarios saludables y aunado a los críticos  resultados económicos e inflacionarios que obligan a la gente a comprar lo que sea, barato aunque no nutritivo, el Osito Bimbo la ha hecho, valga paradojas, de chivo expiatorio. Vaya pues otro pretexto para quitarnos otra rebanada de libertad individual.

El Osito Bimbo, el Tigre Toño, a Chester Cheetos, Michael Jordan y el gansito Marinela en las cajas de cereales, de pan, envolturas de golosinas y chicles enfrentarán el desempleo dentro de unos meses. Tendremos que acostumbrarnos en ver en los envases, bolsas y recipientes la desabrida imagen de un tazón con cereal, atiborradas de palabrería nutrimental que nadie se molestará en leer. 

De ese modo, el gobierno se habrá comido otra porción de nuestra libertad de elección para quedar reducida a lo que decida un grupo de burócratas convertidos en nanas de padres de familia que se supone tienen (tenemos) criterio propio.

Queda claro que los burócratas piensan que el osito Bimbo y el Tigre Toño son los culpables de que existan tantos niños gorditos en México. Ya desde Peña Nieto, se aumentó el precio de los refrescos y demás golosinas para, según esto, combatir la obesidad y el paulatino, pero cada vez más alto índice de diabetes entre los adolescentes y jóvenes adultos de este país.  Al final del camino quedó claro que el espíritu de esos aumentos fue recaudatorio.  Bajar la obesidad fue la excusa y, en el mejor de los casos, un fin secundario.

Sin embargo y en el caso del Osito Bimbo, creado por una de las empresas más poderosas de México, con ramificaciones en casi todo Centro y Sudamérica, y que hace algunos años adquirió la empresa norteamericana que produce los “pingüinos” allá, y asimismo asociada con Hostess (si le ha tocado ver unos brownies Hostess en los Oxxo ya sabe de dónde vienen), ha estado entre la publicidad mexicana por más de 70 años. Incluso en los 50 el Osito llegó a tener su propio programa de televisión y en los 70 Bimbo patrocinaba por lo menos un tercio de la barra infantil de la TV nacional. 

¿Pero por qué entonces si los niños de eso tiempos, estaban más expuestos a la publicidad con dibujos animados o figuras animales no existía tanta obesidad infantil como hoy? Porque hacían ejercicio, salían a correr, andar en bicicleta, quemaban muchas calorías en juegos que demandaban actividad física, tenían más seguridad para salir a la calle a jugar…

Queda claro, como ya es costumbre en este país que se está atacando la consecuencia, y no la(s) causa(s) de que exista tanto sobrepeso en México. 

A como están las cosas (y se pondrán peor), la población consume lo que puede, lo que su bolsillo le permite. Las amas de casa procuran comprar el cereal que tenga el precio más accesible y la mayoría de los pequeños mexicanos consumen el cereal que esté más de acuerdo con el presupuesto de sus padres y no tanto con que en su presentación aparezcan superhéroes, figuritas animadas o duendecillos de la suerte.

Todas estas regulaciones que supuestamente buscan “proteger”  al consumidor en realidad le limitan sus opciones de compra, benefician a los que ya están establecidos y debilitan la competencia, el nacimiento de nuevas marcas,  algo similar a lo que estamos viendo en el internet donde Google, Twitter y Facebook constituyen enormes monopolios que se han beneficiado de legislaciones que también buscan limitar la libertad de expresión”.

Es curioso cómo la NOM 51 no incluye en sus regulaciones y restricciones a los vendedores de garapiñados, cocadas, campechanas, chapetonas y otras delicias que se venden en la calle. Un “churro” con azúcar y chocolate contiene igual o más calorías que un tazón de Chocokrispis y un elote con mantequilla, crema, mayonesa, sal y chile te garantiza por lo menos 100 gramos de grasa que se te acumularán en el organismo. 

Esos productos son altamente consumidos por los niños, pero la NOM  51 no los menciona ni de chiste. ¿Acaso estamos ante la disyuntiva de que todas las golosinas son nocivas pero unas son más nocivas que otras?

Nuestras autoridades se abalanzan sobre los animalitos que adornan las cajas de cereal, pero nunca nos mencionan que, por ejemplo, un plato de pozole contiene el equivalente en calorías a tres cuartos de rebanada de pastel de chocolate con betún. Y la gente de todos modos los compra aunque no tengan figuritas animadas o héroes deportivos en su presentación. Pero no se ve que nuestras autoridades se vayan sobre loncheros, gorderos, vendedores de palanquetas o demás frituras que se venden mayoritariamente en la economía informal. 

Lo que aquí tenemos es un producto de doble moral del Estado y no solo el lopezobradorista, esta tendencia la hemos tenido desde los tiempos de Echeverría.

Comer sano sale más caro que simplemente comer, y mientras el sistema educativo sea incapaz de promover hábitos alimenticios sanos (que no es lo mismo que prohibir; ello solo aumenta la tentación) y especialmente fomentar la actividad deportiva, el mejor remedio para evadir la gordura, además de ser ideal para socializar, aprender a ser disciplinado y a no tener diabetes o enfermedades cardiovasculares en la vida adulta. Pero en vez de eso, el Estado le echa la culpa a unos dibujos animados en vez de mejorar la calidad de la educación y fomentar el ejercicio como disciplina.

 

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