Nuestra fragilidad como humanos nos une. La fragilidad humana es condición de todos; sin embargo, como una de nuestras muchas contradicciones, tenemos al mismo tiempo una gran capacidad para superar esa fragilidad.
Vivimos la vida al margen de nuestra fragilidad física, sin darnos cuenta de que esa fragilidad es una característica básica de nuestra existencia. Los avances en el cuidado de la salud, la ampliación de la esperanza de vida, hacen que cada vez con mayor facilidad perdamos de vista esta condición que nos es inherente porque venimos al mundo con fecha de caducidad.
Desde esta perspectiva, lo que parece casi más mágico, es que seguimos superando retos día a día. La vida es un regalo que se merece que la vivamos celebrando su magia. Disfrutando de cada uno de nuestros momentos.
Te has preguntado alguna vez cuantas de las circunstancias u objetos que te rodean son potencialmente tus “asesinos”. Desde un suelo mojado, al borde de una bañera, unas escaleras y por no hablar de los venenos invisibles. Morir es fácil porque somos tremendamente vulnerables. Igual sucede en nuestro entorno, acontecimientos inesperados, cambios bruscos que afectan a lo personal, profesional o familiar, incluso los cambios sociales. Como en muchos aspectos de nuestra existencia, vivimos en paradoja y en este caso, el hecho de dejar de tener presente nuestra levedad, nos hace fuertes.
Somos frágiles y aun así en el reconocimiento de esa fragilidad está nuestra fortaleza, porque nuestro cuerpo tiene fuerza de agarrarse a la vida y nuestra mente un poder inmenso. Venimos a este mundo con fecha de caducidad, desconocemos el momento exacto, pero sabemos que inexorablemente tendremos que despedirnos; sin embargo, pretendemos vivir como si fuéramos eternos. Vivimos en una especie de sueño eterno de vida que se olvida de sus propios límites.
Nuestra vida se mueve entre planes y proyectos a mediano y largo plazos. El presente es lo único que realmente tienes en la vida. Crecemos, vamos madurando y poco a poco dejamos de lado nuestra fragilidad real. Es cierto que crecemos en fortaleza interna y nuestra mente se programa en modo automático para superar los desafíos de la vida diaria, sumiéndonos en el olvido de nuestra propia fragilidad física. Nuestra mente constantemente nos envía señales de peligro; no obstante, en demasiadas ocasiones despreciamos estas señales porque al fin y al cabo “esas son cosas que les pasan a otros”.
Somos seres leves, vibrantes en un mundo que percibimos sólido. Vibramos en nuestra energía, vibramos con lo que nos sucede día a día, porque percibimos que tiene que ir en una dirección que creemos única. Pensamos en vidas lineales y sólidas, pensamos en acontecimientos y perspectivas que nos son exactamente las nuestras, son las que supuestamente nos tocan. Nos toca nacer, nos toca ser educados y buenos, nos toca estudiar, etc. Nos toca todo esto si vivimos en el mundo correcto, en el primer mundo. Si no, nos tocaría sobrevivir, buscar agua, alimento, buscar supervivencia.
Juzgamos mucho desde la perspectiva de la eternidad y el conocerlo todo. Juzgamos porque si no juzgáramos, no seríamos nadie; porque sin el juicio a los otros, nosotros no tendríamos voz; porque cuando no somos nada, tenemos que destruir el ser de otro. Juzgamos para ocultar nuestra propia levedad y nos juzgamos porque tenemos el convencimiento de que no somos tan buenos, ni tan poderosos, ni tan sabios como creemos que nos correspondería.
Poner el foco en lo que serás es olvidar lo que eres. Si planificas lo suficiente nunca serás quien deberías ser. Es verdad que somos el impulso que nos lleva, es verdad, que si no nos proyectáramos, a lo mejor nunca llegaríamos a lo que debemos ser.
Ahí está la magia en aceptar nuestra levedad y sin embargo, proyectarnos a lo que deberíamos ser. Lo más normal es que desparezcamos por el camino. ¿Cuánto dura el camino?
Nuestra recompensa diaria por el regalo que recibimos debería estar más relacionada con lo que realmente somos que con lo que tenemos que ser según las imposiciones sociales. Es cierto que vivimos en sociedad y somos corresponsables de lo que sucede, aun así vivir honesta y responsablemente no significa no disfrutar conscientemente de nuestras vidas.
Una manera muy eficaz de hacerlo es poner en sintonía lo que somos con lo que hacemos, coordinar pensamiento y acción. Desde esta toma de conciencia, podremos construirnos una vida mucho más feliz y próspera. Aprovechemos esta maravillosa oportunidad.
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Referencias
https://www.vasalia.es/la-fragilidad-humana-y-nuestra-fecha-de-caducidad/
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Contacto
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