En la madrugada de ayer se dio la sorpresa de última hora y las encuestas de nuevo probaron no ser confiables cuando se hizo oficial que el republicano Donald Trump ganó los votos electorales necesarios para convertirse en el sucesor del presidente Barack Obama a partir del 20 de enero del año entrante.
Lo que ocurrió en Estados Unidos es trágico para ese país, México y el mundo entero.
La presidencia de la principal potencia económica y militar del mundo estará pronto en las manos de un individuo que durante muchos años ha demostrado ser un xenófobo, un racista, un sexista y un ignorante, entre otras cosas.
No nos engañemos ni pensemos que por el solo hecho de llegar a la presidencia de Estados Unidos va a cambiar este hombre de 70 años de edad que ha dicho que a los mexicanos somos narcotraficantes, violadores y criminales y que los musulmanes son terroristas en potencia.
No olvidemos por un instante que este neonazi es un empresario abusivo que ha manifestado que admira a otro abusador como es el dictador ruso Vladimir Putin; que es un hostigador de mujeres confeso que siempre las ha visto como meros objetos sexuales; que es un multimillonario populista que dice comprender a la clase trabajadora por el solo hecho de haber platicado con sus empleados; que es un narcisista megalomaniaco que asegura saber más que los generales de su país y que los economistas que han ganado premios Nobel; que es un hombre sin cultura que ha confesado no leer libros porque confía plenamente en sus propios juicios y que gran parte de sus conocimientos se basa en lo que lee en periódicos y tabloides; que es un político improvisado que desconoce lo que dice la constitución estadounidense; que es un rencoroso que en un tuit que publicó el 3 de mayo de 2013 recomendó los siguiente: “Siempre cóbrate un agravio. Cuando estás en los negocios se las debes cobrar a quienes te fastidian. Piensa en Grande (Always get even. When you are in business, you need to get even with people who screw you.” – Think Big).
Tampoco olvidemos que Trump triunfó porque supo entender el enojo que siete de cada 10 estadounidenses sienten hacia la clase política; que se ganó el apoyo de aquellos que con toda razón creen que dicha clase solo cuida sus propios intereses y de quienes financian sus campañas; que votaron por él quienes han sufrido la pérdida de sus patrimonios, sus empleos, sus ingresos o su futuro; que se convirtió en el catalizador del resentimiento que los menos educados y prósperos sienten hacia los ricos, las empresas trasnacionales, los bancos abusivos, los extranjeros que supuestamente les roban sus empleos amenazan su seguridad y los no cristianos que potencialmente son unos peligrosos terroristas.
En pocas palabras, Trump ganó porque supo estimular los odios y temores de millones estadounidenses. Y como eso le funcionó y en eso basó su triunfo difícilmente se convertirá en lo que nunca ha sido: un hombre de paz y buena voluntad.
Con el triunfo de este neonazi empieza una pesadilla que de alguna manera nos va a afectar a quienes no compartimos su enferma ideología.
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