El presidente Andrés Manuel López Obrador explicó ayer cuál fue la parte esencial del discurso que pronunció el sábado pasado en el Acto de Unidad en Defensa de la Dignidad de México y en Favor de la Amistad con el Pueblo de los Estados Unidos que se realizó en Tijuana.
Esto es lo que destacó:
“Celebramos el importante acuerdo de ayer porque se nos estaba poniendo, se nos estaba colocando en una situación muy difícil, muy incómoda: la de tener que aplicar a ciertas mercancías de Estados Unidos las mismas medidas, restricciones comerciales similares a las que se iba a imponer a las exportaciones mexicanas.
“Confieso que, como persona, como ciudadano, rechazo los actos de represalia y la ley del talión. Soy un pacifista convencido, inspirado en los ejemplos de Gandhi, de Martin Luther King, de Nelson Mandela.
Sin embargo, como jefe y representante del Estado mexicano no puedo permitir a nadie que se atente contra la economía de nuestro país y menos que se establezca una asimetría injusta, indigna para nuestro gobierno y humillante para nuestra nación.
Afortunadamente, ayer se impuso la política sobre la confrontación. Y debo reconocer que hubo voluntad para buscar una salida negociada al conflicto de parte del presidente Donald Trump y de sus principales colaboradores. Me consta.
Al presidente Donald Trump, por eso no le levanto un puño cerrado, sino una mano abierta y franca”.
Antes, al iniciar su intervención, enfatizó los aspectos positivos que a lo largo de la historia ha tenido la relación México-Estados Unidos sin dejar de recordar “el gran zarpazo de 1847 y las intervenciones del siglo XX en nuestro territorio, amén de otros agravios…”.
En resumen, un discurso conciliatorio. ¿Para qué provocar más al gran embaucador que hoy reside en la Casa Blanca?
Ahora bien, ¿se justifican los discursos optimistas del sábado y las declaraciones subsecuentes vertidas en la conferencia de prensa presidencial de ayer?
Creo que sí. Para empezar, se logró que no entrara, a partir del lunes, en vigor el arancel del 5% a todas las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, lo cual hubiera afectado no solo a la economía de nuestro país y a la de nuestros bolsillos, sino a la de EEUU y sus habitantes.
Según The Perryman Group, en EEUU se hubieran perdido 400 000 empleos y los consumidores se hubieran visto obligados a pagar unos 17 000 millones de dólares adicionales por concepto del 5%.
De acuerdo con Ebrard, en México “más de 900 mil personas se podrían haber quedado sin trabajo” y se hubiera dado “una caída de la economía nacional (…) aumento de precios”.
Para el banco Goldman Sachs “la economía mexicana podría verse afectada por hasta 18 000 millones de dólares al año si se imponen las tarifas del 5%” y “aunque un arancel temporal de 5% o 10% no es deseable, está lejos de ser devastador y es poco probable que cambie significativamente el volumen y el patrón de comercio entre México y EEUU”.
Por donde se le vea, el hecho de lograr que Trump decidiera no imponer el arancel, por el momento, es un indudable triunfo del gobierno mexicano.
Sin embargo, dicho logro tendrá costos económicos, políticos y sociales, algunos, hasta ahora, nada claros. Sobre ellos comentaré aquí mañana.
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