El 24 de agosto pasado, en La Habana, Cuba, representantes del gobierno colombiano y de la organización guerrillera FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) suscribieron el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, por medio del cual ambas partes daban por terminada la lucha armada que empezó en enero de 1960 y que le costó la vida a casi un cuarto de millón de personas.
El acuerdo, contenido en un documento de 297 páginas de extensión, fue sometido a plebiscito el domingo pasado y, sorprendentemente, fue rechazado por el 50.2% de los colombianos que decidieron acudir a las urnas.
Y digo sorprendentemente porque las encuestas elaboradas por las empresas más serias y profesionales de Colombia aseguraban que el domingo ganaría el Sí sobre el No.
La de Polimétrica pronosticaba que el 62% de los encuestados votaría a favor del acuerdo. La de Datexto estimaba que el 55% se inclinaría por el sí. La de Ipsos Napoleón Franco señalaba que el 66 % de los votantes apoyaría el sí.
El fracaso en Colombia es uno más de tantos fracasos que las encuestadoras han experimentado alrededor del mundo durante los últimos años. Algunos de ellos: las elecciones de 11 gubernaturas mexicanas en junio de este año; el referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), también en junio pasado; el referendo sobre la independencia de Escocia en 2014; las elecciones intermedias de Estados Unidos de 2014; las elecciones legislativas israelíes de 2015; la elección presidencial estadounidense de 2012; y la elección presidencial de México de 2012.
El 28 de junio pasado cité en este espacio a Cliff Zukin, profesor de políticas públicas y ciencias políticas en la Universidad de Rutgers y ex presidente de la Asociación Estadounidense para la Investigación de la Opinión Pública, quien afirma que “hay dos tendencias que están haciendo que las encuestas sean cada vez menos confiables: el aumento en el uso de celulares y la poca voluntad de la gente a responderle a los encuestadores. Estos dos factores han hecho que las investigaciones de calidad sean mucho más costosas y que por ello se realicen menos de éstas. Esto ha abierto la puerta a técnicas que científicamente estén menos fundamentadas y probadas… el viejo paradigma se ha roto y no hemos descubierto la manera de reemplazarlo. El resultado es que las encuestas políticas se han hecho menos precisas… Vamos a tener que pasar por un período de experimentación para ver qué funciona y cómo mejor atinarle a un blanco en movimiento”.
El que de nuevo hayan fallado las encuestas, ahora en Colombia, corrobora lo que ha dicho Zukin.
Las encuestas han dejado de ser confiables y esto lo debemos tener presente al analizar las que ahora se realizan en Estados Unidos en torno a las preferencias electorales. Según ellas, si la elección presidencial se realizara hoy ganaría la demócrata Hillary Clinton. Pero, ¿qué tan apegadas a la realidad están estas encuestas?
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