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Trimestre impuesto

El gobierno se encuentra cercado por diversos frentes y noventa días son un paliativo y no son conducentes a una recuperación de nuestra economía.

5 de agosto, 2025

Manuel Torres Rivera

Hemos transitado en un compás de espera, más de un sexenio; abarca desde complicidad, simulación y cierta adhesión del sector empresarial en la proveeduría de insumos y necesidades del gobierno federal, sin olvidar la obra pública, que abre un capítulo bochornoso en asignaciones directas sin licitar y sin concurso. De modo que lo argumentado en este espacio en cuanto a validar la verdadera tenencia del producto que es realmente privado, pierde significado en la responsabilidad de haber contribuído a la mayor devastación de recursos de un gobierno mexicano. Puesto de otro modo, la pasividad del sector productivo debió reaccionar tiempo atrás. Lo de ahora, es momento que no debe sorprender en cuanto a la no respuesta de un gobierno en franco pasmo en lo interno y lo externo por igual.

Al compás de espera de años, se añade un trimestre de verdadera incertidumbre, un trimestre que no conduce a nada tangible; un statu quo que deja en el aire destino de nación, trimestre que en la óptica gubernamental permite pláticas, término que empleó la presidente Sheinbaum, término inapropiado para definir una situación que dista de ser pasajera y término en que nadie invita a la nación mexicana a platicar como pudiera pensarse en una mesa de diálogo abierto y franco. Esto simplemente no lo hay. Las condiciones están inscritas en peticiones formales y tal vez no mencionen aranceles como posible inacción del gobierno mexicano; penden en un hilo estas sanciones, desde luego, pero no constituyen la base de una negociación una vez se venza el trimestre impuesto por Washington.

El trimestre no fue concedido, fue impuesto y las miras cada día se alejan más de un tratado comercial; me he permitido señalar anteriormente tres vías de corrección en una interpretación del actuar de Trump: la comercial, que conduce a la activa y muy presente cercanía de frontera y natural conveniencia, a la diplomática, siempre en boga y frecuentes visitas de representantes de la Casa Blanca, pero la más importante es la dogmática y por esta se entiende no necesariamente erradicar por completo un populismo inserto con mayor presencia social en el reparto y no doctrina absolutista y totalitaria, que nunca prosperó en seis años. Las aristas que rodean esta posición de un gobierno que todavía gravita en torno al control de poderes y organismos autónomos no superan del todo la conformación institucional y los retos surgen en forma cotidiana y de todas las percepciones internas y externas.

Esta no consolidación no la pierde el exterior, pero sobre todo la Casa Blanca. Se avecinan circunstancias complejas en los requerimientos de formalidad de un tratado por demás necesario y conveniente; las sombras de reformas obtusas y otras manifestaciones asoman ilegalidad y obstrucción en clausulado vigente. Aclaro, vigente, observado con cuidado desde la titularidad concedida a Washington tiempo atrás en arbitrajes ya ganados para la unión americana. Son muchos los renglones pendientes de verdadera revisión y el gobierno mexicano pisa terrenos delicados en energía sobre todo; el despacho de limpias y renovables fue un descuido intencional del obradorismo y la factura se encuentra pendiente. Existen otros renglones en perecederos y el tomate no es ajeno a la prerrogativa que se cierne sobre nuestro país y el cierre de Financiera Rural ahora cobra sentido en el abandono del campo mexicano y la necesidad de depender de cereales y oleaginosas lastima la balanza comercial de la nación y lastima la canasta básica en precios.

La deuda, sin duda será tema no convencional en lo que se avecina; la irresponsabilidad del gobierno anterior obliga a contemplar un corto plazo con vencimientos superiores al presupuesto de gasto, una deuda insostenible de la petrolera, que no cambia de modelo de negocio y que el gobierno asume como deuda pública. Pemex es una empresa quebrada y no se enfrenta en su realidad; los doce mil millones de dólares contratados recientemente, no son rescate de operación, la operación de Pemex se encuentra en quiebra, es un recurso para cubrir pasivos y nada más. Pemex no refina lo que el país consume; las importaciones de gasolina son necesarias y el impuesto a ese consumo interno es una franca imposición que cubre la inoperancia de la petrolera.

El gobierno se encuentra cercado por diversos frentes y noventa días son un paliativo y no son conducentes a una recuperación de nuestra economía. El plazo fue concedido porque las demandas cualitativas, de corrección dogmática, insisto, son de limpia de actores políticos que allanan el terreno para una administración que tiene prerrogativas de triunfo si desata las ataduras que le dictan. No serán pláticas como se nos pretendió asimilar; las pláticas ya se dieron, amables o no. El tono es otro y también reúne fases que la sociedad aplaude en el combate a la delincuencia organizada y al combate a la inseguridad que padece la sociedad en general. Si el gobierno norteamericano protegió con esta medida sus cadenas productivas, merece consideración aparte, porque noventa días no son el fin de la tierra. Tiene otros mecanismos a su alcance.

En noventa días veremos cambios de forma, pero lo realmente esperado en este trimestre es cambios de fondo, eso se espera de esta administración. Las presiones de la sociedad no cesan, las de la Casa Blanca tampoco. Habrá que cancelar lo que estorba y una reforma judicial mal implementada estorba y mucho. Es tiempo de esta administración, la de Claudia Sheinbaum y tiene noventa días para hacerla valer en toda la extensión de la palabra y en cinco años que pueden situarla como estadista. Por verse.