Economía moral: una farsa

La sociedad se harta de expresiones reiterativas y pueriles carentes de definición de rumbo. Tal vez es momento de enterrar expresiones vagas y pasajeras como fue la economía moral.

29 de julio, 2025 Economía moral: una farsa

Tal vez el primer intento de López Obrador por ocultar el fracaso económico de su administración, haya sido tratar de desviar la atención de la medida mundialmente conocida y reconocida como Producto Interno Bruto o PIB, por una medición que tuviera mayor significado, según sus propias palabras, en algo que representara un índice de bienestar. En campaña, como todos sabemos, había prometido tasas de crecimiento del 6 %  anual y naturalmente estas fueron disminuyendo en tanto la realidad lo alcanzaba hasta dejarlas en números muy menores. Nunca llegó al 1 % en promedio. También sabemos que su discurso siempre fue de pronunciamiento fácil y sus expectativas de oferta jamás fueron cubiertas, en ningún área, llámese educación, salud pública, seguridad y en muchos órdenes más. Pero el capítulo de la economía tal vez reúna el mayor realce en una administración fallida como fue la suya; el derroche sin mesura dejó al descubierto la inoperancia de su gestión. La ausencia de proyecto real de gobierno también descubrió la improvisación y la ocurrencia del momento, dejando de lado las bases de una inversión que nunca recibió esa calificación, para convertir sus caprichos en dispendio inútil sin retorno y con cargo al gasto corriente.

El presupuesto de la nación no cubrió necesidades reales de infraestructura y el ejemplo más destacado fue la cancelación del aeropuerto de Texcoco; de ahí derivaron errores mayúsculos al no atender la demanda de sectores productivos y encimar la oferta de un gobierno que imponía su propia concepción de infraestructura, olvidando desarrollo regional programático. Hoy padecemos esa imposición, misma que gravita en pérdida irreparable de recursos. El discurso del gobierno en turno no cambia; las mismas frases se instalan en el curso de la semana y los fines de semana se reiteran en foros alternos, para que el discurso no fenezca en su insistente pronunciamiento, sea verdadero o no, lo mismo da, la insistencia es lo que cuenta. Asi opera el populismo, con la inserción de frases cortadas desde un inicio que subastó esperanza y cambio. 

El discurso populista siempre choca con una realidad y esta puede venir desde su propio entorno; puede llegar con llamadas de atención de calificadoras de inversión o simples castigos de tenencia de activos de otras naciones, por simples instrumentos de deuda. De cualquier manera, la primera escala de sanción a un mal gobierno, es la económica. El fracaso económico es inocultable. En nuestro entorno y ante la evidencia de una economía devastada y saqueada en reservas, tangibles todas, surgió la obtusa concepción de dar un toque de ética o de principios inexistentes y dotar de escrupuloso manejo de los recursos de la nación, a una economía con visos de moralidad y llamarla economía moral. Este agravio a las más elementales formas de la ética gubernamental, plasmaba el verdadero desdén al orden económico y asomaba por entero el rostro de las intenciones de un gobierno famélico en moral y pletórico de ambición de control. 

Dar una calificación desde el entorno propio de un giro oculto en una sombra de intención de captura de una economía en marcha y próspera, destacaba el primer anuncio de un descalabro intencionado para aislar de los foros internacionales a una nación con una economía abierta que era natural rechazo de una mira populista. Los frentes de la inercia de producción internos y las fronteras abiertas por décadas impidieron el descalabro total, pero las bases quedaron expuestas a la recomposición de poderes y la intromisión al orden constitucional dejó una estela de delitos que en flagrancia todavía sostienen mayorías nunca concedidas por la ciudadanía. La simulación de adhesión del populismo a las normas internacionales ahora deriva en adhesión forzada por las circunstancias de sanción económica, como lección circunscrita a la rebeldía originada en 2018, que entonaba aire triunfal en el poder político por encima del poder económico. 

La economía moral ahogó su propio enunciado desde el día que surgió y las consecuencias de su pronunciamiento dejan ver la fragilidad que exhibe ante los embates de una Casa Blanca decidida al reconocimiento de las bases económicas reales, las de la ventaja comparativa y las de la excelencia productiva. La lección es en tiempo presente y fija sus objetivos en la correspondencia y equidad de trato en la convención y en la certeza jurídica. El terreno de la negociación ya quedó cerrado, queda el de la convención en un esquema ya configurado en un clausulado que requerirá asentimiento del gobierno mexicano por estricta conveniencia y protección de inversiones y mercados. México y su gobierno, enfrentan una disyuntiva, de asociación a las formas del mundo al que pertenece y disociación del mundo al que empujaba un populismo retrógrada y devastador. El abuso que procuró un desgaste innecesario en la captura grotesca de asientos de poder, hoy no reditúa ante la coyuntura que vive el país en la auténtica recomposición de su economía. Ahora se entiende la actitud pasiva de una sociedad que deja de serlo; ahora se entiende el verdadero papel de los agentes productivos, que hacen valer su aportación al producto. 

La sociedad está decidida a combatir el pasmo gubernamental que daña horizontes de mejores expectativas para la nación; se palpa una resistencia a conservar lazos perversos recientes que extreman cierto dominio de las formas de expresión desde el poder. No se sienten propias del gobierno en turno. Se perciben formas dispersas y actores políticos verdaderamente nocivos para las circunstancias que vive el país. La sociedad se harta de expresiones reiterativas y pueriles que carecen de definición de rumbo. Tal vez es momento de enterrar expresiones vagas y pasajeras como fue la economía moral que ya quedó inscrita en un anecdotario vergonzoso.

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