Actualmente existe una falta de acuerdo entre todos los entes en el sector energético en un asunto concreto: La seguridad energética del país. En estos últimos días vale la pena reconsiderar la carta del expresidente Adolfo López Mateos escrita en 1960, cuya visión deberíamos de tomarla a corto plazo en nuestros días:
“Una cosa obvia es que México requiere de varios años de evolución tecnológica y una eficiencia administrativa para lograr nuestra independencia energética; sería necio afirmar que México no requiere de la capacitación tecnológica en materia eléctrica y petrolera”.
Hace más de 60 años tuvimos esta visión, pero nunca se aterrizó para poder ser independientes o autosuficientes. Varias administraciones pasaron y nunca hubo una política pública de objetivos en común. Por el contrario, se le dio prioridad a las visiones ideológicas de cada sexenio. Al parecer continuaremos por unos años más con esta forma de concebir a la energía, creando una divergencia entre todos. En este sentido, cabe recordar que apenas en el sexenio pasado se planteó un nuevo esquema de mercado donde privados nacionales y/o extranjeros tuvieran la oportunidad de ser parte del mercado energético nacional sin la necesidad de contratarse con las empresas productivas del Estado. Ello tuvo lugar bajo las leyes, normativas y permisos que emanaron de la entonces “Reforma energética”. Ésta no fue una ideología sino una visión a largo plazo, con una readaptación continua, en pro de los intereses de la nación. Pongámonos de acuerdo de una vez entre todos nosotros. Aquí no se trata de ver qué administración es superior, se trata de comprender lo que la nación requiere para asegurar su crecimiento y posicionamiento ante otras economías que quieran hacer negocios con México ante la falta de tecnología propia.
Continúa Adolfo López: “Pero para ello ningún extranjero necesita convertirse en accionista de las empresas públicas para apoyarnos”.
La reforma energética que contempla la ley de hidrocarburos y eléctrica en ningún artículo recomienda que privados puedan comprar activos y/o aportar capital a las empresas productivas del Estado o puedan ser parte del consejo administrativo de cada una de ellas. Adicionalmente la Ley de PEMEX determina la forma como puede contratarse a las empresas para surtir los servicios, productos o materiales necesarios; pero, insisto, en ningún momento indica que esto dará lugar a que un privado pueda tomar las riendas de las empresas del Estado. Lo que sí indica es que de acuerdo con la decisión que tome cada una de las empresas productivas, tienen la posibilidad de buscar aliados, socios o compartir riesgos en proyectos, pero en comunión con las regulaciones vigentes actuales.
Así mismo cabe mencionar que las reservas de hidrocarburos encontradas en el subsuelo son de la nación y administradas por parte de la comisión nacional de hidrocarburos (brazo técnico de la secretaria de energía). Un privado podrá explorar, desarrollar o mantener una producción de un campo con base en la estrategia y política energética de la administración en turno. Entonces privatizar a las empresas productivas del Estado es, de hecho, un sofisma. De ser cierto significaría que un privado estuviera en el consejo de Pemex/CFE y ser parte de las decisiones del rumbo de las empresas. Actualmente el consejo de las empresas productivas del Estado está integrado por funcionarios de la administración pública actual y no hay privados. Una privatización implicaría que los directivos de dichas empresas no tuvieran que comparecer en el Legislativo o esperar un presupuesto asignado por parte de la nación vía la secretaria de hacienda.
Estos dos textos tomados de la carta de López Mateos deberían readaptarse para a linear el balance entre la inversión privada y pública, cuya misión debe ser autosuficiencia a largo plazo, adaptando a la transición energética a la forma como explotamos las materias primas o recursos naturales para su transformación, e incursionar en la economía circular a mediano plazo. Cuidado con la forma como tomamos un texto que está vigente, pero que no es adaptado a las condiciones actuales con base en la necesidad de un mercado que requiere cubrirse.
En 1960 todavía el hombre no iba a la luna, México no había descubierto a Cantarell y la tecnología apenas estaba en vías de desarrollo. Recordemos que la evolución de la tecnología surge a partir de 1980 hasta llegar a lo que tenemos actualmente. Ha llegado la hora de ya no sobreexplotar más las materias primas, disminuir los contaminantes y remover los que ya están. La historia es una buena referencia, pero debemos tener cuidado cómo la adaptamos al presente y no perder de vista cuál es la misión a llevar acabo como nación.
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