Estás entrada/o en carnes… pero ¿te sirvo más?

En nuestra cultura yo creo que varios hemos escuchado o dicho esta frase, es muy típica de las mamás mexicanas, o tías, en mi caso...

9 de noviembre, 2015

En nuestra cultura yo creo que varios hemos escuchado o dicho esta frase, es muy típica de las mamás mexicanas, o tías, en mi caso. Déjenme contarles que antes de que mi hermana y yo fuéramos “Solecito 1” y “Solecito 2” respectivamente, nuestro pediatra nos puso un apodo que quizá sea el más acertado que hayamos tenido y que para mí todavía se siente pesado en el alma: “las piernudas”. No de a grapa decía eso, éramos bebés rollizas y la verdad es que históricamente las mujeres de mi familia manejamos la pierna agradecida (y cadera y brazos y pompas) y si a eso le sumamos que la tragadera corre por nuestras venas pues… ya se imaginarán.

Mi familia no ha tenido la historia más saludable con la comida. Han de saber que en la casa de los Rodríguez, la familia de mi mamá, cualquier prueba de afecto se traducía en comida; la verdad es que decir “te quiero” nos resulta una práctica extraña con la que no nos interesa estar familiarizados. Por ejemplo, cuando mi hermana estaba chica aliviaban sus berrinches con terrones de azúcar. No eran diluidos en líquido, se los daban tal cual para que se los metiera a la boca. Yo estaba más jodida porque, como yo no era berrinchuda per se, me daban chocolates sólo porque sí y, obviamente, yo no decía que no. Resulta irónico que algunas cosas como el pan blanco y McDonald’s fueran consideradas el demonio.

Hubo un tiempo en mi infancia que comer repostería se convirtió en una especie de pasatiempo para mí. “Yo NUNCA voy a comer verduras” era una frase que yo repetía con frecuencia y que torturaba a la gente de mi casa. Parecía como si el intento de mi mamá por querer hacernos comer saludable estuviera peleado con su necesidad de ser práctica y, en la prisa interna que todas las mamás tienen, terminábamos comiendo las cosas más improvisadas. En el menú que se inventaba mi mamá había cosas como ate con queso, las charolas de Oscar Mayer, verdura congelada cocinada en un caldo sospechoso, hotdogs sin el dog (o sea, sólo el pan… con queso) y jícamas con canela porque, según mi mamá, la canela se parece mucho al chile piquín. Resultaba desconcertante no poder tener acceso a un simple sándwich en pan blanco.

 Nunca faltaba que entre semana me diera algún gusto pero los viernes era día de comer hasta tres o cuatro postres porque la vida es corta y aparentemente yo la quería acortar aún más. Específicamente los viernes comía tanto pan que parecía que era catadora de El Globo o cualquier otra panadería que estuviera cerca.

Siempre pensé que la frase “fuerza de voluntad” era solamente una expresión chistosa, pero alrededor de los trece o catorce años tomé la decisión de explorar el concepto. Empecé a querer cuidarme y sí, hasta hacer ejercicio. El cambio fue tan repentino que hasta yo me sorprendí, sólo se me había visto tal vehemencia cuando quería llevarle la contraria a alguien y, como era de esperarse, mi nueva conducta fue recibida con cejas levantadas. Mis tías decían cosas como “¡esta niña no está comiendo!” o “esta niña se va a matar, ¡hace mucho ejercicio!” cuando se quejaban amargamente con mi mamá, pero mi mamá siempre ha sido de esas que hacen sentir a uno súper entrada en carnes mientras te ofrece un segundo plato, la rebanada más grande, otro pan de muerto… ¿A quién engaño? El cariño con comida es el mejor. 

Comentarios






Más de categoría

El regalo de bodas (última parte), por Neil Gaiman

Gordon se sentía eufórico mientras caminaba por la casa a hurtadillas acomodando los regalos para los niños, aunque era...

abril 18, 2016

El regalo de bodas (parte 2), por Neil Gaiman

“Los que hayan escrito esta cosa horrible”. “¿Cómo sabes que se trata de un ‘ellos’?” “No sé pero me...

abril 4, 2016

El regalo de bodas (parte 1), por Neil Gaiman

Traducción inglés-español por Diana Morales Morales.

marzo 8, 2016

La filosofía del “as if”. A veces sí hay que fingirlo

Una de las cosas que mis maestros repetían hasta el cansancio, y que siempre me cayó gordísimo...

febrero 22, 2016