¡Va pa’ atrás!

La libertad de expresión debe de ir acompañada por la responsabilidad de la investidura que se representa. Sin embargo, tenemos un presidente que se le...

16 de abril, 2019

La libertad de expresión debe de ir acompañada por la responsabilidad de la investidura que se representa. Sin embargo, tenemos un presidente que se le olvida que ya no es ese golpeador del gobernante o del poder político en turno, él ya es el poder; tampoco asume la responsabilidad del peso de sus palabras y de sus acciones, las cuales se traducen en serias repercusiones para el país. No entiende que no debe estar vituperando desde su púlpito cual verdugo de la inquisición, estigmatizando y condenando a quienes no lo veneran, no piensen como él o no sucumban sumisos ante su presencia o su narrativa, pero lo hace.  Quien ose desafiarlo o siquiera cuestionarlo, se enfrentará a la implacable “golpiza” mediática que le propinarán sus seguidores o sus más fieles guardianes, quienes lo blindan con un teflón cubierto de insultos, de descalificaciones, de agresiones o de amenazas. Consideran que así es como se debe tratar a quien se atreva a tocar al mesías tabasqueño con una sola palabra que, siquiera le haga fruncir el ceño o que intente lastimar su enorme ego. Es decir, hoy la libertad de expresión solo es el beneficio de una pequeña oligarquía -y esa es la que está en Morena-, la pena de aguantar las agresiones.

Qué más quisiera López que poder gobernar solamente con el binomio Estado–partido hegemónico, negando y entorpeciendo la participación ciudadana. Para él solo aplica, más gobierno y menos sociedad. Posiblemente lo logre gracias al desinterés y la apatía (o quizá la pasividad) de los ciudadanos por involucrarse en la solución de los asuntos públicos. Cuánto ha de añorar esas viejas prácticas paternalistas del partido al que tanto tiempo perteneció, el PRI, quienes lograron incorporar a amplios sectores sociales organizados dentro del sistema político sin perder por ello, su carácter vertical y centralizado. Poco a poco nos damos cuenta de que resurge o se fortalece cierta complicidad estructural por parte de los distintos sectores sociales, quienes ante la promesa de la satisfacción parcial de sus necesidades básicas o de sus ambiciones, prescriben una posición pasiva en torno a la construcción de la democracia y la libertad. Los actores políticos y los servidores públicos someten y delegan la responsabilidad del gobierno, del quehacer político y de las decisiones públicas a la “voluntad” y capacidad del presidente de la República. A esto se le llama, “autoritarismo puro”.

Expectantes observamos el comportamiento “clientelar o corporativo” de la población en general, que configura un comportamiento ciudadano que privilegia la sujeción, la sumisión, antes que la autonomía y la independencia.

Sorprende el cinismo y la megalomanía de López, cuando ante el error, se planta seguro para afirmar que él “tiene otros datos”. Pareciera que a él se le olvida que ya no estamos en la época donde se les ocultaba a los mexicanos la información y se gobernaba con total paternalismo e impunidad. Eso ya no es posible gracias a las “benditas redes sociales” que, aunque con “memes” y comentarios cortos, no dan espacio a la evasión. Se han vuelto un arma de poder para los gobernados. Pero todavía es lamentable que, ante el desconocimiento de las leyes y las funciones de gobierno, sus seguidores defienden con adjetivos y agresiones personales, las conductas erráticas del presidente.

Locuras, ocurrencias o incongruencias son las que observamos día con día en las acciones y en el lenguaje de este nuevo gobierno y de quien lo encabeza. Muchos nos hemos atrevido a definirlo como una falta de rumbo o de visión, pero nada más alejado de la realidad. Realmente son un conjunto de medidas que van dirigidas a apuntalar la subvención del paternalismo, el debilitamiento de las instituciones, el centralismo y el autoritarismo gubernamental. El presidente y su grupo político sí tienen un plan muy claro. Nos sorprende porque no va de acuerdo e incluso es contrario, a lo que hemos construido con tanto esfuerzo para México en las últimas décadas: crecimiento económico, democracia, libertad, instituciones fuertes, etc. Todos los días en la conferencia de prensa, expone temas ajenos a la función de gobierno, evade respuestas ante problemas urgentes o encuentra a un nuevo chivo expiatorio para distraer; pero solo son distractores ante una estrategia muy bien estructurada y planeada para transformar a México es lo que ellos han soñado: llegar al poder para apoderarse del país, cambiar la Constitución y generar las condiciones para mantenerse. Su ambición en grande y no la ocultan.

Poco a poco los instrumentos de la democracia que tanto costaron construir, como lo son las consultas ciudadanas, se están convirtiendo en herramientas de legitimación de las decisiones gubernamentales y no en espacios para la representación de los intereses y demandas ciudadanas. Es así como, enmarcados en el corporativismo, se interrelacionan autoridades y grupos organizados que permiten el control político de los problemas y demandas sociales que, fortalecen y legitiman las prácticas autoritarias, quedando subordinadas las demandas sociales a la dádiva o al interés gubernamental. Al despreciar, criticar o agredir voces discordantes con su discurso o narrativa, pareciera que este presidente intenta disminuir o desalentar la participación social y la libertad de disentir, lo que genera la percepción de que, para obtener soluciones a los problemas, es necesario estar cerca del poder, ya que él no gobierna para sus “adversarios”. Se inocula la necesidad de participación y se sustituye por la deformación clientelar de las relaciones entre gobernados y gobernantes, que circunscribe la participación ciudadana en una exclusiva relación diática, en la que la interacción entre las autoridades y los ciudadanos se guiará por la sumisión y por el interés particular, y no el bien común. La información será privilegio de los “dueños” del poder, los cuales la presentarán –si es que lo hacen-, pasándola primero por el filtro de “su mirada” e intereses. Adiós a la libertad y acceso a la información, prueba de ello fue el pasado sábado 13 de abril, cuando después de que el presidente fue exhibido y evidenciado por un periodista sobre datos de seguridad y de violencia en el país, al día siguiente el gobierno desaparece cifras oficiales del portal del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Publica.

Sí, habrá transformación, pero no como este país lo requiere y los mexicanos lo esperamos en un mundo moderno y con visión de futuro. ¡México, va pa’ atrás!

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