Septiembre

Septiembre no solo es el mes “de La Patria”. Es el mes de los terremotos devastadores.

21 de septiembre, 2018

Septiembre no solo es el mes “de La Patria”. Es el mes de los terremotos devastadores. Uno en 1985 y otro en el 2017. Ambos, un 19 de septiembre. Por eso el de bautizarlos con número y de forma corta. Algo muy “gringo”.

Ambos terremotos tienen que ver directamente con mi vida. Lo que para mí es importante.

El primero, debí haberlo vivido en la Ciudad de México, pero la voluntad Divina me retuvo en Guadalajara, donde me encontraba y en donde también se sintió el movimiento.

Sería en el Hotel Continental, donde habría de presentarme la mañana del 20 de septiembre, para dar a conocer un programa que dirigía y que funcionaría a nivel nacional durante el Mundial de Fútbol, México 86.

Para ese día-el 20-como sabemos, ya no había hotel. Se había caído el 19 de septiembre de 1985.

El evento se dio, así como el mundial se llevó a cabo. Han pasado 33 años y aún hay gente que no ha recuperado lo que le dijeron recuperaría. Siguen sufriendo por el evento de S19, pero de 1985.

El segundo fue el año pasado. Me encontraba en la Ciudad de México para una reunión con periodistas del centro del país. Mi colega peruano Reynaldo Aragón, estaba en la ciudad y era parte de la reunión. Ya que ambos formamos parte de una red de periodistas internacionales que cubrimos temas periodísticos relacionados con la política, la economía, la corrupción y la violencia en su efecto social y convocábamos a la reunión.

Ya de salida de nuestro hotel y después de haber participado en el simulacro de ese día, nos dirigimos al aeropuerto. Platicábamos las incomodidades y los embotellamientos que el simulacro genera. Yo perdí una cita que tenía con Luis Miguel González Márquez, director del periódico El Economista. Cita que en un año no se ha podido realizar. Nunca llegué y con Luis Miguel, compañero en Radiofórmula, con el equipo de Eduardo Ruiz Healy, aún no nos hemos puesto de acuerdo para vernos.

El simulacro provocó tal embotellamiento que retrasó toda actividad en la ciudad. Decidí entonces ir directo al aeropuerto y esperar mi avión. Faltarían unas tres horas para la salida.

Instalado cómodamente en una sala de esas que son privadas, estaba trabajando, cuando de repente sentí un “hormigueo” en los pies. El que me es familiar.

Lo he sentido muchas veces en mi natal Mexicali, lugar de temblores. Y lo sentí en Tuxtla Gutiérrez durante el terremoto que viví allá. No solo el momento en que la tierra tembló, sino durante todo el siguiente día en que vivimos más de 315 réplicas.

El movimiento en Chiapas, Oaxaca y Morelos, fue de 8.2°. El mayor en 100 años en el país. Hasta el día de hoy, de acuerdo a Protección Civil del Estado de Chiapas, se han sucedido en un año, 26,710 réplicas de ese movimiento del 2017. Los daños fueron cuantiosos.

Con esa experiencia previa, cuando se inicia en la Ciudad de México el movimiento de S19, supe de inmediato lo que se venía encima. ¡El techo de la sala donde estaba!

Los candiles empezaron a oscilar y a menearse. El hormigueo en los pies subió a las rodillas, todos nos empezamos a ver las caras y de repente grité-como para avisar a todos, ¡Tiembla!-

Salí de inmediato por la puerta principal, el candil cayó detrás de mí haciendo un ruido descomunal. La gente tomaba sus pertenencias y salía a toda prisa, solo para encontrar una escalera de dos niveles y más techo de concreto sobre nuestras cabezas.

La salida de las salas estaba lejos. La gente gritaba y se abrazaba. Yo opté por asirme a una gran columna del mismo concreto, la que sostenía el techo. Y cosa curiosa, al abrazarla para sostenerme, sentí como si me hubiera “absorbido”.

Nunca olvidaré esa sensación de haberme “pegado” a ella. Fue impresionante e inolvidable. Era mi segundo terremoto en menos de quince días. Hasta difícil de creer.

Lo que siguió fue desconcierto y sol, mucho sol. Pasamos seis horas afuera del aeropuerto, a la intemperie. Hasta que por fin nos avisaron que todos los vuelos estaban cancelados y solo los que tuvieran asientos confirmados para los que saldrían a las 20 hrs., deberían permanecer en el aeropuerto. Todos los demás seríamos reprogramados en otros vuelos. Cosa que sí sucedió así, en mi caso.

Solo tuve que esperar 48 horas, dos días y estaba llegando a Ciudad Juárez, sano y salvo.

Pero para mucha gente no fue así. Perdieron mucho más. Perdieron su patrimonio. Perdieron la vida. Lo lamento mucho.

En el de S19, las víctimas mortales fueron 369, de acuerdo a cifras oficiales del CENAPRED. La Ciudad de México fue la más afectada con 228 víctimas mortales. Le sigue Morelos (74), Puebla (45), Estado de México (15), Guerrero (6) y Oaxaca (1).

En el sismo de septiembre 7, fueron 102 víctimas mortales. De acuerdo a una declaración de la senadora Susan Harp, (Morena), el 80% de las víctimas se encuentra aún sin recibir la ayuda prometida. Que aún hay miles de casas sin reparar.

En la CDMX, la situación es similar. Cientos de familias en la zona de Tlalpan siguen viviendo en casas de cartón. Pasaron de las carpas al cartón, pero siguen en la desatención y en el desamparo.

¿Y qué esperar? Si aún hoy 33 años del terremoto del 85 hay gente damnificada. Solo más de lo mismo.

Las autoridades de la CDMX dicen que ayudarán. La gente no cree. Ya casi ni esperan. La desgracia para ellos no ha terminado.

Yo, perdí solo 48 horas. Estoy agradecido con DIOS que puedo seguir escribiendo y puedo seguir viajando intensamente con mis programas y proyectos.

Otras personas perdieron su patrimonio, Otras a su familiar que estaba en la escuela o en su casa. Siguen en el sufrimiento. Sigue la desgracia. Y la que aún sufren no es natural, es burocrática, política y por corrupción. La que ha evitado se hayan restaurado.

Lamentable descubrir, El Meollo del Asunto.

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