En el país y en el mundo se ha celebrado una marcha más de lo que se conoce desde la década de los setenta del siglo XX como la marcha del orgullo gay.
Bajo esta palabra del idioma inglés, que significa alegre o jocoso, se agrupa un sinfín de identidades de personas que alegan no ser binarias, sino diversas.
Para quienes llegan tarde, eso significa que no se consideran ni hombre o mujer, sino algo más.
Hasta la última vez que me enteré había como 130 diferentes pretendidas identidades.
Y lo digo así, “pretendidas identidades”, pues no hay absolutamente nada científico que avale tales nuevas identidades humanas.
Si hay muchas opiniones, teorías, como la de género con su ideología, la que pretende convencer a la humanidad que los seres humanos no nacemos ni hombres ni mujeres. Sino que podremos escoger ser lo que deseemos en un momento de nuestra vida.
Que nuestra genitalia nada tiene que ver con el comportamiento de cada uno de nosotros que ha nacido así. Hombre o mujer. No valen o no cuentan los cromosomas, ni la biología. Sólo la ideología que apoya la teoría.
En estas opiniones, estudios e investigaciones que aún no son leyes sino conclusiones a priori algunas, estudios sesgados y opiniones como las que se encuentran en “El segundo sexo” de Simone de Beavoir.
Base para construir un entramado que a pesar de lo frágil del mismo, se ha diseminado por el mundo occidental y edifica un mundo que reconoce, acepta y prioriza la sexualidad con la identidad humana.
Al que ha dominado con su lucha contra lo que llaman el patriarcado y la heterosexualidad.
Pero no son esos los temas principales de la diversa marcha.
Existe uno más que está a la vista pero que no se identifica como la base. Uno que le “choca” a la persona que no marcha y que lo ve. Le “choca porque le ofende en lo más sagrado que tiene. Su creencia, su fe. Su DIOS”.
Tal vez esto se deba a que las personas que marchan en tales manifestaciones del orgullo, se hayan sentido igual de ofendidas en sus creencias de identidad.
Lo que sería entonces algo así como un “karma”. En lo que no creo, pero entiendo.
Estoy de acuerdo en que la persona se pueda sentir con gustos y preferencias diferentes a las mías.
Entiendo que todas las personas somos diferentes. Como dice mi hermano Alberto, “a la gente nos gustan cosas diferentes, no nos gustan las mismas cosas”. Y tiene mucha razón.
No sólo lo entiendo, sino que respeto a la persona que le gusta algo más o diferente de lo que a mí me gusta. Por ello no trato de imponer mi gusto o preferencia a las personas.
Respeto la diferencia, lo diverso, a la persona y su creencia.
Trato de no ofenderle, molestarle.
Sólo que mi creencia y mi convicción son determinantes. Y por no estar de acuerdo con la de quien no piensa como yo, les molesta o les ofende.
Ese no es mi problema. Es de quien se ofende.
Estas marchas del orgullo gay se caracterizan por ofender la creencia de la gente que no piensan como los marchantes.
Algo que para los no marchantes es una incongruencia, una falta de respeto. Mismo que los marchantes piden de los no marchantes, a los que no respetan.
Ha sido el alegato de la llamada “tolerancia”, que la sociedad humanista y secular se ha inventado en la posmodernidad. Misma que está totalmente ausente en el Día del Orgullo Gay.
Las ofensas que se ven hacia quienes no creen como quienes marchan son evidentes.
Toman las figuras y símbolos de lo que llaman el patriarcado, la religión monoteísta y las denigran. Las ridiculizan.
Y en las marchas, no solamente se mofan y las caricaturizan, sino que ridiculizan a quienes no creen como creen quienes marchan.
Esto es así porque desde hace ya algunas décadas, pues se les ha dotado a estas minorías de una impunidad que no tiene y de la que no goza grupo alguno.
A esta impunidad se le conoce como lo “políticamente correcto” o “Acción Afirmativa”.
Es más, si alguien que no fuera partícipe de la cultura gay tiene la osadía de imitarles pero en sentido contrario, por lo mismo que esta minoría realiza, terminaría en la cárcel y con una gran multa por homofóbico, misógino o lo que se le acumule. Bueno.
Si hubiere algo de justicia, como las autoridades que justifican y autorizaron una marcha del orgullo gay hace décadas dicen y justician impedirían en la marcha del orgullo gay el misoteísmo y la heterofobia.
Esta última evidente en su etimología y funcionamiento. Mas no así reconocida en evidente injusticia e inequidad.
El misoteísmo es el odio hacia la religión monoteísta. Donde <Miso> Odio -Theos> DIOS. Ingrediente a la vista en las marchas del orgullo gay, pero no identificado y nombrado en la misma.
El más grande misoteísta moderno que plasmó en su pensamiento su odio hacia DIOS y le consideraba el enemigo de la humanidad, fue, ha sido y es, el Marqués de Sade.
Su misoteísmo y su sorprendente punto de vista sobre la naturaleza alimentan este movimiento mundial del orgullo gay.
Lo que la gran mayoría de sus seguidores ignoran. Lo que quienes promueven la llamada Ideología de Género no se han puesto a considerar. Y menos que hay quienes sí lo sabemos distinguir.
La pasión que dominaba al Marqués de Sade no era el sexo o la crueldad. Más que otra de sus pasiones.
Lo que lo movía era su odio a Dios. Su misoteismo. Del que la marcha del orgullo gay está súper cargada. No lo cree, vea las fotos que hay en todos los medios del mundo. Ahí verá, el Meollo del Asunto.
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