El Meollo del Asunto | Hablar de Corrupción

Hablar de corrupción es hablar de un tema del que todos creen saber. Y de hecho sí. Lo saben. Saben que se trata de torcer...

26 de mayo, 2020

Hablar de corrupción es hablar de un tema del que todos creen saber. Y de hecho sí. Lo saben. Saben que se trata de torcer algo. De engañar a alguien. De violar la ley. Nadie puede decir que no sabe lo que es la corrupción porque sí saben. Quien haya mentido o engañado de alguna forma, ha practicado una forma de corrupción. Entonces, todos somos corruptos, porque todos hemos mentido.

    Existen muchas definiciones de corrupción. Una es el abuso del poder otorgado a una persona para beneficio propio, que es la que maneja Transparencia Internacional. Y añade: que perjudica a los dependientes económicos de quien abusa. Otra, tiene que ver con putrefacción, echar a perder, robar, violar y otra es la propia.

La corrupción es la acción de dos personas que se ponen de acuerdo para destruir, romper, degenerar, pervertir, robar, alterar algo. Claro que se le puede sumar el verbo que usted quiera, siempre y cuando sea un sinónimo de lo anterior, como engañar.

La corrupción tiene que ver con eso, con engañar, con sacar ventaja. Con el abuso en el uso de cosas, animales o personas. Negocios, empresas, funciones de gobierno, etc.

La corrupción es omnipresente. Está en todas partes. Y para combatirla, primeramente se ha de tener el deseo de querer combatirla y hacerla con algo más que un discurso o una frase. La intención no basta y nunca será suficiente.

No solo la actual administración federal ha hecho campaña política y ganado, prometiendo combatir la corrupción y a las personas que han abusado del poder asignado en el desarrollo de sus funciones.

El actual gobierno de Chihuahua, encabezado por el señor Javier Corral, prometió meter a la cárcel al gobernador anterior, César Duarte Jaques. Y ya van cuatro años de su administración y no se ve cómo y mucho menos cuándo, cumpla esa promesa.

Los gobernantes en turno cumplen muy apenas con sus promesas de campaña de castigar a las personas corruptas. De hecho, los que llegan exoneran a quienes antes habían sido encarceladas por delitos de corrupción. Alegan cualquier argucia legal. Total, la gente poco conoce de leyes.

Podríamos establecer que por regla general que no se castigará la corrupción de las altas esferas políticas. Sí la menor. Sabemos bien que en México se condena la corrupción pública y se tolera la personal. Esto último es lo que hay que cambiar.

La doctora Mónica Montaño Reyes, directora del observatorio de Estudios políticos, académica de estudios políticos de la Universidad de Guadalajara, perecería estar de acuerdo con lo que comento.

En reciente artículo publicado en el Diario NTR de Guadalajara, el 23 de mayo anterior, la doctora afirma que esto se debe a que “no existe voluntad política de terminar con la corrupción y solo se utiliza como un discurso”. Con lo que no puedo estar más de acuerdo.

La doctora Montaño Reyes afirma que es “a pesar de que a nivel nacional y local existe leyes anticorrupción, este –el  combate a la corrupción– no  ha dado los resultados que se esperaban”. Creo que sin decirlo directamente, se refiere a la administración federal y al gobierno del resto de las entidades federativas.

Las evidencias que la doctora presenta tienen que ver con la no definición de lo que se considera corrupción de manera sencilla en los que las personas puedan percibir que se está combatiendo el flagelo de manera adecuada.

Sabemos y conocemos que los estados de la República han instalado desde hace unos cuatro o cinco años, a lo más, el llamado Sistema Estatal Anticorrupción. Casi todos ya lo tienen. Es una copia de lo que a nivel federal se ha dado. Y funcionan tan mal en los estados como en la federación.

El último del que tengo conocimiento es el del estado de Yucatán. Mismo que encabeza “otra” Mónica Febles Álvarez y que tomó posesión a principios del pasado mes de abril. A la que le deseo que le vaya bien.

Por su parte Mónica Montaño, que también es directora del observatorio de Estudios políticos de la Universidad de Guadalajara,  explica lo siguiente: 

“No es posible medir la corrupción porque son datos que están ocultos y no se revelan, además algunos otros no son monetarios, sino afectaciones al medio ambiente o a la movilidad”. Lo que bien dice, pero se queda corta. ¿Por qué? Porque los efectos a largo plazo en la cultura y en la psiquis de las personas no se mide, porque es imposible.

Los daños que la corrupción ocasiona son irreparables. Afectan por generaciones a la gente que no tuvo acceso a un puente para cruzar un río. Un sistema de salud que no contó con el equipamiento necesario. Un hospital que se edificó, pero que nunca se inauguró. Una carretera que nunca se construyó y las que sí, se cobran cuotas por decenios, etc.

La corrupción deja una huella indeleble en las victimas. Sean personas, asociaciones, culturas, etc. Todo lo que toca echa a perder. Y sus efectos casi siempre son irreversibles. Es una maldición.

De acuerdo a varios organismos como IMCO, Forbes, Transparencia Internacional y otros, se dan a la tarea de medir mediante ciertas fórmulas y logaritmos económicos, se establece que la corrupción en México nos cuesta 14 mil pesos al año a cada uno de los mexicanos. Claro, es un estimado.

De éstos, casi 4 mil pesos son en las llamadas “mordidas” en oficinas públicas. Pero de acuerdo al estudio Encig 2019 (del Inegi), se llega a afirmar que los mexicanos gastaron 12 mil 770 mdp en ello.

Otro indicador muestra que el promedio de familias mexicanas gasta el 14% de su ingreso anual en corrupción. 

Al respecto la doctora Montaño dice:

 “Por mucho tiempo el gobierno ha dicho la corrupción nos cuesta tanto, la corrupción nos cuesta tantos millones al año, y es que estos números carecen de una base totalmente fiable (…) si el gobierno va a terminar con la corrupción (…) que tengan herramientas con un diseño institucional efectivo, se cuente con los indicadores, con los datos que muestren cómo se está atacando a la corrupción”.

Mónica Montaño tiene razón, pero hay algo más. Que la gente en general no alcanza a entender y comprender que el ser una persona corrupta tiene que ver con la incapacidad de ponerme en los zapatos del otro. Elemento ignorado en el combate a la corrupción, ausente en la cultura. Que la corrupción conlleva la idea de aprovechar la oportunidad del momento y enfrenta las consecuencias después.

Aquí es donde hay que trabajar y mucho, para que en México no solo tengamos instrumentos legales contra la corrupción, como dice la doctora Montaño, sino que la gente se convenza de dejar de tolerar la corrupción personal, que es el verdadero cambio que México necesita. Ahí el Meollo del Asunto.

 

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