Tener un buen nombre es tener una fuente de inagotable riqueza. Siendo periodista como lo soy, la confianza de mis lectores en lo que escribo depende de mi buen nombre. De hecho, toda la información que recibamos durante el día, su credibilidad dependerá de la fuente de procedencia. Por ello será guardada o desechada. El nombre dirá si la fuente es poco confiable o merece todo el crédito. El nombre nos dice todo.
La gran mayoría de las personas queremos tener un buen nombre. Uno que sea respetado, conocido, admirado. Para eso nos esforzamos diariamente.
Finalmente, nada tenemos más propio y personal que nuestro nombre. Y en algunos casos, como el de quien escribe, es todo lo que uno posee.
Hay nombres que no dicen mucho, como Juan José de Los Reyes Martínez o Isabel Maverak Pivol. Pero si al primero le ponemos un alias, “El Pípila” y a la segunda, “Shakira”, sabremos inmediatamente de quién se trata.
Los nombres nos dicen todo de nosotros mismos o de una cosa. De un animal, de una situación, etc. El nombre es importante.
Los escándalos por corrupción que hemos visto en el último lustro han arrasado con el nombre de algunos políticos, empresarios y gente del común. El de los primeros llaman más la atención de la opinión pública por ser personas así, públicas. Las que se han esforzado por años en mantener un buen nombre. Uno que sea reconocido como digno de confianza, al menos en lo público.
Bueno, pues eso se les ha podrido por la corrupción en la que se han visto envueltos, tanto hombres, como mujeres. No hay distinción de género.
El nombre de Javier Duarte, Elba Esther Gordillo, Tomás Yarrington, Andrés Granier, Guillermo Padrés, Luis Armando Reynoso Femat y otros más, exgobernadores y políticos que aún no pisan la cárcel, ha quedado enlodado de por vida. ¿Por qué? Por la corrupción en la que se han visto involucrados. La que pudrió su nombre y no solo eso. El de sus respectivas familias también.
Todo acto de corrupción es producto de un acto de injustica. La corrupción pudre todo lo que toca. Es letal. Deja una mancha que no puede ser borrada ni con el mejor jabón del mundo.
Estas personas dañaron el patrimonio de la nación. Lesionaron a miles de personas con sus actos de injusticia. Se ha robado al pobre por ser pobre. Oprimieron a miles para aumentar las ganancias personales. Y bien que lo han hecho. Pero a costa de manchar, ensuciar y de echar a perder lo más preciado que tenían y lo que se empeñaron tanto tiempo en cuidar. Lo único que era de su completa propiedad, su nombre.
La ambición, el orgullo, las ínfulas de poder les cegaron. Hoy cosechan la injusticia que sembraron, producto de la debilidad de su carácter. Ahí El Meollo del Asunto.
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