Visiones del cielo y del infierno

Visiones del cielo “Vale, o valde decora” (“Salve, agraciada doncella”) La Guerra de los Cien Años está cerca de llegar a su fin.  En abril de 1429, un pequeño contingente de soldados atraviesa los soleados campos de...

6 de octubre, 2022

Visiones del cielo

“Vale, o valde decora” (“Salve, agraciada doncella”)

La Guerra de los Cien Años está cerca de llegar a su fin. 

En abril de 1429, un pequeño contingente de soldados atraviesa los soleados campos de Borgoña en camino a la ciudad de Orleans. Lo encabeza un hombre de cabello negro cual ala de cuervo nacido en Champtocé en la región de Loira, de cuna noble más no rica llamado Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais. Aunque aún es joven, ha adquirido una notable reputación como estratega durante los años de conflicto. 

A su lado cabalga una adolescente de cabello rubio y piel bronceada por el sol de su natal Domrémy, quien previamente ha solicitado audiencia y declarado ante el mismísimo delfín de Francia, Carlos VII, que la Virgen María le ha hablado a través de enigmáticas visiones, envuelta en llamas, visualizando la derrota inglesa, convencida de que una misión divina le ha sido predestinada. Dice llamarse Juana de Arco. 

Mientras todos en la corte la escuchan con la desconfianza con que se hace a aquellos que hablan sinsentidos, el barón de Rais, ferviente cristiano, interviene en su favor y juntos parten a enfrentar a los ingleses y sus aliados en lo que se conocerá como la campaña de Loire. 

Aun y cuando la empresa que tienen por delante parece imposible, ninguno titubea, confiados en que la palabra empeñada de Dios está de su lado. La batalla que se sobreviene es ardua; mientras arenga a las tropas Juana recibe un flechazo, entre su cuello y hombro que casi son de niña y, aunque pierde mucha sangre, sobrevive. En escasos ocho días las fuerzas francesas logran levantar el cerco de Orleans. 

La apoteosis es gloriosa; la virginal doncella y el joven capitán se convierten en héroes y son aclamados por multitudes que se apretujan para saludarlos, tocarlos y colmarlos de bendiciones. La noticia recorre el país y la moral del ejército francés se halla en su cénit. Pero apenas tienen tiempo para saborear su felicidad; quedan otras ciudades y batallas por librar. 

La pareja repite la hazaña y emergen victoriosos primero en Jargeau y luego en Patay.  Tras el éxito de tamaña empresa, Gilles de Montmorency-Laval es nombrado mariscal de Francia con tan sólo 25 años “por sus grandes y encomiables servicios” e integra el símbolo real francés, la flor de lis, a su escudo de armas. Se encuentra presente, junto con Juana, en un sitio de honor durante la proclamación de Carlos VII como rey en la catedral de Reims, cuyo pórtico mayor está dedicado, coincidentemente, a la Virgen María. El barón de Rais ha pasado de ser un noble empobrecido y un conocido estratega a un militar condecorado, inmensamente rico y cercano al nuevo monarca francés.  

Es entonces que los caminos de Gilles de Montmorency y Juana de Arco se bifurcan. Aunque ambos se profesan un respeto y cariño inconmensurables, el nuevo mariscal posee responsabilidades monárquicas que atender y la joven siente la imperiosa necesidad de seguir el camino del soldado y de los oráculos

Algunos meses después Juana participa, con escaso éxito, en el asedio de París y en el de La Charité. La corte y el rey, siempre recelosos, comienzan a dudar de la divinidad de su encomienda y le retiran buena parte de los efectivos militares a su disposición. Ahora, al mando de algunos voluntarios y mientras el barón se encuentra a unos escasos veinticinco kilómetros de distancia, la doncella de Orleans es traicionada y capturada por los ingleses en Rouen. Cuando la noticia llega a los oídos del mariscal, éste intenta fraguar una estratagema para liberarla, pero debido a la rapidez con que se suceden los acontecimientos, ésta no logra su cometido. 

Pierre Cauchon, obispo de Beauvais y el representante del Inquisidor de Francia, Jean Le Maitre, inician un proceso contra ella acusándola de herejía. Durante su testimonio, hace hincapié en que Marie Robin de Avignon, la pitonisa, ha previsto que una virgen armada salvará a Francia de sus enemigos y es ella en quien se cumplen las profecías. Las numerosas visiones que vuelve a describir con lujo de detalle son clasificadas como impías y es condenada a muerte. 

Con el sobrenatural aplomo que poseen los mártires, Juana de Arco afronta al fuego expiatorio el 30 de mayo de 1431, con sólo 19 años de edad.  

“Christo canamus principi” (“A Cristo nuestro príncipe cantamos al fin”)

Sabedor de lo anterior y tras su última victoria militar, el mariscal se retira de la vida pública y se recluye en uno de sus castillos, dedicado enteramente a la que considera su propia misión divina; primero se avoca a la construcción de la imponente Capilla de los Santos Inocentes, donde habrá de resonar el eco de la liturgia que se celebra diariamente. 

Después, se encarga de producir una obra teatral titulada “El misterio del sitio de Orleans” donde se glorifican los eventos de aquella campaña y sobre todo la participación que la doncella adolescente tuvo en ella. La producción no escatima en gasto alguno, ya que cuenta con dos mil líneas de diálogo, numerosos actores, quinientos extras y cientos de disfraces. 

Por su parte, las pesadas puertas del castillo de Tiffauges se abren de par en par. Todo aquel que desee acercarse es bienvenido, desde nobles y cortesanos hasta campesinos y mendigos, nacionales o extranjeros; a todos sin excepción se les brinda alimento, refugio y algo de dinero, cuyo costo absorbe el barón. 

Desde las regiones más distantes de Francia, las mejores voces masculinas son contratadas para que entonen, a través del canto llano, el Salve Festa Dies y el Angelum autem Domini. 

Mientras tanto transcurren los días calurosos y los de frío, los veranos y los inviernos; los meses se transforman en años entre misas, cantos y piadoso dispendio hasta que los cofres comienzan a vaciarse, los bienes a venderse, las deudas se acumulan y la ruina llega, inevitable. 

Visiones del infierno

“Luciferi Imperator Omnipotentis” (“Lucifer, emperador omnipotente”)

En octubre de 1440, Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, destrozado física y mentalmente, comparece ante el tribunal encabezado por el obispo de Nantes y el Duque de Bretaña. Aunque no se encuentra un solo cuerpo, hueso, diente o prenda manchada de sangre en donde se supone deben estar, es decir sin evidencia física que respalde los dichos, los testimonios son abrumadores y convencen al jurado al tiempo que aterrorizan a toda Francia. 

Un embaucador de apellido Prelati y dos de los sirvientes (Henriet y Poitou) del barón de Rais, previa tortura por parte de las huestes inquisitoriales, describen con detalle la espiral descendente, hasta el más profundo foso del infierno, en que se ha sumergido el mariscal francés. 

Arruinado, cuentan, voltea sus ojos a la alquimia primero y al ocultismo después. Prelati le ofrece cuantiosas riquezas, como antaño, a cambio de ofrendas y un pacto demoníaco. Es entonces que los sirvientes narran el rapto de los niños, adolescentes y adultos jóvenes de las aldeas cercanas y los posteriores asesinatos cometidos a través del tiempo. 

Se habla de decapitaciones, violaciones y desmembramientos. Los rituales se convierten en obscenos aquelarres donde convergen la tortura, la lujuria y la sangre. Tras el frenesí homicida, continúan narrando Henriet y Poitou, el mariscal vaga como un fantasma en los campos y senderos cercanos a su morada, sollozando e implorando el perdón divino. Cuando regresa al interior, cree observar al demonio esperándole en cada oscura esquina del castillo, exigiéndole más sacrificios. 

Dónde antes había luz, ahora sólo hay tinieblas. Donde antes resonaban los cantos gregorianos ahora sólo existen gritos, gemidos y llantos. Nadie en los alrededores está a salvo del sediento demonio y sus esbirros. Primero son unas cuantas, luego decenas y al final cientos de víctimas raptadas y torturadas acorde con el recuento que hacen los cómplices de Gilles. 

El día 22 de aquel mes, ante la amenaza de tortura y más importante aún, de excomunión, el mariscal y antiguo héroe nacional se declara culpable de todos los cargos que se le imputan, los cuales incluyen herejía y homicidio. Se le permite realizar su última confesión y el 26 de octubre, con 34 años, es llevado ante las llamas de la hoguera, que, en su caso, preceden a las del infierno. 

Uno de los miembros del tribunal, Juan V, Duque de Bretaña, recibe los títulos y las propiedades que aún pertenecían al linaje Montmorency-Laval.  

Redemptio? (Redención?)

Beatificada en 1909 por el papa Pío X y canonizada en 1920 por Benedicto XV, tras cuatro procesos eclesiásticos que ponían en duda la sentencia con la cual fue ejecutada, Juana de Arco se transformó en uno de los nueve santos patronos de Francia y su leyenda se mantiene vigente. 

El caso de Gilles de Montmorency-Leval, mejor conocido como Gilles de Rais, no vuelve a ser revisado y aún hoy continúa considerándose por encima de todo, un tenebroso episodio de la historia francesa y a él, uno de los asesinos seriales primigenios de la historia.   

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