Vaya novela de Annie Erneaux, premio Nobel de Literatura 2022. Narra el affaire de la autora con un diplomático de Europa del este. Aunque no se dice ni la nacionalidad ni el nombre del amante, todo me hace suponer que es ruso.
Los acontecimientos suceden a finales de los años 80. Ernaux publicó esta novela en 1992 y desde entonces se ha convertido en uno de sus libros más leídos. La forma en la que trata el sexo asombra, pues no es ni estridente ni morbosa. Habla del sexo con neutralidad, sin sermones morales. Es una manera muy natural de hablar sobre algo que haría ruborizar a muchas personas.
La protagonista –que es la misma autora–, una mujer en sus cuarentas, conoce a un diplomático de Europa del este, un poco más joven que ella, que está asignado en París. Él es casado y ella lo sabe. Pero, de nuevo, no hay juicios, ni remordimientos, ni pesares, ni un dios todopoderoso que esté observando cada acción.
El diplomático es todo un bon vivant que disfruta de la ropa de diseñador y de los autos suntuosos, y además es muy hermoso, casi como Alain Delon, a quien se parece. La pasión de esta mujer es narrada con precisión y lucidez, no con fuego ni sangre. Por decirlo de algún modo, se trata de la pasión desbordada, pero canalizada a través de la razón, valga el contrasentido, y narrada de una manera fría, desprovista de juicios, pero no por ello menos intensa.
Por ejemplo, la narradora cuenta que para ella no había habido nada más importante en su vida –ni siquiera tener hijos o viajar– que estar en la cama con aquel hombre a media tarde. Y al mismo tiempo reconoce que todo es perecedero, que la acumulación de placer terminará por separarlos, porque ella sabe que están agotando un “capital de deseo”. Admite que no quiere explicar ni justificar esa pasión que siente, sino solo exponerla. Y eso es precisamente lo que hace Ernaux en esta novela.
En cuanto a la esposa del diplomático, Ernaux nos cuenta que tenía cuidado de no dejar huellas en la ropa de él y que hacía todo lo posible para evitarle a él y a la esposa una ruptura. Y la razón no era moral, sino práctica: Ernaux no quería que su amante la abandonara, y un eventual drama entre esos esposos de Europa del este tendría, sin duda, ese efecto.
Ernaux confiesa que todo para ella en aquellos días era carencia pura, excepto cuando estaba en el lecho con su amante. Pero llegó el día en que él tuvo que regresar a su país. Ella comprendió que todo había terminado. La relación había durado poco más de un año, del verano de 1988 a finales de 1989.
En febrero de 1991 el amante volvió a París inesperadamente. Ebrio, llegó a la casa de Ernaux. Naturalmente hicieron el amor, pero ya nada fue igual: “el hombre que regresó aquella noche tampoco es el que llevé dentro de mí durante el año que estuvo aquí, ni después, cuando escribía. Jamás volveré a ver a ese hombre.”
Al final, Erneaux hace una confesión que vale todo el libro: dice que cuando era niña, pensaba que la vida eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones en la playa. Poco después, en la juventud, creyó que lo importante era vivir una vida intelectual. Pero en un tercer momento, ella ya una mujer madura, se da cuenta que el quid de la existencia consiste en vivir una pasión por un hombre o por una mujer. Un poco como las tres edades: una infancia sumida en la materialidad, una juventud que exalta al intelecto, y una madurez de plenitud sexual y placer beatificante.
Gran libro, sin duda. Muy breve, y desde el punto de vista de la estructura novelística, muy simple. Su título en francés es elocuente: pasión simple. Eso es lo que es este libro que se lee como si fuera un cuento largo, y se saborea en una tarde, quizá con uno o dos vasos de vino, francés, por supuesto.
La forma en que varias autoras francesas tratan el sexo, es verdaderamente notable. Lo hacen con una precisión casi quirúrgica. He ahí La vie sexuelle de Catherine M, escrita por Catherine Millet, o J’ai joui (El goce supremo), escrita bajo el pseudónimo de Sarah, o L’amant (El amante), de Marguerite Duras, y la misma Passion simple, de Ernaux, todas novelas autobiográficas.
Francia es el país que más premios Nobel de Literatura tiene. Annie Ernaux es una digna galardonada.
Pura pasión (Passion simple). Autor: Annie Ernaux (Francia). Editorial Tusquets
80 páginas. Mi calificación: 4 de 5 estrellas
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