Ya que estamos en confianza y en agradecimiento a que me has ayudado como alcalde de la ciudad para facilitarme los permisos y las licencias que expide el Ayuntamiento, te contaré la verdad sobre cómo me hice de una gran fortuna de un día para otro. A mis 79 años pude cumplir mi sueño de ser la dueña de un antro de lujo y de moda.
La historia comienza en una residencia para ancianos donde me internó mi hija a mis 73 años. Ahí entablé amistad con un grupo de ancianos de mi edad y mayores que yo, con una posición económica más acomodada que la mía. Se nos conocía como “los siete hermanos” porque siempre nos juntábamos para pasar el rato.
Una buena tarde de vino y juego de cartas, el mayor de nosotros, el ingeniero Jaquess, nos hizo una propuesta cuyo planteamiento era sencillo: dejar asentado en nuestro testamento que todos nuestros bienes los heredaría el de mayor edad de “los siete hermanos”, hasta que el último sobreviviente de nosotros fuese el beneficiario de toda esa bolsa acumulada. Era una especie de ruleta donde solo uno podía ganar. El compromiso (ese no estaba explícito en el documento alguno, sino que era de palabra) consistía en utilizar todo ese capital para crear una residencia para gente de la tercera edad de escasos recursos.
Con el pasar de los años fueron enfermando y perdiendo la vida los miembros de “los siete hermanos” hasta que finalmente, en el primer año de la pandemia, partieron los tres últimos. En mi caso, gracias a que me aislé rigurosamente para evitar el contagio, no enfermé y sobreviví. No fue hasta que me pude vacunar que pude asistir a la notaría pública, donde se me nombró heredera universal de la Señora Wings, quien previamente había heredado la suma de los bienes de cinco de “los siete hermanos” ya fallecidos.
Pese a no haber cumplido con mi compromiso de palabra con mis seis hermanos, estoy convencida de que el uso que le di a mi nueva fortuna fue la correcta. Abandoné la residencia de ancianos para comprarme un buen departamento. Además adquirí este terreno para edificar una especie de Templo de Baco del Siglo 21 en forma de discoteca, con la mejor tecnología, un lugar donde puedo ser la reina de la noche por cuantos años Dios me otorgue aún de vida.
No tengo remordimiento. Como puedes ver, genero buenos empleos y, sobre todo, doy felicidad, aunque sea efímera, a miles de personas de todas las edades. Eso sí, fundamentalmente busco satisfacer a gente de muy alto nivel socioeconómico por aquello de que “los ricos también lloran”. Nunca he considerado que cometí traición alguna a mis “hermanos”, simplemente cumplí con lo acordado, pero imprimiéndole mi sello personal. El propósito de brindar consuelo a muchas almas acongojadas lo cumplí a cabalidad. Mira a tu alrededor: la felicidad de toda esta gente no sería posible sin mi gran obra pía, cristalizando mi compromiso con un inmejorable estilo.
¿Me preguntas a quién pasará todo esto cuando deje de existir en este plano? Mira a este chico tan joven y apuesto. Es mi novio, tiene apenas 32 años y es de origen humilde. ¿No cumpliré además con colaborar en este mundo con un poco de permeabilidad socioeconómica?
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