Nueva religión

Hace más de 15 años ya, fuerzas federales, se dice, se llevaron, con lujo de violencia, a Juan Camargo alias “el  J.C.” mientras disfrutaba de un coctel de camarón en una modesta marisquería del centro de la...

12 de julio, 2023 Nueva religión

Hace más de 15 años ya, fuerzas federales, se dice, se llevaron, con lujo de violencia, a Juan Camargo alias “el  J.C.” mientras disfrutaba de un coctel de camarón en una modesta marisquería del centro de la Ciudad de Mazatlán. Exitoso y conocido narcotraficante, líder de una poderosa célula dedicada al trasiego de cocaína y otras drogas ilegales a los Estados Unidos, su encumbramiento como capo, de haber nacido en cuna muy humilde, se fraguó a base de sangre y fuego, traicionó y asesinó por la espalda a su otrora amigo y jefe mientras tomaban una cerveza y bromeaban.

A partir de ese osado y temerario paso dado, todo fue un ascenso meteórico, mediante el amedrentamiento o la compra de elementos de las fuerzas del orden de todos los niveles. Abriéndose paso entre cadáveres, se convirtió en un ícono e incluso en modelo a seguir por no pocos adolescentes y jóvenes con grandes sueños.

El día que se lo llevaron, se ha dicho, fue golpeado e incluso torturado, y en la madrugada, cuando lo creían muerto lo subieron a un helicóptero de la fiscalía y lo dejaron colgando de una de las enormes antenas repetidoras de las señales de televisión en la cima de sobresaliente cerro. La versión oficial fue que lo hizo un grupo contrario al de Camargo, pero la vox populi dice que fue el Gobierno.  

El caso es que al amanecer, la ciudad entera fue testigo de la macabra escena, si no viéndola con sus propios ojos, sí en los noticieros de televisión locales y nacionales, o en la prensa nacional e internacional. Lo que siguió después fue un estado de cierta tristeza en toda su región,  ya que el hombre tenía un lado eminentemente solidario y filántropo. En las colonias menos favorecidas realmente se sintió un dejo de, incluso, abandono. 

La leyenda había empezado a dar paso al mito. Lo primero fueron las playeras con su imagen estampada que comenzaron a ser vendidas en los puestos callejeros. De ahí incluso en tiendas de ropa más caras en alguno que otro gran centro comercial, dos o tres libros biográficos tuvieron gran éxito en ventas, y los jóvenes que se aventuraban en el negocio ilegal trataban de emular sus pasos. La meta era convertirse en un “J.C.”. 

Mas el gran salto de leyenda a mito aún no se daba. Éste se empezó a gestar una tarde, en la que una madre afirmó que su pequeña hija había vencido a una agresiva leucemia gracias a sus oraciones al mismísimo Juan Camargo. Desde ahí y con la ayuda de los amarillistas medios que divulgaron la noticia, se llegó al paroxismo de la aparición cuasi espontánea de altares callejeros a Camargo, donde parecen prenderse solas decenas de veladoras al nuevo “santo”, incluso después en casi todas las Ciudades norteñas, y más aún en las fronterizas, estando hoy en todas las grandes Ciudades de México, varios altares en la Capital del país y en algunas ciudades de Estados Unidos y Canadá incluidos. 

Se conoce, por declaraciones de no pocos detenidos y testimonios de gente cercana a algún narco (o aspirante a serlo) que antes de aventurarse en alguna “chamba” propia del negocio se encomiendan a la figura divina, y mediante rezos y promesas para que el asunto en cuestión encuentre venturoso fin.

Así fue entonces como desde hace unos tres años se empezaron a encontrar entre las pertenencias de algunos detenidos y cadáveres de delincuentes abatidos un curioso fetiche, dijes de oro de diferentes tamaños formando una antena, y de la misma colgando un pequeño cuerpo antropomorfo; también tatuajes con similar estampa. Se trata de una representación de lo que llaman “el calvario de San Juan Camargo o el ‘J.C.’ “, que, según dice la doctrina del culto de moda, vivió una vida ejemplar, solventó necesidades de los marginados y murió en un calvario, de forma muy injusta y cruel, pero que con su muerte terrenal dio paso a una vida eterna, desde la cual cuida y protege a los que incursionan en la industria criminal, haciendo uno que otro milagro a quienes le piden rezándole con auténtica fe, y brindando protección sólo a los criminales que puedan justificar sus hechos, ya que ha trascendido que en la iglesia “camarguiana” el fin está por encima de los medios. 

Cabe destacar el hecho de que según lo que se platica en las calles, la iglesia católica no sólo no condena a dicha pseudoiglesia, sino que coexiste con ella con tácito reconocimiento ya que, entre otras cosas, parte de su grey se confiesa con sus sacerdotes, asisten a sus misas e incluso aportan nada desdeñables limosnas en pos de causas más que nobles.

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