Los Olvidos | 32

Una vez más estaba yo sentado frente a las dos cajas que se habían vuelto el centro de mi atención durante los últimos tiempos. Don Marcelino (increíblemente amable y atento) tuvo el detalle de regalarme una taza...

4 de junio, 2021 Los Olvidos

Una vez más estaba yo sentado frente a las dos cajas que se habían vuelto el centro de mi atención durante los últimos tiempos. Don Marcelino (increíblemente amable y atento) tuvo el detalle de regalarme una taza de café para que lo disfrutara mientras revisaba “mis tesoros”, como ahora los llamaba él. Me hizo gracia que esta vez el café no estaba en un jarrito de barro sino en una tacita de peltre azul pálido como la que luego le robaba yo a mi nana Concha en la casa de Churubusco.

Cuando llegó Don Marcelino al mirador con el café, me preguntó si no había problema con la humilde taza; la verdad me dio risa y le conté que frecuentemente le pedía el café a mi nana en una taza parecida. Cuando le dije de mi nana, puso cara de incredulidad, y me dijo:

– ¿De veras tiene usted nana?

– Desde chiquito hasta la fecha, Don Marcelino.

Ante mi respuesta tan contundente, sonrió y me dejó en el mirador alejándose mientras decía:

– Lo increíble es que se lo creo, se lo creo…

¿En qué orden revisaría yo esos diarios y esos álbumes? Pensé que la mejor forma era seguirlos revisando al azar, pero iniciando con el diario de 1934 que hasta entonces no había leído.

Este diario no era de Matilda sino de su mamá. Al inicio, contenía una anotación que decía: Jeri H. O’Shea, diary 1934. Por curiosidad busqué el 14 de marzo para ver si Jeri Claymon había hecho alguna entrada en el cumpleaños de Matilda.

Después de hojear sin ver más que las fechas, encontré la del martes 13 de marzo. Puse el diario un momento sobre el tocador, y tomé un poco de café que me permitía disfrutar mi tarea/aventura más relajadamente. Al inicio de la entrada escrita por Jeri Claymon, había un dibujo firmado por M.C. Era un pastel con nueve velas encendidas, rodeado por dos niñas y un niño con gorritos típicos de las fiestas infantiles.

Justo debajo de las figuras de las niñas estaban los nombres: Betty y Ale; me llamó la atención que el niño del dibujo no tenía indicado su nombre… Justo debajo de la imagen, comenzaba la anotación que hizo ese día Jeri Claymon.

Martes 13 de marzo 1934. (* Al final, versión original en inglés).

Querido diario,

Matilda cumple nueve años mañana.

Estuvimos horneando su pastel de chocolate y lo decoramos con betún amarillo canario con adornos azules y rosas, además de un letrero escrito con dulla para poder aplicar las letras de betún azules diciendo: ¡Felicidades Matilda!

Matilda anoche era un torbellino. Le dije que no podíamos dejar la cocina hecha un desastre porque Tracy (la cocinera) tiene suficiente trabajo todos los días como para dejarla que limpie el tiradero que hicimos, de manera que nos dimos a la tarea de dejar todo como lo habíamos encontrado antes del experimento de repostería.

Al terminar, Matilda tenía la cara maquillada con betún y se veía adorable.

Soy una mamá consentidora, pero no lo puedo evitar.

¿Cómo podría ser de otro modo, cuando me hace tanta gracia su ingenio y su alegría?

Después de lavar a conciencia todo lo que ensuciamos, Matilda tuvo que bañarse aparte de dar su ropa a lavar.

Llevamos una semana en San Francisco; Matilda se asombra de todo lo que ve; le encantó ir al parque de las bellas artes y al Golden Gate; mañana vamos a ir a Sausalito al otro lado del puente, para pasar el día y después regresaremos a casa de mis papás para celebrar su cumpleaños.

Mis papás adoran a Matilda y la consienten todo lo que pueden; ella, naturalmente, está encantada de haber venido a casa de sus abuelos.

Mis hermanas la adoran y la quieren traer de arriba abajo todo el tiempo; Matilda se deja querer y está fascinada de haberlas vuelto a ver.

Ginny, que todavía vive con mis papás, es su favorita, aunque quiere mucho a Peggy y a María y ha descubierto a sus primos con los que juega y se divierte mucho.

Las compañías mineras inglesas y americanas que operan en Chihuahua y Zacatecas han logrado establecer una especie de puente aéreo con algunas ciudades de Estados Unidos, gracias a lo cual, ahora podemos vernos un poco más frecuentemente.

Mis papás y mis hermanas están felices con Matilda, querrían que nos quedáramos aquí siempre.

Yo apenas puedo creer cuánto ha crecido y lo lista que es; apenas ayer la cargaba en mis brazos recién nacida y ahora es una niña inquieta que quiere aprender todo lo que puede.

Me da mucho gusto que lea todo lo que cae en sus manos; le encantan las historias de Emilio Salgari; ahora está leyendo África Tenebrosa de Stanley, que descubrió en la biblioteca de mis papás que, al ver su fascinación con el libro, se lo regalaron por su cumpleaños.

Nos encanta verla tan feliz.

Jeri C.

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La crónica del cumpleaños seguía en el diario del jueves 15. Tenía yo francamente mucha curiosidad y seguí leyendo.

Jueves 15 de marzo 1934. (* Al final, versión original en inglés).

Querido diario,

Ayer fue un día maravilloso.

Cuando me levanté por la mañana, Matilda seguía dormida todavía; es natural, porque ayer no paró ni un instante.

Le cantamos las mañanitas y también happy birthday; despertó de inmediato y nos regaló una gran sonrisa mientras tendía sus brazos diciéndole a su papá que quería que la cargara.

Emmanuell la sujetó como siempre y en una maniobra que a Matilda le encanta, la montó sobre sus hombros y fuimos al comedor a desayunar.

Después de desayunar fuimos a la iglesia a dar las gracias, y luego a mediodía, llegaron mis hermanas con sus esposos y mis sobrinos.

Matilda pidió que le prepararan estofado irlandés que descubrió desde que una vez lo hice en Zacatecas y le encanta.

Comimos en familia muy contentos poniéndonos al día de las noticias y chismes típicos durante la sobremesa.

Matilda y sus primos Kevin, Patrick y Oona se pasaron la tarde andando en bicicleta; Matilda adora andar en bicicleta todo lo que puede; dice que le encanta sentir el aire en las bajadas; yo le pido que tenga cuidado porque podría lastimarse.

Cuando los llamamos para que Matilda apagara las velas de su pastel, vinieron corriendo.

Matilda muy orgullosa les dijo a todos que había horneado el pastel con “un poco” de mi ayuda…

Todos se rieron muy alegres y aplaudían sus dotes de repostera.

Al momento de apagar las velas, cerró los ojos y pidió silencio muy seria; se veía adorable con las velas encendidas enmarcando su carita de ángel.

Cuando por fin las apagó, todos le aplaudimos y ella no ocultaba su felicidad.

Mis papás le regalaron el libro de África y una hermosa muñeca con cara de porcelana; Emmanuell le regaló una edición muy bonita de la Isla del Tesoro de Stevenson, que viene dentro de un gran sobre amarillo y tiene cubiertas azul marino de tela; el libro está precioso con ilustraciones grabadas en acero y algunas láminas a colores.

Mi hermana Oona le regaló un prendedor de esmalte que es una bicicleta de carreras, porque sabe que le encantan.

Peggy le regaló unos lápices de colores muy bonitos y un cuaderno con las páginas en blanco que tiene las pastas de piel con su nombre grabado.

María le dio otro libro que Matilda le pidió cuando mi hermana le preguntó qué era lo que le gustaría que le diera por su cumpleaños.

Un regalo que le gustó muchísimo fue una bolsita de tela llena de canicas de colores; tenía una tarjetita que solamente decía “para Matilda” atada a la bolsita con un lazo pequeño.

No supe quien tuvo la idea de regalarle canicas, pero parecía que le hubieran regalado brillantes a una princesa. ¿Quién entiende a las mujeres, a cualquier edad?

De verdad somos muy bendecidos; no puedo más que agradecer a Dios y pedirle que esta dulce niñita sea siempre muy pero muy feliz.

Jeri C.

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Me quedé pensando en las dos entradas de ese diario; pude imaginar el ambiente festivo en casa de los abuelitos de Matilda para quienes tener a su nieta de visita en San Francisco, tenía que ser un acontecimiento maravilloso sin importar que fuera o no fuera su cumpleaños.

No me pasó desapercibida su afición por la bicicleta; me llamó mucho la atención la bolsita de canicas; ¿Quién se la habría regalado?

Releí lo dicho por su mamá sorprendida al verla tan feliz con sus canicas, como una princesa que hubiera recibido diamantes como regalo.

La podía yo imaginar sin dificultad, jugando con sus primos a las canicas sin importarle ensuciar sus rodillas. Algo que me llamó especialmente la atención hasta conmoverme fue que, sujeta con grapas a la última página de esa entrada, en una bolsita de celofán, estaban nueve velitas de color amarillo pálido, cuyos pabilos negros evidenciaban que habían sido utilizadas.

Tenía yo ante mis ojos no solamente una descripción hecha por su madre, sino un vestigio vivo y personalísimo del momento en que Matilda, con apenas nueve años, había pensado un deseo al apagarlas; y todo precisamente el 14 de marzo. Al apagar esas velitas ¿qué habría pedido?

Poco antes de cumplir 9 años como ahora ella cumplía, me llevaron de mi casa al internado en Virginia; para entonces ya había yo pasado muchos ratos mirando desde la casa Ralph hacia el acantilado donde estaba Los Olvidos; cuando se es tan pequeño, no han llegado a nosotros las ilusiones que florecen con la adolescencia, pero percibimos, nos damos cuenta, entendemos y soñamos.

Al ver las nueve velas que guardaban en sus pabilos apagados el deseo de aquella niñita de 9 años me imaginé jugando canicas con ella, leyendo las aventuras de Salgari, enseñándole mis cochecitos de juguete; habríamos podido ser amigos fácilmente.

Parecería increíble, pero poniendo un poco de atención, veía a Matilda apagándolas para cumplir el inocente ritual de sus sueños infantiles. ¿Qué le hubiera regalado yo de haber estado ahí aquel día? Pensé en varias posibilidades. Le habría dado uno de mis soldaditos Lineol alemanes para que la cuidara siempre; un carrito de metal y posiblemente también una bolsita de canicas, ¿Por qué no?

Matilda era en ese momento, una amiga y compañera de juegos con la que me hubiera encantado ir al pueblo de Churubusco por pan, o subirme a la rama de un árbol y sentarnos ahí a escuchar a las aves y platicar de las aventuras que ella leía.

Palpé las velitas sin sacarlas de su bolsa; recordar que nacimos el mismo día me transportó a su fiesta; éramos así en ese instante, dos amigos de la misma edad; amigos a pesar de la distancia y de la quimera del tiempo nacidos un 14 de marzo.

La vi frente a mí del otro lado de la mesa; la vi cerrar los ojos disponiéndose a formular su deseo; vi la alegría en sus abuelos y sus papás; observé a sus primos y a sus tíos; vi su sonrisa que seguiría siendo la misma; por un instante sentí que podía verme; entonces, sonriéndole, le dije feliz cumpleaños Matilda, y al cerrar el diario, pude escuchar el mar cantando alegremente en la escollera.

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(*) Jeri H. O’Shea Claymon

Tuesday March 13, 1934.

Dear Diary,

Matilda turns nine tomorrow.

We were with my mother baking her chocolate cake and decorated it with canary yellow frosting with blue and pink decorations, as well as a sign written with dulla to apply the blue frosting letters saying: Congratulations Matilda!

Matilda last night was a whirlwind; I told her that we couldn’t leave the kitchen in a mess because Fidela (the cook) has enough work every day to let her clean up the mess we made, so we set ourselves the task of leaving everything as we had found it before the baking experiment.

When finished, Matilda had her face made up with shoe polish and she looked adorable.

I’m a pampering mom, but I can’t help it.

How could it be otherwise, when I am so amused by his wit and joy?

After thoroughly washing everything we got dirty, Matilda had to bathe apart from giving her clothes to wash.

We have been in San Francisco for a week; Matilda is amazed at everything she sees; he loved going to the fine arts park and the Golden Gate; tomorrow we are going to go to Sausalito across the bridge, to spend the day and then we will return to my parents’ house to celebrate their birthday.

My parents adore Matilda and spoil her as much as they can; she is naturally delighted to have come to her grandparents’ house.

My sisters adore her and want to bring her up and down all the time; Matilda lets herself be loved and is fascinated to have seen them again.

Ginny, who still lives with my parents, is her favorite, although she loves Peggy and Maria very much and has discovered her cousins who she plays with and has a lot of fun with.

The British and American mining companies that operate in Chihuahua and Zacatecas have managed to establish a kind of Air Bridge with some cities in the United States, thanks to which we can now see each other a little more frequently.

My parents and sisters are happy with Matilda; they would like us to stay here forever.

I can hardly believe how much she has grown and how smart she is; just yesterday I was carrying her in my arms as a newborn and now she is a restless girl who wants to learn everything she can.

I am very glad that you read everything that falls into your hands; he loves the stories of Emilio Salgari; He is now reading Dark Africa by Stanley, who he discovered in my parents’ library that, seeing his fascination with the book, they gave it to him for his birthday.

We love seeing her so happy.

Jeri C.

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Thursday March 15, 1934.

Dear Diary,

Yesterday was a wonderful day.

When I got up in the morning, Matilda was still asleep; it’s natural, because yesterday he didn’t stop for an instant.

We sing him the Mananitas and also happy birthday; She woke up immediately and gave us a big smile as she held out her arms telling her dad that she wanted him to carry her.

Emmanuell held her as always and in a maneuver that Matilda loves, she mounted her on her shoulders and we went to the dining room for breakfast.

After breakfast we went to church to give thanks, and then at noon my sisters arrived with their husbands and nephews.

Matilda asked for an Irish stew that she discovered since I once made it in Zacatecas and she loves it.

We ate as a family very happy, catching up on the news and typical gossip during the after dinner.

Matilda and her cousins Kevin, Patrick, and Oona spent the afternoon riding their bikes; Matilda loves to ride her bike as much as she can; says he loves to feel the air on the downs; I ask you to be careful because you could hurt yourself.

When we called for Matilda to blow out the candles on her cake, they came running.

Matilda proudly told everyone that she had baked the cake with “a little” of my help…

They all laughed happily and applauded her pastry skills.

At the moment of extinguishing the candles, he closed his eyes and asked for very serious silence; she looked adorable with the lit candles framing her little angel face.

When he finally turned them off, we all applauded and she made no secret of her happiness.

My parents gave her the Africa book and a beautiful porcelain-faced doll; Emmanuell gave her a very nice edition of Stevenson’s Treasure Island, which comes in a large yellow envelope and has navy blue cloth covers; the book is beautiful with illustrations engraved in steel and some colored plates.

My sister Oona gave her an enamel pin that is a racing bike, because she knows she loves them.

Peggy gave her some very nice colored pencils and a notebook with the blank pages that have the fur pastes with her name engraved on.

Maria gave her another book that Matilda asked for when my sister asked her what she would like her to give her for her birthday.

One gift that he really liked was a cloth bag full of colored marbles; she had a little card that only said “for Matilda” tied to the bag with a small bow.

I didn’t know who had the idea of giving her marbles, but it seemed like they had given a princess diamonds. Who understands women, at any age?

We are truly very blessed; I can only thank God and ask him that this sweet little girl is always very, very happy.

Jeri C.

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