La verdad pálida

Leer es un acto revolucionario. Cuando leemos, la verdad se filtra en forma subterránea entre las líneas de la  historia y nos revela  grandes verdades sobre nosotros mismos.

1 de febrero, 2022

Revisando literatura de tiempos de la Revolución rusa, leí un cuento de Vladimir Zubtzov, autor conocido bajo el seudónimo  de Vladimir Zazubrin.  Me parece un personaje notable. Dentro del rigor del régimen socialista ruso, fungió como doble agente, además de revelar a través de sus letras la dolorosa realidad del sistema.  Quizá su obra más conocida sea “La astilla”.  Esta vez quiero referirme al cuento “La verdad pálida”, cuyo personaje central, el Camarada Averianov, va transitando desde su oficio habitual frente a la fragua, hasta ocupar un cargo de alta jerarquía dentro del sistema. Desde un inicio él está consciente de que no cuenta con la preparación requerida para los puestos, cada vez de mayor importancia que le van asignando sus superiores.  Mediante una narrativa muy rica, el autor relata entre líneas  lo que fue el socialismo de aquellos tiempos. Utiliza un aforismo muy descriptivo acerca de dicho sistema político: “Atacar a los hombres a favor de la humanidad”.

Encuentro muy interesante esta lectura que nos introduce en el mundo del adoctrinamiento, al punto que el propio protagonista de la obra, aun con las evidencias frente a sí, continúa en todo momento actuando de forma ingenua, en el supuesto de que se trata de malentendidos, y que todos trabajan en conjunto a favor de la causa revolucionaria. Las cosas se van complicando para él, hasta terminar en un juicio popular en el cual todo se vuelve en contra suya, condenado como el mayor responsable de un sistema de sustracción de bienes del Estado, cuando en realidad fue víctima de una red de complicidades tejidas en torno a su cargo como funcionario, con base en los principios ideológicos en los que él creyó en todo momento.

El autor tiene un final paralelo al de su personaje. Después de haberse desempeñado con maestría como doble agente, terminó siendo expulsado del partido en 1929; acusado por el estalinismo y condenado a muerte por fusilamiento, después de haber sido torturado y forzado a firmar una declaración de culpabilidad. 

Lo más valioso que rescato del cuento es la clara diferencia entre una ideología que se va forjando de forma voluntaria y documentada, a través de un sistema formal, y el adoctrinamiento, el cual se vale de métodos demagógicos y confusos para convencer a las masas. Conduce a asumir determinadas formas de conducta en aras de algún ideal que se presenta como humanitario.  La voz narrativa del cuento corresponde a alguien que conoce el sistema desde dentro, lo que le confiere mayor valor.

Como por casualidad en estos días hallé en Netflix una película que, en cierta forma, complementa la idea de Zazubrin: “Canción sin letra”. Es una producción de cine de arte ganadora del Premio Nacional de Largometraje de Perú. Está basada en hechos reales y se ubica a finales de los años ochenta en aquel país, bajo el último mandato de Alan García como presidente, tiempos en que Sendero Luminoso tenía gran poder, más que como partido político, como grupo terrorista.  La historia habla sobre una joven mujer y su esposo, quienes son comerciantes en pequeño y viven en los cinturones de miseria de Lima. Comienza cuando ella es despojada de su hija al momento de nacer.  Como lo vivimos en “La verdad pálida”, aquí también se repiten cuestiones que tienen que ver con el adoctrinamiento ideológico, enfocado en particular a las clases populares. Conforme avanza la trama vamos descubriendo de qué manera se controlan los destinos de muchos de los personajes, en particular de los más desposeídos. A cada uno se le somete, conforme a sus personales vulnerabilidades.

Bien señala George Orwell que leer es un acto revolucionario. En su momento él se refirió a la lectura frente al consumo de la televisión. Me parece que puede hacerse extensivo más allá.  Mediante la lectura se adquieren elementos para analizar nuestra propia realidad, tanto interior como en derredor a la propia persona. Se revisan las interacciones sociales y el surgimiento de códigos de conducta que habrán de regirlas. Así entonces, con relación al sistema político, cada lector decide si quiere permanecer en él, si se zafa o si –aún más—emprende cambios para modificarlo.  Por esa razón es que un pueblo que se sabe capaz de tomar sus propias decisiones es incómodo para la cúpula que comanda y  que trata de imponer una forma de pensamiento único entre los ciudadanos.

Infinidad de escritores han señalado el valor del lenguaje como formador de sociedades.  Es la argamasa que va colocando los elementos adquiridos en el sitio que corresponden.  Las palabras poseen una fuerza descomunal.  Todo está en que nos animemos a explorarlas.

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