Vi Pedro Páramo y se me cruzaron los cables. Llevo ya varios días con sus noches sin poder pensar en mucho más. Es que el impacto de ver que alguien por fin haya podido retratar la imaginación no es poca cosa. Jamás pensé que nadie debiera aventurarse a llevar a escenas la para muchos mejor novela mexicana y sin duda una de las más grandes obras del castellano y no por falta de talento en México, pues creo que Comala y los personajes de Pedro Páramo pueden ser fácilmente reconocidos en cada quién, en cada mexicano, en cada espacio, en la calle, en el campo, en los caminos. Lo complicado para mí es que pintar en un lienzo los colores y las formas de las palabras es un reto demasiado ambicioso y tal vez imposible de lograr. Cada uno de los que hemos leído Pedro Páramo tenemos nuestras propias versiones interiorizadas con los rostros exactos, las texturas, los tonos de voz y los cielos que nos dicta el texto.
La versión de Rodrigo Prieto para Netflix me parece sin duda una gran aproximación, al menos un trabajo muy bien logrado de cómo el director sintió y entendió la esencia de la novela, logrando poner en imágenes y gestos esta aventura literaria.
Juan Rulfo además de escritor fue un gran fotógrafo y es por eso siento yo que lograba la definición tan perfecta de las escenas, haciéndonos imaginar y ponerle el color y la forma que él quería a sus palabras.
El talento mexicano es indiscutible y en esta obra queda claro. Las actuaciones de cada uno de los personajes son impecables. Me hace sentir que entre los fantasmas que seguramente estuvieron en los sets de grabación estaba Juan Rulfo sintiéndose muy satisfecho de la pasión con la que actores y actrices, fotógrafos, ingenieros de audio, creativos, vestuaristas, guionistas y cada una de las personas involucradas en el proceso vivieron y murieron los sustos y los murmullos de la historia.
Esta película inicia una nueva era para la historia, una forma nueva de acercamiento a este realismo mágico que el autor bien hizo en predecir: la entenderían mejor las futuras generaciones. Es una invitación al México profundo, a la introspección personal, al placer de sumergirse en la literatura perfecta, en los diálogos impecables que con pocas palabras nos inundan de magia.
No tengo más que seguir hablando del tema y hacer un esfuerzo para convencer a quien pueda de leer la obra y ver la película. Creo que es lo menos que puedo hacer a cambio de la felicidad placentera y también dolorosa que he sentido al leer, imaginar, repetir, soñar y volver a leer varias de las frases más perfectas que creo existen en la literatura moderna hispanoamericana.
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