Julio Galán: un museo de vida

Visitar Ciudad Múzquiz, pueblo mágico de Coahuila, es un placer. Descubrir sus riquezas es un deleite. Conocer la quinta-museo del personaje que lo coloca en el arte universal fue una experiencia enriquecedora.

12 de julio, 2022

Para quien no lo conoce, Coahuila es, en buena parte, algo así como una gran plancha semidesértica con algunas poblaciones que sobreviven de milagro, tal como sucede con  los floridos cenizos en su región norte o su gobernadora de intenso aroma en el sur. Para quienes vivimos aquí, nuestro estado es un conjunto de sitios mágicos donde la vida se abre camino más allá de toda circunstancia.

Este fin de semana tuve la oportunidad de visitar la población de Melchor Múzquiz, localizada al pie de la Sierra Hermosa de Santa Rosa. De acuerdo con los sitios que promueven el turismo, este municipio se distingue por albergar la etnia kikapú en un ejido llamado “El Nacimiento”; a escasos  kilómetros de éste se halla el grupo de “negros mascogos”, cuyo origen muy singular  dejo para una futura colaboración.  Hay además un paseo familiar denominado “La Cascada” y una gastronomía única: Cortes de carne; machacado y deliciosos dulces de leche. 

En cuanto al arte, Melchor Múzquiz es cuna de Julio Galán Romo, pintor de renombre internacional que falleció a muy temprana edad. El museo está alojado en un predio de ocho hectáreas en cuya superficie se encuentran distribuidas varias residencias, una cascada, lo que fue la capilla familiar, un colorido corredor donde los visitantes colocan listones con leyendas que señalan de qué lugar visitan el museo. Hay una singular casa de muñecas de dos pisos, en la que un adulto cabe perfectamente, y una fuente en desuso que en lugar de agua tiene zacate, que le provee de una inusual pátina. 

La propiedad original perteneció a los abuelos maternos del pintor. Quienes conocieron la infancia del artista coinciden en señalar cuánto influyó este espacio en su vocación.  Podemos imaginarlo de niño corriendo por los largos pasillos, hoy convertidos en galerías, en busca del abuelo, figura importante en su vida. 

La casa principal muestra evidencias de que, en vida de sus habitantes, debe de haber sido una mansión señorial, donde se llevaban a cabo grandes tertulias.  De ello da cuenta el amplio recibidor, y hacia la parte posterior, la terraza, la alberca semiolímpica y el chapoteadero que, actualmente, en total desuso, provocan una paradójica sensación de abandono.

Dentro de las casas se hallan muebles antiguos de maderas preciosas y piezas de ornamento y relojería antigua. La mampostería china muestra un excelente estado de conservación, a pesar del paso del tiempo. El museo fue inaugurado como tal en 2006, en el décimo aniversario luctuoso del pintor. La propiedad muestra reproducciones de infinidad de sus obras; fotografías del artista, ya sea solo o con personajes de talla internacional.  

Nacido en 1958, como tercero de cinco hermanos, Julio abandonó su natal Múzquiz a temprana edad para moverse a la ciudad de Monterrey donde terminó sus estudios básicos y se inscribió en la carrera de arquitectura. De manera temprana abandonó las aulas y se trasladó a la ciudad de Nueva York, en donde comenzó a despuntar en las artes plásticas. En corto tiempo pudo colocar su obra en galerías de gran importancia alrededor del mundo.

El tránsito dentro de la quinta-museo se lleva a cabo por simpáticos senderos, algunos señalados por losetas de barro, y rodeados de una vegetación exuberante.  Destacan árboles de gran calado, como nogales, sabinos y encinos, y entre unos y otros gigantes, toda suerte de verdor, cuyo orden caótico lleva a pensar en la percepción que de sí mismo tenía el pintor, cuya creación artística es impelida por esa constante búsqueda de sí mismo, hasta el final. 

Los curadores del museo nos regalan transcripciones de palabras expresadas por el pintor. Leyendo entre líneas, tuve la sensación de que él presentía que moriría a una edad temprana y, puede decirse, que preparó a sus seguidores para ese momento.  Galán habla de un proceso de exorcismo de sus propios demonios a través de la pintura, como si plasmarlos sobre el lienzo lo liberara de su influencia, luego de lo cual, de alguna manera, surgirían nuevos demonios para suplantar los exorcizados, como un cuento de nunca acabar.

“Mi arte es un espejo, es el filtro que tamiza mi realidad, la uso para vengarme de mi pasado” dice, en una suerte de confesión íntima que prorrumpe como catarsis, pero a la vez lo desnuda de sus vestimentas protectoras.

Al lado de estas transcripciones, a lo largo de todas las galerías interiores y exteriores, conviven reproducciones de gran parte de su obra, así como autorretratos, la mayoría en blanco y negro, que dan cuenta de sus correrías y de todos aquellos personajes del mundo artístico con quienes compartió el pan y la sal. Guillermo Sepúlveda, primer galerista de Galán y su principal impulsor, fallecido a inicios de este 2022, da una lectura a profundidad del personaje y  su obra; parece entenderlo, desde sus primeros cuadros hasta los últimos, en los que prima un aparente desorden de los objetos pintados, así como de las técnicas utilizadas para hacerlo.

El corredor de los listones provee de un colorido alegre, que contrasta con buena parte de  la temática de la obra.  De igual manera hace la casa de muñecas, la cual posee mobiliario en maderas preciosas a escala infantil.

Toda una experiencia sensorial conocer al artista desde este escenario multifacético, para así entender por qué los habitantes de Múzquiz se sienten privilegiados de haberlo acunado.

“Me escondo de mis propios reflejos”, dijo alguna vez.  Como visitante del museo me quedo con la sensación de que así es.  El artista que está a punto de cumplir 16 años de su partida física invita a que lo busquemos en esa increíble quinta familiar, que encierra las raíces de su vida y su obra.

Crédito de fotografías: Carolina González y la propia autora.

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