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Historias fronterizas

Cada población tiene sus propios encantos.

24 de octubre, 2023

Desde 1984 he residido de forma ininterrumpida en la ciudad de Piedras Negras (Coahuila), a donde vine a dar por cuestiones laborales. En su momento tuve dos opciones de residencia; me incliné por Piedras Negras puesto que ya la conocía. De niña había vivido durante un año, en ese entonces de igual manera, por cuestiones laborales de mi señor padre. Tengo muy presente el momento en que, con mis once años, el anuncio de nuestro próximo destino me obligó a recurrir a un mapa del estado para localizar la ciudad, de la que hasta ese momento nada sabía. Y, cosa curiosa, aún en los tiempos de la Internet, hay muchas personas que manifiestan no saber nada de Piedras Negras.

Durante la historia de México esta población ha jugado un papel significativo. Ubicada entre las colonias militares de Guerrero y de Monclova Viejo, en el siglo 18, constituyó un corredor transfronterizo importante que adoptó su nombre de la abundancia de carbón en toda su extensión. El Presidio de Monclova Viejo protegía la zona fronteriza de México de las hordas de indígenas salvajes y de filibusteros norteamericanos. En torno a los bárbaros del norte existen muchas historias de tradición oral que podemos identificar hasta la actualidad.

Cercano a mi familia materna, hubo un caso en una población de la región Carbonífera: Un grupo de salvajes levantó a todos los habitantes de una quinta agrícola. Quedó solamente un niño de 7 u 8 años que logró ocultarse durante el asalto, y como esa hay otros relatos que hablan de niños de familias asentadas en la región que fueron robados y llevados a la tribu donde crecieron como si fueran indígenas. El grupo kikapú, proveniente de la Región de los Grandes Lagos, en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, llegó hasta estas regiones mediante un acuerdo político con Benito Juárez: Ellos protegerían a los pobladores de los grupos bárbaros, a cambio de tierras. Así se fundó El Nacimiento, a las faldas de la Sierra Hermosa de Santa Rosa, en el municipio de Melchor Múzquiz, Coahuila.

A finales del siglo XIX, Porfirio Díaz aprobó la construcción de vías de ferrocarril hasta esta frontera, que en ese tiempo llevaba el nombre de Villa de Herrera. En agradecimiento los pobladores modificaron el nombre a Ciudad Porfirio Díaz, aunque no por mucho tiempo.

Durante la Revolución, Piedras Negras tuvo dos grandes momentos: Uno fue la llegada a México de Francisco I. Madero, después de haber escapado de la prisión en San Luis Potosí para avanzar hasta la ciudad de San Antonio, Texas, de donde regresó a México el 20 de noviembre de 1910. Hay un documental de Salvador Toscano que crónica esa entrada triunfal de Madero a través del puente internacional, que en esos tiempos era de madera. Por cierto, los tres cañones revolucionarios se construyeron en esta ciudad por herreros locales.

El 14 de diciembre de 1911, tras el exilio de Porfirio Díaz, por órdenes de Carranza, la población recuperó su nombre original de Piedras Negras.

El 26 de marzo de 1913 se firmó el Plan de Guadalupe en la hacienda coahuilense del mismo nombre, y se integró el Ejército Constitucionalista, cuyo cuartel general ocupó el edificio de la Aduana Fronteriza de abril a julio de ese año. Hay una fotografía icónica en la que aparecen Don Venustiano Carranza y su hermano Jesús junto a un grupo de damas, presidiendo un desfile desde el balcón de la Aduana.

Durante el siglo 20 e inicios del 21 la región alrededor de Piedras Negras tuvo un auge industrial importante: Se instalaron dos plantas termoeléctricas de CFE en el municipio vecino de Nava, una minera aledaña (Micare); una embotelladora del grupo ARCA; se construyó la segunda cervecera más grande a nivel mundial, de la marca Constellation Brands. Junto con esta industria florecieron una cartonera y una vidriera.

Tal vez el producto que ha colocado a Piedras Negras en el mapa mundial es el nacho, platillo que nació aquí, debido a la creatividad de Don Ignacio Anaya García, un cocinero chihuahuense, quien vivió buena parte de su vida en esta frontera. La historia refiere que un grupo de damas norteamericanas vinieron al restaurante Victoria, atendido por Don Ignacio. Pidieron unas bebidas y algo de botana. Para esa hora la cocina no contaba con muchos ingredientes, por lo que el creativo cocinero doró tortillas de maíz cortadas en triángulos, les colocó queso Wisconsin y encima una ruedita de jalapeño de escaso picor. Una de las comensales comenzó a llamarlos “Nacho’s plate”, de donde derivó el nombre de la botana. A lo largo del tiempo ha sufrido modificaciones, adiciones y hasta plagios, pues no faltó quien registrara la propiedad industrial del nacho como propia. Por cierto, el desaparecido chef Anthony Bourdain visitó esta ciudad para probar la versión original de los nachos. En esa época el Victoria y El Moderno, los restaurantes del patrón original de Don Nacho habían cerrado sus puertas, de modo que fue en otro reconocido restaurante local donde Bourdain pudo prepararlos y degustarlos, al lado de un conocedor.

Hace escasos días se celebró un evento denominado “La feria del nacho”, que se lleva a cabo año con año en memoria de su creador. Se premian diversas categorías, entre ellas la del nacho más grande del mundo, que de seguro pronto figurará en los Récord Guinness.

Cada población tiene sus propios encantos. Aparte de lo relatado, hace pocos días, en la medición de la percepción de seguridad en México, Piedras Negras obtuvo un segundo lugar a nivel nacional. Un logro bien ganado por la coordinación de fuerzas del orden civil y militar, y la participación ciudadana. Una frontera que vale la pena visitar.