El tiempo y la higuera

Es sensato hacer un análisis personal con respecto al tiempo que invertimos divagando frente a la pantalla, sin un objetivo específico.

29 de agosto, 2023 El tiempo y la higuera

Uno de los graves problemas del tercer milenio  es la forma como el tiempo se nos escapa de las manos, dejándonos en más de una ocasión con la sensación de estarlo viviendo en forma ociosa, sin un propósito específico, solamente yendo de aquí para allá frente a la pantalla, imbuidos de una insatisfacción interna que, lejos de desaparecer con nuestras migraciones digitales, pareciera ahondarse. Una manera poco estética de decirlo: nos volvemos presas de los contenidos digitales como un roedor sobre una trampa pegajosa, entre más intenta liberarse del material que lo atrapó, más termina adherido al mismo.

He conocido un interesante sitio (digital, hay que decirlo) denominado “La tribu del pulgar”.  Iniciado por cuatro estudiosos de contenidos en la red, tiene por objetivo crear conciencia acerca de la forma como el mundo digital llega a atraparnos, en lo que ellos denominan “el impacto de los padecimientos digitales”. Como bien señalan, el uso de estos medios de comunicación altera los hábitos de consumo, los códigos de conducta y, finalmente, el aprovechamiento del tiempo.  Evoco ahora los conceptos de “mundo líquido” de Zygmunt Bauman, a través de los cuales el economista y pensador nos indica que, frente a ese mundo digital perdemos control de incontables elementos, como son el tiempo y hasta la propia identidad.

Estoy leyendo La campana de cristal, obra de Sylvia Plath, autora norteamericana nacida en 1932. Se trata de una novela de lo que hoy llamamos “auto ficción”, que narra el mundo que vive Esther, una joven mujer de la primera mitad del siglo pasado, que busca abrirse paso en un mundo reservado fundamentalmente para hombres. Nos relata mediante amenos cuadros la experiencia del personaje, una joven casi veinteañera, dentro de una sociedad  encaminada a  formar mujeres que cumplan de la mejor manera con el papel de amas de casa, esposas y madres.  Sus afanes literarios se ven coartados por la etiqueta, encaminando su pasión por las letras al oficio de secretaria ejecutiva, para pasar a ocupar un puesto en alguna oficina, actividad tenida por muy prestigiosa.

La protagonista comienza a dar atisbos de lo que para la autora fue una sensación de inadecuación en un mundo con arquetipos bien definidos, en el que no hay lugar para la libertad de actuar de acuerdo con los cánones propios.  La autora nos va revelando rasgos de lo que fue diagnosticado en la vida real como un cuadro depresivo con un fondo bipolar, lo que finalmente la llevó al suicidio.  El título de la obra alude a esas campanas de laboratorio dentro de las cuales un espécimen vivo es observado al ser sometido a distintos estímulos.

Hay un fragmento de su prosa que me resultó muy representativo: Esther, protagonista central,  ha leído un cuento que habla sobre una  higuera. Esta lectura la lleva a soñar que ahora ella es una higuera con varias ramas, y que en la punta de cada rama crece un higo distinto del resto.  Cada higo significa las posibilidades que ella tiene frente a su futuro: Convertirse en secretaria ejecutiva; lanzarse a ser escritora, cuando todo parece en contra; someterse al arquetipo tradicional de esposa y madre; ser amante; viajar por el mundo… Dentro de su sueño ella se muestra lúcida y entiende que para aspirar a uno de los higos debe abandonar el resto, y es tal su indecisión, que para cuando decide tomar uno, ya todos se pudrieron y han caído al suelo.

Regresando a la tecnología digital, es sensato hacer un análisis personal con respecto al tiempo que invertimos divagando frente a la pantalla, sin un objetivo específico. Descubrir qué nos tiene atrapados en el juego del pulgar, como esperando que surja un contenido que nos sorprenda felizmente. Revisar cuánto de nuestro tiempo ocupamos en pasar los ojos por contenidos que el sistema, a base de algoritmos, predice que nos atraparán.  Y, como dijera el sabio Bauman, caemos en la trampa y nos convertimos en clientes cautivos, y a ratos en mercancía que se vende en la red.  Sylvia Plath nos recuerda que la dispersión puede llevarnos a perder la mejor oportunidad. Cuando decidimos qué higo queremos, podría ser muy tarde.

Para enfatizar en lo que fue la vida de Sylvia Plath, ella refiere haber sido una niña feliz hasta los 9 años, edad a partir de la cual comenzó a enfrentar dificultades para encajar en el medio social.  Su primer escape literario fue la poesía.  Ya más adelante se dedicó a la prosa, y  en su única novela recurrió a narrarse, valiéndose de algunos personajes de ficción.  La primera edición de “La campana de cristal” vio la luz en 1963 bajo seudónimo, previendo que tal vez no fuera bien recibida  por la sociedad. Durante ese mismo año ocurrió su muerte por suicidio a la edad de 30 años  y fue solo en forma póstuma como la obra se editó bajo su nombre real, sin embargo, no fue publicada en los Estados Unidos de Norteamérica sino hasta 1971.

“Soy, soy, soy”: El lema que movió a Sylvia Plath a escribir esta novela que representa la búsqueda de una definición  propia en un mundo controlado por hombres. Su sueño de la higuera nos deja la reflexión respecto al uso del tiempo. Aprovecharlo y así dar un sentido último a nuestra vida.

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