Después de ver un largo documental referido a la historia de la selección de mi país, México, se me quedó tatuado en la mente la anécdota de cuando México y Suiza se enfrentaron. Y sí, jugaron cómo nunca y perdieron cómo siempre, como era costumbre por esos tiempos. El marcador fue dos a cero hasta el minuto 89, hasta que llegó el gol del descuento por el ídolo de entonces, el ya finado Horacio Casarín. Pero lo más significativo, y si se me permite decir, histórico, fue que ambas selecciones se presentaron al inicio del partido con idéntico uniforme. No tenían un segundo uniforme que pudiera prever una eventualidad semejante. La solución: el Club del estadio dónde se llevaría a cabo el encuentro, el Gremio de Porto Alegre, prestó de inmediato a México sus uniformes. Así es: México jugando con un Jersey a rayas verticales celeste y blanco, con un escudo que nada tenía que ver con nuestro fútbol y/o nuestro país.
Una noche soñé vívidamente esas escenas de aquel partido donde yo, como un joven aficionado mexicano, al final del encuentro recibía a manera de obsequio por parte de –y no me queda de eso la más mínima duda– José Antonio Roca –aquel exitoso director técnico– el uniforme alternativo que México usó en ese encuentro.
Ahora me encuentro en Las Vegas con la finalidad prioritaria de acudir al famoso local, tienda y casa de empeño de artículos históricos y coleccionables, para valuar mi descolorido y pesado Jersey de algodón de, precisamente, el Gremio de Porto Alegre. ¿Cómo llegó a mi casa esa prenda? Nunca lo sabré. Incluso me asusta y prefiero no pensar en ello. Todo esto se lo platicaba yo a un taxista de origen boricua que me trasladaba de regreso a mi hotel. Claro que me veía con una expresión de incertidumbre como si tratara con un mitómano o un borracho. El caso es que las tres horas que pasé en el establecimiento fueron más que fructíferas. El dueño llamó a un amigo experto para clasificar y valorar la camiseta en cuestión, una vez llegado este, un brasileño mulato de unos 70 años, aseguró asombrado: “Tu pieza es una joya, es original de 1950, y su valor… rondará, calculo, fácil unos 150 mil dólares”. Ya una vez habiéndose ido el experto brasileño en temas futbolísticos, acepté la oferta primera del pelón dueño de la tienda, 80 mil dólares en billetes de cien dólares. Con este monto compré el PH dónde hoy vivo en Mazatlán, junto al mar, sobre todo por la indicación médica, de vivir al nivel del mar.
Gracias a la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, AC por otorgarme los Reconocimientos al Mérito de la Producción Editorial y a la Difusión Histórica y Cultural
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