CARTAS A TORA: 328

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

3 de noviembre, 2023

Enrique Delgado

CULTURA

Querida Tora:

¿Te acuerdas de Pucho? Ese perro tan cursi que es de la señora del… No me acuerdo ahorita de cuál vivienda, pero ya te he hablado de él. Bueno, pues yo creía que, además de cursi, era menso. Pero no te imaginas lo que le pasó. Te lo voy a contar, a ver si te ríes o si lloras o si qué.

La señora, como buena dueña de perro que es, lo sacaba a pasear todos los días, recogía lo que dejaba el animal en la calle, y lo bañaba y todo lo demás. Pero un día cayó con fuerte gripe, y no podía ni levantarse de la cama. Entonces, le pidió a uno de los chamacos del 37 que lo sacara a todo eso , y que le daría una propina por ello. El muchacho aceptó. Al principio, todo iba bien. Pero la señora empezó a notar que cada vez se tardaba más en regresar. Le preguntó al chavo, y éste dijo que “lo hacía caminar un poco más que antes, porque estaba un poco débil”. La dueña aceptó, pero la tardanza era cada día mayor. Y en una ocasión, el animal regresó con algunas heridas. La señora, alarmada, preguntó qué había pasado; y el chavo, muy apenado, le dijo que Pucho se le había soltado y que se metió a un terreno baldío, y allí se revolcó a gusto y placer. Y como en el terreno había algunas matas espinosas, pues… Eso explicaba el asunto, y la señora se lo tomó como bueno.

Pero unos días después, Pucho regresó con heridas más grandes, que se veía que no habían sido causadas por espinas, sino por algo más grande y más profundo.. El chavo dijo que un perrote muy grande lo había atacado en la calle y lo había mordido; y que Pucho, sí, que se defendió, pero el otro era mucho más grande y feroz. Y le enseñó un rasguño como de diez centímetros de longitud que, según él, le había tocado al tratar de apartarlos. La señora le urgió a que lo llevara al veterinario para que lo curaran bien, y le dio dinero. El chavo lo regresó lleno de curitas y manchas de desinfectantes, y le dijo que lo tuviera en reposo todo el día; pero de dinero, dijo que todo se lo había quedado el doctorcito, y que hasta él había tenido que poner como cincuenta centavos, y no aceptó que la señora se los repusiera. La dueña, ni tarda ni perezosa, acostó a Pucho inmediatamente y lo alimentó por medio de un biberón y le dijo que no le gustaba lo que estaba pasando, y que confiara en ella. Pero Pucho estaba verdaderamente mal, y no se levantó en toda la tarde ni al día siguiente.

Pero llegó a visitar a la dueña una comadre que tiene en una vecindad cercana, con un perro que yo creo que ni siquiera puede llamarse perro, porque es chiquitito, flaco y tilico; y para que no las molestara mientras platicaban, lo llevaron a que le hiciera la visita a Pucho. ¿Pero qué crees? En cuanto lo vio, Pucho, el menso de Pucho, se puso de pie, rugió, le enseñó los dientes y se dispuso a engullírselo, como hacen los leones con los exploradores despistados  en el África salvaje. No sabes los gritos de horror de las dos señoras. La madre del tilico lo tomó en brazos y se preparó a rechazar el ataque de ese perro que parece una figurita de porcelana. Pucho no se lanzó sobre ella porque su dueña, con la voz de mando con la que controlaba a su marido, el general,  (Q. E. P. D.) le ordenó sentarse, Y Pucho se sentó.

Demasiado tarde. Al otro animalito le había dado un infarto fulminante al miocardio.

De nada sirvieron los primeros auxilios que le administró la señora, ni la respiración de boca a boca que le hizo su dueña. El veterinario llegó inmediatamente, pero ya no podía hacer nada por él, y la comadre se fue con su mascota en brazos, llorando amargamente y clamando al cielo para que le permitiera encontrar otro perrito tan bonito y tan bueno como aquel. Luego supimos que lo había enterrado en una maceta y que le había construído un mausoleo muy bonito, lleno de platitas de esas que vienen en los dulces y de serpentinas de colores.

Pero me estoy desviando. La señora, al ver aquella reacción de Pucho, se alarmó mucho y se propuso llegar al fondo del asunto. Para ello, llamó al chavo del 37 para que llevara a Pucho a pasear, porque ella todavía se sentía un poco mal; pero lo que hizo fue seguirla (Y yo a ella, porque me había interesado el caso). Y así nos enteramos de que el del 37 llevaba a Pucho a un local donde se celebraban peleas de perros (Que están prohibidas), y que lo había entrenado para participar en ellas. Y no le iba tan mal, porque el día que Pucho regresó con las heridas, había ganado tres peleas. La señora se indignó muchísimo, y con toda razón. Le quitó al perro al del 37, se lo llevó a su casa e inmediatamente le dio las mismas pastillas para los nervios que toma ella. Ahora, Pucho es un animal que se pasa el día acostado, que sale a pasear lo necesario para hacer sus necesidades, y que no tiene más alicientes en la vida que comer y dormir. Ahora, Pucho es definitivamente un menso.

Para que veas lo civilizados que están algunos seres humanos.

Te quiere

Cocatú

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