Querida Tora:
Otra vez se armó tremendo borlote en la vecindad. ¿Y sabes por qué? Por el amor. Una cosa tan positiva, tan bonita, que puede ser la salvación de todo el mundo, alteró la vida de todos y casi nos llevó a una catástrofe. Vas a ver por qué.
La chamaca del 27 se hizo novia del chavo el 8 desde que tenían 12 ó 13 años, según me han contado. Siempre fueron un ejemplo para todas las demás parejas por su constancia, por su fidelidad, por su simpatía y también porque eran (Y siguen siendo) guapitos. Pues resulta que la semana pasada, el del 8 iba por el patio hacia la del 27 para saludarla con un beso en la mejilla, como acostumbra, pero ella pasó a su lado sin verlo siquiera. El chavo se quedó perplejo, cejijunto y patidifuso; pero creyendo que había sido una distracción, corrió hacia ella y se le paró delante, con los brazos abiertos. Ella le sacó la lengua y siguió su camino como si no lo hubiera visto. El pobre estaba ahora asombrado, oji-abierto y “epatado”, como creo que dicen en francés (Y, si no, ya lo dije yo). Y con él, toda la vecindad, porque fue a la hora en que salen para las escuelas, El chavo no fue a clases; se encerró en su cuarto y estuvo dando vueltas hasta la hora en que regresan. Salió corriendo, y la encontró en el momento en que entraba a la vecindad con la cabeza muy alta y los ojos cerrados, para no ver a nadie. Y por tercera vez en ese día, pasó a su lado sin mirarlo,
La vecindad era un pozo de murmuraciones, donde cada uno daba su opinión sobre el asunto; y empezaron a cruzarse apuestas sobre cuánto duraría el problema. El chavo la pasó muy mal, y se subió a la azotea para quejarse con los ninis, que eran los únicos a quienes no les importaba el asunto. Y allí se estuvo hasta las ocho de la noche, hora en que los celulares de toda la vecindad mostraron una foto de él con una soga en la mano, y lo oyeron decir:
-No puedo vivir sin ti. Ni siquiera con los hongos y la marihuana que me dieron los ninis. Lo que me hiciste es más fuerte que todo. Y te lo voy a demostrar con ésto (Y mostró la soga con gesto amenazador). Si en cinco minutos no sales a verme, me colgaré de lo alto del asta bandera (Ya sé que está roto, pero los ninis y yo la compusimos para que sirva de horca). Y tuya será la culpa de lo que suceda.
Se oyó un grito de horror que cubrió la vecindad entera, y todos los vecinos se asomaron a sus ventanas o salieron al patio. Y allí estaba el chavo, parado en una escalera que sostenían los ninis, en lo alto del asta bandera. Todos miraron hacia el 27, pero la muchacha no había salido. Pasó un minuto, dos, tres…. cuatro… cuatro y medio… El del 27 lanzó un grito de despedida al mundo, a sus padres, al sol y a su escuela, y se colocó la soga alrededor del cuello.
Entonces se abrió la puerta del 27 y salió la chica, despavorida, y corrió hacia la azotea. El chavo bajó de la escalera, pero se quedó en el borde de la azotea, expectante, esperanzado y transfigurado. Ella subió más rápida que un maratón de escalera y se puso a gritar que en las redes sociales lo había visto con otra chava; y mostraba el teléfono a todo el que quisiera verlo. Y sí, el muchacho estaba con otra; iban sentados en el camión uno junto al otro, pero él iba estudiando Física y ella, limpiándose los dientes con un palillo.
Todos dijeron que eso no era traición, que era un suceso aislado del cual nadie tenía, la culpa. Para abundar en el asunto, el chavo le dijo que a él le daban mucho asco las chavas que se limpian los dientes con un palillo, y ella recordó que sí, que un día había regañado a su hermana por hacer eso. Pero las redes sociales…
Entonces intervino la Mocha, y les dijo que las redes sociales eran maravillosas, pero que eran muy peligrosas, porque enseñaban las cosas fuera de contexto, y que con eso podían destruir muchas reputaciones y ahogar sentimientos tan bellos como el que ellos compartían. La chava comprendió su error, y se lanzó a abrazar a su novio eterno; pero es un poco miope, tomó una trayectoria un poco sesgada, y se cayó de la azotea.
El chavo se iba a tirar tras ella, pero los ninis lo sujetaron y le dijeron que la chava se había quedado atorada en un balcón del 1, y allá fueron todos corriendo a rescatarla. El departamento 1 se vió invadido por una horda gesticulante y aullante; pero los inquilinos ya habían colocado a la chava en una cama, y los vecinos se tuvieron que callar y pedir perdón por la intromisión.
La chamaca se rompió una pierna, y tuvo que guardar cama unos días. El chavo se ofreció a cuidarla. “Pero sólo de día”, dijo la precavida madre, “porque de noche no confío ni siquiera en mi””. Así se hizo, y el amor volvió a florecer en la vecindad.
Esto último me salió un poco cursi, pero es que me dejé llevar por el entusiasmo de lo ocurrido, y no supe de qué otra forma ponerlo. Tú me entiendes, ¿verdad?
Te quiere
Cocatú
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