CARTAS A TORA 194

Querida Tora: ¿Te acuerdas de un muchacho que quiere ser actor y trabajar en televisión? Pues un día llegó muy contento porque lo habían contratado como modelo y su comercial iba a pasar esa noche con la...

4 de septiembre, 2020 Carta de Hidalgo

Querida Tora:

¿Te acuerdas de un muchacho que quiere ser actor y trabajar en televisión? Pues un día llegó muy contento porque lo habían contratado como modelo y su comercial iba a pasar esa noche con la telenovela estelar. ¡No sabes el gusto que le dio a la mamá! Invitó a todas sus amigas a ver el comercial, y la vivienda se llenó de gente. Como se corrió la voz por la vecindad, todos se acercaron a verlo. Unos por la puerta, otros por la ventana y algunos más hasta con la ayuda de periscopios, se dispusieron a ver a su artista favorito.

La telenovela ni la vieron (raro, porque a mí me parece muy chida), y todos los comerciales los silbaron. Ya casi al final del programa salió el comercial del muchacho. ¿Qué crees que modelaba? ¡Calzones! Pero calzones de lujo, no vayas a creer que cualquier cosa que se pone el macho de la especie para tapar sus vergüenzas (así se decía hace mucho tiempo; y a mi me da mucha risa, porque eso de las vergüenzas se puede interpretar de varias formas). Un grito saludó su aparición. Y cuando lo vieron ponerse de espaldas y caminar o correr, el grito se convirtió en aullido. Tres señoras hasta se subieron a las sillas y le echaron porras, acompañadas por los chavos del 41, que no aullaron porque son muy medidos: pero te aseguro que ganas no les faltaron.

La mamá invitó una copa a sus amigas y acompañantes, pero a los de afuera no les dio nada porque, según dijo, “No estaba preparada”, y les pidió una disculpa por ello, añadiendo: “Para la próxima”. Nadie dijo nada, pero se fueron un poco disgustados. En la vivienda se armó un poco de fiesta, y el chavo bailó con todas las muchachas que se lo pidieron. Pero cuando ya se retiraban los invitados, explotó la bomba (hablo en sentido figurado, por supuesto).

Uno de los no-invitados llegó corriendo, y les mostró un celular que traía. ¿Y qué crees que vieron? El mismo comercial del chavo, pero sin calzones. El muchacho se enojó, y exigió saber cómo lo habían conseguido. Discutieron  mucho rato, hasta que el no-invitado dijo que tiene un amigo en el canal donde trabajó el muchacho y que éste le envió el segundo comercial que hicieron, que no está destinado a la televisión, sino a “un grupo de amigos”.

A la pobre madre le dio un patatús. El padre lloró como una Magdalena. Pero los ninis de la azotea lo felicitaron y le pidieron que los presentara con  el director del comercial. El chavo se disculpó diciendo que ese segundo comercial se lo habían pagado mejor que el primero; que las cosas están muy duras, y que él se sintió obligado a llevar más dinero a su casa; pero que no había hecho nada de qué avergonzarse y que, después de todo, el cuerpo humano lo había hecho Dios y, por lo tanto, no tenía nada de malo.

No sé cuál de todas esas razones convenció a los padres. El caso es que lo abrazaron y lo besaron,  lamentándose de que Dios no les hubiera dado más hijos como ese, que solo pensaba en el bienestar de la familia. Y los vecinos lo levantaron en hombros y lo pasearon por el patio, diciendo que en tiempos de crisis había que recurrir a métodos nuevos para salir adelante, y que no eran muchos los muchachos que hoy en día tuvieran la iniciativa y los tamaños de hacerlo.

Total, que el chavo se convirtió en héroe, pero solo por una noche. Porque al otro día, ya todos estaban pensando en los comerciales de ropa interior femenina que acababan de salir en el otro canal de telenovelas.

El chavo ha seguido picando piedra en televisión, pero no le ha salido nada. A menos que no haya querido decir nada a su mamacita. Espero enterarme, para tener algo más que contarte. 

Te quiere,

Cocatú

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