A 158 años del fallecimiento de Jacob Grimm

Los hermanos Grimm, Jacob y Wilhelm, han pasado a la historia de la literatura por recopilar  leyendas y cuentos europeos de tradición oral. En este aniversario luctuoso rememoramos su gran legado. 

27 de octubre, 2021

El pasado mes de septiembre se cumplieron 158 años de la muerte de Jacob Grimm, que en 1808 comenzó a trabajar como bibliotecario real para el hermano de Napoleón Bonaparte, Jérôme, rey de Westfalia, y más tarde trabajó como auditor municipal. En 1816, Jacob se unió a su hermano Wilhelm para trabajar en una biblioteca en Kassel, donde había obtenido un puesto como secretario.


Influenciado por el romanticismo alemán, un movimiento predominante de la época, los hermanos estudiaron profundamente el folklore de su región, poniendo énfasis en registrar las narraciones orales de pueblo que iban desapareciendo con el advenimiento de nuevas tecnologías. La obra de Wilhelm y Jacob culminó en el libro Kinder-und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el hogar), cuyo primer volumen se publicó en 1812. Un segundo volumen siguió en 1815. La colección más tarde llegó a ser conocida como Cuentos de Hadas de Grimm, incluyendo famosas historias como ”Blancanieves”, “Hansel y Gretel”, “El ganso de oro”, “Caperucita Roja” y “Cenicienta”.


A pesar del énfasis en las tradiciones orales del pueblo, las historias eran en realidad una amalgama de cuentos orales y escritos con anterioridad, así como de información compartida por amigos, familiares y conocidos, con influencias no alemanes. Varias ediciones de Los cuentos… serían publicadas durante las siguientes décadas. El trabajo sería también traducido a decenas de idiomas, y se consideraría una fuerza pionera en el campo de la investigación folklórica.


Jacob también se dedicó a la investigación académica sobre la historia de la lengua alemana. La publicación de la primera edición del libro Deutsche Grammatik (Gramática alemana) es de 1819. Futuras investigaciones sobre las normas que se aplican a determinados idiomas relacionados en su origen, le llevó a crear un conjunto de principios. Conocida como “Ley de Grimm”, este método funciona para explicar la lingüística indoeuropea.

“El flautista de Hamelin” [ilustración] 1 es una leyenda alemana, documentada por los Hermanos Grimm, Jacob (HanauHesse; 4 de enero de 1785-Berlín, 20 de septiembre de 1863) y Wilhelm (ibídem; 24 de febrero de 1786-Berlín, 16 de diciembre de 1859), cuyo título original en alemán es “Der Rattenfänger von Hameln”, que se traduciría como “El cazador de ratas de Hamelin”, publicado en el volumen Deutsche Sagen en 1816). Se cuenta la historia de una misteriosa desgracia acaecida en la ciudad alemana de Hamelin el 26 de junio de 1284. Existen varias versiones, pero una de las más conocidas es la siguiente:

“Hace mucho tiempo, había un hermoso pueblo llamado Hamelin, rodeado de montañas y prados, bañado por un lindo riachuelo, un pueblo realmente hermoso y tranquilo, en el cual sus habitantes vivían felices. Pero un día sucedió algo muy extraño en el pueblo de Hamelin, todas las calles fueron invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, arrasando con todo el grano que había en los graneros y con toda la comida de sus habitantes. 

“Nadie acertaba a comprender el motivo de la invasión y, por más que intentaban ahuyentar a los ratones, parecía que lo único que conseguían era que acudiesen más y más ratones. Ante la gravedad de la situación, los gobernantes de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: – Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones. Pronto se presentó joven flautista a quien nadie había visto antes y les dijo: – La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelin. El joven cogió su flauta y empezó a pasear por las calles de Hamelin haciendo sonar una hermosa melodía que parecía encantar a los ratones. 

“Poco a poco, todos los ratones empezaron a salir de sus escondrijos y a seguirle mientras el flautista continuaba tocando, incansable, su flauta. Caminando, caminando, el flautista se alejó de la ciudad hasta llegar a un río, donde todos los ratones subieron a una balsa que se perdió en la distancia. Los hamelineses, al ver las calles de Hamelin libres de ratones, respiraron aliviados. ¡Por fin estaban tranquilos y podían volver a sus negocios! Estaban tan contentos que organizaron una fiesta olvidando que había sido el joven flautista quien les había conseguido alejar los ratones. A la mañana siguiente, el joven volvió a Hamelin para recibir la recompensa que habían prometido para quien les librara de los ratones.

“Pero los gobernantes, que eran muy codiciosos y solamente pensaban en sus propios bienes, no quisieron cumplir con su promesa: – ¡Vete de nuestro pueblo! ¿Crees que te debemos pagar algo cuando lo único que has hecho ha sido tocar la flauta? ¡Nosotros no te debemos nada! El joven flautista se enojó mucho a causa de la avaricia y la ingratitud de aquellas personas y prometió que se vengaría. Entonces, cogió la flauta con la que había hechizado a los ratones y empezó a tocar una melodía muy dulce. Pero esta vez no fueron los ratones los que siguieron insistentemente al flautista sino todos y cada uno de los niños del pueblo.

“Cogidos de la mano, sonriendo y sin hacer caso de los ruegos de sus padres, siguieron al joven hasta las montañas, donde el flautista les encerró en una cueva desconocida, repleta de juegos y golosinas, a donde los niños entraron felices y contentos. Cuando entraron todos los niños en la cueva, ésta se cerró, dejándolos para siempre atrapados en ella. Entraron en la cueva todos los niños menos uno, un niño que iba con muletas y no pudo alcanzarlos. 

“Cuando el niño vio que la cueva se cerraba fue corriendo al pueblo a avisar a todos. Toda la gente del pueblo corrió a la cueva para rescatar a los niños, pero jamás pudieron abrirla. Hamelin se convirtió en un pueblo triste, sin las risas y la alegría de los niños; hasta las flores, que siempre tenían unos colores espléndidos, quedaron pálidas de tanta tristeza. 

“Los gobernantes de Hamelin junto al resto de habitantes del pueblo, buscaron al flautista para pagarle las cien monedas de oro y pedirle perdón y que por favor les devolviese a sus niños. Pero nunca lo encontraron y jamás pudieron recuperar a los niños. A partir de aquel día los habitantes de Hamelin dejaron de ser tan avaros y cumplieron siempre con sus promesas”. 

 

NOTAS 

 

1 Las dos fotos en los recuadros de la ilustración fueron tomadas al flautista por mi hijo Giovanni Ávila Flores, durante una representación de tal leyenda, efectuada en las calles de la hoy ciudad de Hamelin, Alemania.

https://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_Grimm

https://www. biografias.es/famosos/jacob-grimm.html

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