Los videojuegos se han convertido en una pujante industria en el mundo y en nuestro país. Han roto todas las predicciones en cuanto a sus fanáticos y son un espacio en constante innovación.
De acuerdo con Accenture, esta industria ya ha superado a las industrias de la música y las películas combinadas, esperando llegar este año a tener a 2700 millones de jugadores alrededor del mundo. El 21% tiene menos de cuatro años jugando. Esta industria tiene un valor calculado de mercado de alrededor de 300 000 millones de dólares anuales, de los cuales 200 000 millones corresponden a la venta de consolas de videojuegos, software y suscripciones a sitios en la red; y 100 000 a industrias relacionadas, como dispositivos móviles, computadores para juegos, periféricos y comunidades de jugadores (https://accntu.re/3jG07Ay).
En México, aunque es una industria relativamente nueva, ya ocupa un lugar destacado. En 2020 registró un valor de mercado de cerca de 1630 millones de dólares. Existen 72.3 millones de jugadores declarados, casi seis de cada 10 mexicanos, de los cuales 51% se declaran jugadores regulares, esto es, juegan de una a cuatro veces por semana; 42% intensivos, juegan entre cinco y siete veces por semana; y 8% ocasionales porque juegan una vez cada quince días. Llama la atención que el promedio por juego es de dos horas (https://bit.ly/2XM7aQj).
Hay quienes aseguran que los videojuegos pueden ser un magnífico instrumento de apoyo para la formación de la personalidad y la inteligencia de niños y jóvenes, así como un activo para fortalecer el aprendizaje. Por otro lado, hay un intenso debate sobre la relación de los videojuegos con la violencia.
Un estudio de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, denominado Videojuegos y su Impacto en la Salud Mental: Estudio Experimental Sobre Exposición a Videojuegos Violentos en Estudiantes Universitarios, asegura que aunque “85% de los videojuegos incluye alguna forma de violencia, no se encontró una correlación significativa entre la exposición a videojuegos violentos y conductas agresivas/hostiles”. Esta investigación sugiere que “los videojuegos no son un factor detonante de agresividad que podrían incrementar la violencia de las personas” (https://bit.ly/3vMa3gL).
Por su parte, un estudio publicado en el sitio Science Direct afirma que “la exposición a los videojuegos aumenta la agresión en el jugador”. Y no solo eso “sino que también impacta en la red social del jugador. De hecho, los análisis mostraron que jugar videojuegos violentos se asocia con un aumento de la agresión, que luego se propaga entre las personas conectadas. Incluso los participantes que no juegan a videojuegos violentos por sí mismos reflejaron más agresión cuando su red social está formada por personas que sí juegan videojuegos violentos”.
Un hallazgo muy interesante es que “la investigación ha demostrado que jugar videojuegos pro-sociales (en los que el objetivo es beneficiar a otros personajes del juego) aumenta los resultados en este sentido. Por lo tanto, la investigación futura puede revelar que el lado prosocial de los videojuegos no solo influye positivamente en el jugador, sino que se propaga a través de la red social del jugador en el sentido de que los amigos del jugador se vuelven más útiles” (https://bit.ly/3BiNQI7).
Es evidente la importancia de los videojuegos. El debate sobre su impacto o no en la promoción de la violencia indica que, como el caso de la tecnología misma, depende del contexto y de las personas que los consumen. Pueden llegar a incentivar conductas violentas o pueden servir para promover valores sociales y personales.
Antes de regalar o adquirir un videojuego pensemos qué queremos promover. La decisión que tomemos importa y, por el crecimiento exponencial de jugadores de videojuegos, importa mucho.
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