Hace unos meses me encontré en el ascensor de mi condominio con un vecino que es Ingeniero Informático. Comenzamos a charlar y me dijo que la gente se está volviendo loca, que el mal uso de la tecnología está teniendo terribles consecuencias, y que él para evitar suplantación de identidad (Spoofing) y otros problemas de ese tipo no tiene cuentas en ninguna red social. Esta es la consecuencia post pandemia de vivir “en la Matrix”.
Dejé de utilizar redes sociales durante varios años posteriores a la Pandemia. Mis amigos llegaron a pensar que había enfermado o muerto (no es broma). Recuerdo que la primera vez que tuve conocimiento de la existencia de Facebook fue en 2005. Me lo mostraron unos jóvenes que estudiaban en una Universidad de Estados Unidos. En ese momento me pareció una excelente creación para tener contacto con amigos y familiares que no vivían cerca de nosotros o para retomar el contacto con amigos a los que les hubiéramos perdido la pista.
Ni en mis sueños más fantasiosos hubiera imaginado lo que estamos viviendo en este momento. Existe gente que no puede vivir sin estar pendiente de su teléfono móvil y que se siente insegura si no lo trae consigo. La escritora española Rosa Montero sostuvo en una entrevista que la inteligencia artificial puede llevarnos al exterminio y agregó: “Todo es inteligencia artificial ya, no ha habido en la historia de la humanidad una frontera tecnológica del nivel de ésta. Los peligros son primero está, que la voy a desdeñar, la pérdida de empleo, que es lo que menos me importa porque se puede arreglar de otras maneras como por ejemplo con la renta básica universal. Pero luego hay una franja que es peligrosísima y es que la inteligencia artificial tiene una capacidad de manipulación de nuestras mentes brutal y tiene una capacidad para que pensemos lo que ella quiera, votemos lo que ella quiera, compremos lo que ella quiera. Ya ha habido influencias en votaciones y tal. Cuando lleguemos a la Super inteligencia pues un día puede decir voy a utilizar estos átomos de carbono para otra cosa; y los átomos de carbono somos nosotros. Estamos creando un Dios indiferente”.
Geoffrey Hinton, premio Nobel de Física 2024, y uno de los padres de la Inteligencia Artificial renunció a Google en 2023 para poder denunciar que la inteligencia artificial puede llevarnos al exterminio y dijo: “Me preocupa que si haces que la tecnología funcione mejor, ayudas a la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) a usarla de manera indebida. Estaría más preocupada por eso que por los robots asesinos autónomos”.
Y agregó: “La IA entrenada por buenas personas tendrá un sesgo hacia el bien; la entrenada por personas malas como Putin o alguien así tendrá un sesgo hacia lo malo. Sabemos que van a crear robots de combate. No necesariamente van a ser buenos, ya que su propósito principal será matar personas”.
Podemos entonces afirmar que la tecnología va mucho más de prisa que nuestra capacidad de gestionarla.
Todo esto me recordó un texto que escribí en 2021 y que tiene una vigencia aterradora.
Estoy francamente indignada, y sobre todo preocupada.
Vienen a mi mente las palabras: Sabemos lo que somos, no lo que podemos llegar a ser.
¿Qué hemos hecho? o más bien
¿Qué fue lo que dejamos de hacer para llegar a esta situación?
Si alguno alberga la más mínima esperanza de que esto ya terminó, les aconsejo que no se auto engañen.
Las consecuencias de la Pandemia son permanentes.
Pero lo más preocupante no es eso, sino el hecho de que esta era nuestra ultima oportunidad para despertar a la conciencia. Después de estar prácticamente un año confinados, temiendo perder lo más importante, la salud y la vida, yo esperaba ingenuamente un poco de conciencia. Y no, en realidad pasó lo contrario; actuamos como si nada hubiera pasado, intentamos en vano seguir viviendo igual que antes, incluso llegando a pretender que nada ha sucedido.
Es la naturaleza humana: preferimos adecuar la realidad a algo para que no nos parezca amenazante: Sabemos que hemos perdido muchísimas libertades, pero no nos hemos dado cuenta que esto es algo que se ha ido gestando de manera paulatina.
Con la apertura del Internet a la población civil, en teoría, se abrió la posibilidad de estar comunicados en todos lados y recibiendo continuamente información. La triste realidad es que nunca ha habido más problemas de comunicación. Ya ni siquiera cuestionamos la información con que nos alimentan a diario, ni podemos vislumbrar la manipulación en cuanto a comunicarnos como seres humanos con el don más preciado que tenemos “la palabra”. Vivimos encadenados a un aparato cuya función en teoría era mantenernos comunicados e informados, cuando lo que realmente pasa es que estamos siendo controlados y manipulados.
Les propongo que hagan un ejercicio. Dejen de utilizar su móvil un día, verán la cantidad de mensajes que les llegan , y muy probablemente la ofensa o preocupación de aquellos que te hayan enviado dichos mensajes. Analicen también el sentimiento de ansiedad, preocupación o vacío que ustedes mismos experimentarán, ese sentimiento en cuestiones clínicas se llama síndrome de abstinencia. Somos adictos a esta pseudo comunicación automática y rápida. De hecho la mayor parte de la gente ni siquiera lee un mensaje completo si es muy largo.
Si varios días te mantienes lejos de las redes sociales en que interactúan tú y tus amistades, estos se preocuparán. Estamos viviendo en un mundo virtual que se alimenta de nuestro mundo real, nuestras vivencias y experiencias. La realidad es que ya llega a carecer de importancia lo que sucede si no puedes compartirlo en las redes. Esto fue un cambio paulatino, pero ha llegado el momento en el que tenemos que admitir que somos cautivos de estos medios.
Toda nuestra información es pública para la gente que la utiliza con fines comerciales pero sobretodo de dominio, no somos libres. Y la Pandemia es el epítome de esta obra cuidadosamente planeada y ejecutada sin nuestra conciencia, ni nuestro consentimiento. Aldous Huxley escribió: “La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”.
Si queremos conservar un poco de nuestro libre albedrío hagamos esto: salirnos del internet cuando menos unas horas al día. Ese tiempo ocupémoslo en leer un libro de preferencia físico, hacer ejercicio, tomar café con un amigo, lo que más disfrutemos pero sin acceso al móvil. Se los recomiendo, verán como poco a poco recobrarán la capacidad de estar aquí y ahora en el mundo real.
Todavía es tiempo de cambiar y retomar acciones saludables. Como escribió Huxley: “La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”. Despertemos a la conciencia, dejemos de ser usados por una tecnología que nos manipula sin que nos demos cuenta. La tecnología es para facilitarnos la vida, no para que dirija nuestra existencia.
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