Mirar atrás es, en ocasiones, una de las experiencias más reconfortantes para el ser humano. No puedo presumir de una vida llena de remembranzas, pues mi trayectoria en este plano es aún demasiado corta para jactarme de poseer una interminable colección de anécdotas, lecciones, travesías y demás. No obstante, llegar a los 21 años cumplidos y mirar unos años atrás me da pauta para traer de vuelta a mi mente una de las coincidencias más afortunadas y una de las satisfacciones más gratificantes que puedo recordar.
Me sitúo a mediados de 2015, cuando saliendo de la secundaria después de una tediosa clase de trigonometría, escuché un anuncio en la radio, proveniente de la emisión del polémico periodista Eduardo Ruiz-Healy, anunciando que solicitaba colaboradores para su sitio web. El anuncio captó mi atención inmediatamente con una sencilla pero contundente frase: “Busco gente que tenga algo que decir”. Contrario a lo que se pudiera pensar para un joven de 17 años, escuchaba (y escucho) diariamente el programa de Ruiz-Healy, así como una gran variedad de espacios informativos y de discusión política, pues son temas que, desde que tengo memoria, me han parecido interesantes.
Con una mezcla indescriptible entre emoción e incertidumbre, recuerdo que me dispuse a escribir un texto con los lineamientos estipulados en el sitio web. Por aquellos tiempos acababa de terminar una breve novela basada en los libros de Dan Brown, uno de mis escritores predilectos, que publiqué de manera digital y estaba teniendo una recepción vertiginosa, por lo que, siguiendo la misma línea de tematización, adapté la investigación que llevé a cabo para esta novela, con la esperanza de generar un artículo de interés general que resultara atractivo para que pudiese ser aceptado. Incrédulo, mandé mi texto, sabiendo que no seguía la línea editorial tradicional del medio, misma causal que provocó que no fuera aceptado. No obstante, me dejaron la puerta abierta para retomar mi solicitud con un texto “ex profeso” para el sitio (en ese tiempo, mi mayor conflicto, recuerdo, era tratar de descifrar qué rayos me habían querido decir con una expresión latina). En fin, pasaron los meses y poco a poco, la idea de estar en el mismo portal que uno de mis periodistas favoritos se fue apaciguando. No obstante, debo reconocer que siempre tuve una pequeña voz, una “piedrita en el zapato” que me estuvo insistiendo viciosamente que volviera a intentarlo, que no dejara escapar la oportunidad. Alentadora en algunas ocasiones, un poco irritante en otras, pero esa voz nunca me dejó descansar hasta que decidí volverlo a intentar. A esa voz algunos le llamamos mamá…
Llegaron mis 18 años, la mayoría de edad. El sentimiento de invencibilidad que todos experimentamos al llegar a la “legalidad”. Mi festejo, tengo muy presente, fue una extraña mescolanza entre el “Muchas felicidades”, con un “¿Qué pasó con lo de Ruiz-Healy?” y una burlona pizca de “Ya te pueden meter a la cárcel, ehh…”. Hoy puedo decir que agradezco cada una de las veces que me presionaron para volver a intentar.
Al mes de haber cumplido la mayoría de edad, decidí aventarme por la segunda oportunidad. Venía llegando de un concurso estatal de oratoria, el cual conseguí ganar con un discurso de mi autoría, enfocado al auge del terrorismo en Medio Oriente y el surgimiento del Estado Islámico, por ese entonces en boca de todos. Nuevamente, tomé las ideas centrales del texto para buscar darle un enfoque crítico y de reflexión. Una vez convencido del resultado, llegó el momento de mandar el e-mail. (Si, todavía se usaba mucho).
Tres, lo tengo claro, fueron tres días los que tardaron en responderme. Me estaba quedando sin uñas del estrés y ni para qué profundizar. Finalmente, la respuesta llegó. Tres, lo tengo claro, fueron tres líneas las que resumían la respuesta de la editora de ese momento: “Felicidades, has sido aceptado para colaborar en Ruiz-Healy Times”. Detrás de este texto y debajo de los lineamientos y protocolo de incorporación, otra frase: “Entrarás siendo el colaborador más joven en el sitio, por mucho. ¿No tienes problema?”. No supe si me dio gusto o me puso más nervioso.
De esa fecha, han pasado ya tres años.
A lo largo de estos años, ha habido muchos temas de análisis importantes que he buscado plasmar a través de mis colaboraciones, desde la ambivalente campaña en Estados Unidos, el inesperado triunfo del xenofóbico Donald Trump, la disrupción en Francia con la victoria de Emmanuel Macron, el índice de aprobación exorbitante de Justin Trudeau, la reelección de Vladimir Putin, la intensificación de la Guerra Civil en Siria, la tiranía de Kim-Jong Un, el impacto de Xi Jinping en China, la trágica “reelección” del charlatán venezolano, entre otros. México, por su parte, ha tenido también mucho por comentar, sobre todo en torno al previo, el durante y el post del controversial Proceso Electoral.
Ha habido muchas chances de decir lo que pienso, de mostrarme a favor o en contra de muchas leyes, en manifestar mi aprobación o desaprobación en torno a alguna figura política, de discutir las filias y fobias respecto a López Obrador y su séquito. En fin, ha habido mucho de qué hablar y no puedo terminar de agradecer a Eduardo Ruiz-Healy por la oportunidad y el espacio de ser, de expresar y de discutir, a través de este sitio y esporádicamente, de la revista.
Hoy, gracias a Ruiz-Healy Times, me siento seguro de decir lo que pienso. Sé que tengo un espacio y me siento bienvenido.
Tres, lo tengo claro, han sido tres años muy gratificantes y satisfactorios. No sé qué venga en un futuro, pero hay algo que tengo muy claro.
¡Disfruto mucho estar aquí!
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