Los comicios celebrados el pasado 1ro de julio de 2018 endurecieron la tendencia izquierdista en nuestro país, a través del histórico fenómeno encabezado por el hoy presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso populista y disruptivo le facilitó la llegada a la anhelada silla del Ejecutivo. Al poco tiempo de habérsele otorgado el título de “Presidente Electo”, el tabasqueño popularizó un término político que está cobrando mucha fuerza en nuestro país: La democracia participativa. Mucho se ha dicho respecto a ella y al impacto que tendrá a largo plazo en el sexenio estelar de la cuarta transformación. Pero… ¿Qué es la democracia participativa?
Para entender el término es necesario repasar la etimología griega de la palabra democracia, cuyo significado es “poder del pueblo”. Comúnmente, México se rige bajo un sistema de democracia representativa, llamada así por la elección de un representante por elección popular. No obstante, existe una variante de este sistema, a menudo impulsada por la política izquierdista a nivel internacional, conocido como democracia participativa, donde el pueblo tiene opinión en las decisiones que originalmente corresponden a la administración pública. Esta metodología ha resultado ambivalente, pues algunos aplauden el acercamiento de la ciudadanía a las decisiones políticas, mientras que otros critican el riesgo de dejar temas de relevancia colectiva en manos de personas a menudo sin conocimiento político, económico o social.
Siguiendo la faceta de líder izquierdista, López Obrador, en calidad de Presidente Electo, se valió de este concepto para sustentar sus famosas Consultas Ciudadanas. La primera de ellas, celebrada el pasado 28 de octubre de 2018, definió el futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, proyecto al que López Obrador se opuso desde el principio, al igual que quien ocupa hoy la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, Claudia Sheinbaum Pardo. Con poco más de 1 millón de votos registrados, se decidió la cancelación del mismo, a pesar de ya haber iniciado su construcción, trayendo repercusiones económicas mayúsculas inmediatas y a largo plazo.
La segunda consulta ciudadana fue llevada cabo los días 24 y 25 de noviembre del mismo año, sometiendo a votación un total de 10 iniciativa propuestas por el victorioso Obrador, entre las que destacan la construcción del Tren Maya, la refinería en Dos Bocas, Tabasco; entre otros. La participación de la ciudadanía fue, según datos del periódico El Financiero, un 16% menor con respecto a su antecesora.
La organización de estos dos ejercicios han sido cuestionados por un sinnúmero de analistas políticos, quienes reprochan el sesgo democrático por el bajo índice de participación, las inconsistencias o fallas de planeación (Pues hubo quienes votaron más de una vez e incluso, lo celebraron en redes sociales), la redacción de las planillas electorales, la falta de órganos que efectuaran la consulta e, incluso, la falta de números de folios o alguna forma de identificación para el número de boletas.
Otro de los aspectos cuestionables detrás de estos ejercicios fue que se llevaron a cabo previo a la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador. Es decir, las realizó asumiendo un poder que aún no le era conferido. Recordemos que, como está establecido en el artículo 35 constitucional, el ciudadano mexicano tiene derecho a participar en procesos electorales siempre y cuando cuente con la edad y documentos necesarios. No obstante, no se permite la organización de consultas ciudadanas ajenas a las encabezadas por el órgano electoral reconocido (En este caso, el Instituto Nacional Electoral). De otra manera, estas consultas no tendrán validez oficial. Esto quiere decir que, si nos sujetamos a lo establecido, estas consultas ciudadanas de Andrés Manuel López Obrador son anticonstitucionales, si consideramos que no fueron respaldadas por el INE y que, por otra parte, las encabezó bajo el mote de “Presidente Electo”, mismo que, dicho sea de paso, es un título meramente protocolario, no forma parte de algún gabinete ni tiene validez hasta el momento de la ceremonia de cambio de poder, a la medianoche del 1ro de diciembre del año de los comicios electorales celebrados.
Al ser cuestionado el entonces Presidente Electo durante su gira de agradecimiento, respondió que está consciente de la molestia, pero discrepando de las acusaciones de ilegalidad. Señaló también que, al asumir el cargo de Presidente Constitucional, reformaría el artículo 25 para permitir las consultas participativas a toda la ciudadanía. Siguiendo su retórica, cualquier persona será libre de organizar sondeos sin necesidad de un órgano regulador. Por otro lado, al mencionar una futura reforma a un artículo que prohíbe, hasta el día de hoy, las consultas ciudadanas, se infiere que todas las efectuadas previo a su reforma, no tienen validez… ¿Cierto?
Actualmente, el nuevo Gobierno, con más de un mes en funciones, no ha vuelto a mencionar el tema de la reforma al artículo constitucional que haría válidos todos estos ejercicios espontáneos. Sin embargo, las consultas ciudadanas continúan entre los planes del nuevo presidente de México, quien ha resultado muy reiterativo con su iniciativa de realizar más de estos ejercicios durante sus conferencias matutinas. Tan sólo en la rueda de prensa realizada el pasado 15 de enero, López Obrador reincidió en su propuesta de someter a consulta un posible juicio a ex presidentes, sin especificar una fecha, pero volviendo a levantar una marea de especulaciones e incertidumbre política.
Por otro lado, el fenómeno de las consultas ciudadanas ha traído mayoritariamente una reputación negativa para nuestro país en un plano global. Medios internacionales como el Washington Herald calificaron estas votaciones como ejercicios manipulados y poco coherentes, mientras que algunas cadenas de televisión europeas se han negado a reconocer la validez de los resultados anunciados por el equipo del presidente López Obrador.
Mientras tanto, la Cuarta Transformación continúa elevando las expectativas de los afines al nuevo Gobierno, mientras incrementa también el temor o el desagrado de aquellos que desde el inicio se mostraron renuentes al cambio.
Hasta hoy, todo se sigue reduciendo a una palabra: Incertidumbre.
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