Gracias a la inmediatez de los medios de comunicación, en cuestión de minutos podemos enterarnos de cualquier movimiento político de interés llevado a cabo en cualquier parte del mundo. Estamos bien informados de los países que se encuentran en cuestiones gubernamentales preocupantes. Tal es el caso de Siria, país que se encuentra inmerso en una Guerra Civil que cuesta la vida de muchas personas diariamente. Tenemos, por otro lado, a Venezuela, cuyos ciudadanos se encuentran sumidos en una crisis que parece interminable a causa de las decisiones políticas de Nicolás Maduro, incluida la reciente y sumamente injusta Reforma Constituyente. No obstante, a pesar de que existen una gran variedad de ejemplos, hay algunos otros países cuya situación, a pesar de ser riesgosa, no abarca los encabezados de asuntos internacionales. Un ejemplo claro es la denominada “Última Dictadura de Europa”, que se vive en Bielorrusia.
Quizá la ausencia de relevancia internacional en cuestión de análisis político se deba a su poca participación internacional o su pequeña extensión territorial (la cuál es principalmente llana). Sin embargo, los ciudadanos viven una vida de restricciones excesivas y muchas veces, absurdas.
Poco después de consolidarse como un Estado libre, Bielorrusia llevó a cabo las primeras elecciones democráticas en su historia hace 23 años, eligiendo como su Presidente a Aleksandr Lukashenko, un político prometedor, aunque sin mucha experiencia profesional, quien auguraba un próspero futuro a la nación. Con tan sólo unas semanas en el poder, la gente comenzó a notar resultados optimistas, como un índice de desempleo prácticamente mínimo (1%).
Al cabo de unos meses, esa satisfacción comenzó a inmiscuirse con una creciente preocupación de cambio en el sistema gubernamental del país. Aleksandr Lukashenko se proclamó dictador. Aquél político novato, electo en el primer acto democrático de Bielorrusia, declaró que sería también, el último. Hoy en día, se encuentra aún al mando totalitario de la nación, el cual se remonta a poco más de dos décadas de duración, con un fin poco previsible en los siguientes años.
Los primeros años de dicha dictadura, ya consolidada como tal, se mostraron estables para Bielorrusia. Los ciudadanos se encontraban en un contraste de pensamientos al recibir una buena calidad de vida, pero cediendo su derecho democrático a un líder inconforme.
El analista Yauheni Preiherman del Club Liberal de Minsk (Capital de Bielorrusia) calificó el desarrollo de su país como un pueblo que “Prefiere el orden antes que el desarrollo”.
En los últimos años, el sistema dictatorial de Bielorrusia comenzó a desestabilizarse, cuando Lukashenko comenzó a aplicar medidas limitantes a sus habitantes con el fin de eliminar la multimedialidad que se ha visto, producto de la globalización y el incremento exponencial de la tecnología.
El control exagerado comenzó al limitar la venta de dispositivos electrónicos, así como su distribución al país por parte del comercio internacional. Acto seguido, ordenó controlar restrictivamente la conexión a internet, logrando que, hasta junio de 2017, menos del 50% de la población tenga acceso a dicho medio.
De acuerdo a algunas fuentes de investigación, el Gobierno de Lukashenko ha ordenado vigilar y, de ser necesario, intervenir en la comunicación en línea de los ciudadanos, manteniendo en constante vigilancia las redes sociales, cuentas de correo electrónico e incluso, líneas telefónicas, lo que ha generado un enorme descontento en el gobernado.
A pesar de que el desagrado de la población no ha tenido un progreso más significativo, como se ve en otros países, sí se ha visto en incremento y constituye un problema más a causa de políticos superficiales y con una sed de poder que nubla el bienestar democrático de la ciudadanía. Se espera que, en cuestión de meses, la situación en Bielorrusia incremente, lo que puede traer represalias de mayor índole.
Me parece intrigante que sea un tema que pase desapercibido por los analistas. A pesar de no tener tanto peso en la economía o asuntos trasnacionales, sí significa un ejemplo neto de abuso de poder y sus consecuencias en quienes lo eligieron hace más de 20 años. ¿Hasta cuándo le daremos la importancia que merece? ¿Hasta llegar a las consecuencias más radicales? A diferencia de muchos otros países donde se desatan conflictos con vidas de por medio diariamente, situándolos encuentran en el ojo del huracán, Bielorrusia vive un periodo de inestabilidad que, con un poco de foco internacional, puede encontrar más ágilmente una salida al conflicto antes de agravar una molestia que puede significar un declive político mucho más delicado. Ya lo hemos visto en Venezuela, en Siria, Corea del Norte o Cuba, por mencionar algunos…
¿Realmente vale la pena esperar?
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