Te tengo un pequeño reto, estimado lector. Te desafío a identificar al personaje que describiré en las siguientes líneas. ¿Estás listo?
Estoy pensando en un personaje de la vida política cuyo peso en nuestro país es indiscutible. Un hombre con un manejo de masas extraordinario, cuya retórica política era tema de conversación entre la ciudadanía. Un hombre que sabía manejar la agenda política a su antojo, marcando siempre la pauta. Alguien con mucho conocimiento en comunicación política, pero con una laguna irrefutable en economía. Uno de los políticos más brillantes de su generación. Un funcionario disruptivo, que logró discernir del tradicionalismo político de un país cansado, preocupado y enojado. Un declarado populista que supo identificar los principales problemas del país al que aspiraba gobernar y proponer soluciones que sonaban increíblemente sencillas. Un estandarte mediático de la izquierda en nuestro país, pero que en realidad escondía una personalidad poco tolerante y hasta opresora. Un mexicano que se enfrentó a la oposición, a los medios de comunicación y al sector empresarial con mucha valentía, pero impulsivamente. Un pescador de alianzas contradictorias e inentendibles, capaz incluso de interponer algunos puntos de su misma ideología con tal de ganar votos en las urnas. Un aparente salvador que siempre tenía una solución casi mágica. Una figura de renombre y prestigio, pero que desataba opiniones ambivalentes en el electorado. Un hombre incansable, pero con un pasado cuestionado y un sinnúmero de escándalos. Una batalla interminable, un fenómeno de proporciones internacionales, un candidato que tenía la victoria asegurada. Un iluso que creyó que todos los problemas de México se solucionarían con sólo llegar él a la silla Presidencial.
¿Lo tienes?
Estoy pensando en el ex-Presidente Luis Echeverría Álvarez, ¿Le atinaste?
No te preocupes si fallaste, querido lector, estoy seguro que no fuiste el único que pensó en Andrés Manuel López Obrador.
Ciertamente, las semejanzas entre ambos exponentes de la política mexicana son sorprendentes y, ante todo, muy preocupantes. La victoria de Echeverría en 1970 fue un dedazo inminente. A pesar de haber sido señalado en múltiples ocasiones como el supuesto autor intelectual del famoso 2 de octubre, la retórica de Echeverría era impecable. Su auto calificativo de izquierdista y una campaña híper populista dieron un auge de esperanza a la ciudadanía inconforme con la supuesta investigación de aquella impactante masacre. El sexenio de Díaz Ordaz, si recordamos bien, tuvo un buen desempeño en la economía, a pesar de haber albergado la costosa festividad de los Juegos Olímpicos del ‘68. La de Ordaz pudo haber sido una Presidencia aplaudible de no haber sido por aquel desafortunado suceso en Tlatelolco.
El impacto de la campaña de Echeverría fue, contrario a lo que se piensa, muy positivo. Todo se transformó una vez entrando en el poder. Echeverría disfrutaba dar recorridos por todo el territorio nacional, las llamaba “giras de exploración”, muy similares a la llamada “Gira de Agradecimiento” que emprendió López Obrador. En muchos de estos encuentros, Echeverría propuso un código de ética nacional, concepto que se ha retomado bajo el mote de “Constitución Moral”.
En sus primeros meses en el cargo, Echeverría se deslindó de Díaz Ordaz y del sistema priísta tradicional, con todo y sus altibajos. La relación con su antecesor se rompió definitivamente y su disrupción política no fue más que una mera estrategia discursiva, oculta bajo un mal empleado concepto de izquierda. Retomado el planeamiento recién expuesto, podemos entender mucho más fácil el desprendimiento de AMLO hacia el PRI y el PRD cobijado en un poco estructurado MORENA, ¿no les parece?
Echeverría trató de reprender la libertad de expresión y la libertad de prensa, que indignados buscaban profundizar en el caso “Tlatelolco”. Hubo un sinnúmero de periodistas ofendidos, ridiculizados y medios desprestigiados por su Gobierno. Incluso, expulsó al renombrado periodista Julio Scherer, del periódico Excélsior, del territorio nacional. Algo similar ha sucedido con López Obrador en su historia política, sobre todo ahora como Presidente Electo, pregúntenle a Loret de Mola…
La administración de Echeverría es reconocida por haber invitado a intelectuales, escritores, filósofos y humanistas a formar parte de su Gabinete, teniendo foros y discusiones con el fin de propagar una ideología. Encuentro esto muy similar con los supuestos “Foros de pacificación del país” que propone López Obrador, donde infiere hasta una visita del Papa Francisco.
Hablemos de economía. La ruptura de relaciones comerciales con Estados Unidos, España y Medio Oriente dificultaron el flujo comercial en nuestro país, aunado a un índice de natalidad ascendente durante el periodo de Echeverría. El sucesor de Díaz Ordaz endeudó al país de una manera indescriptible, terminando con el periodo dorado de la economía mexicana (Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz). Echeverría devaluó el peso de 12.50 a 25.00 pesos por dólar. La deuda externa se triplicó de 8 mil a 26 mil millones de dólares. No podemos hablar de una equivalencia de tal magnitud con respecto a López Obrador, pues aún no toma posesión. Lo que sí sabemos es que, al publicarse el resultado de su fraudulenta encuesta del NAICM, el dólar aumentó casi 3 pesos con respecto al peso mexicano. Afectó gravemente la economía sin ser aún el Presidente.
¿La relación con los empresarios? Fatal en ambos casos, aunque López Obrador intente manifestar lo contrario. Si bien Echeverría se refirió al sector empresarial y clases sociales altas como “Señores Riquillos”, Andrés Manuel los llamó “Señoritingos” y “Fifís”.
Recordemos también que, cuando Chile sufrió el golpe de Estado de Pinochet contra el mandato de Salvador Allende, Echeverría lo recibió en México junto con su familia con el famoso “Esta es su casa”. Los índices de inmigración aumentaron alarmantemente y Echeverría ofreció pensiones, oportunidades y empleabilidad a todos, aumentando la crisis aún más. Me parece irónico que, hace unos días, Andrés Manuel mostró una posición de calidez infundada como futuro Jefe de Estado en torno a la famosa Caravana Migrante. Por cierto, ambos también hablaron de pensiones monetarias, vaya casualidad…
Ah, lo olvidaba. Ambos son políticos de redes, de nexos, de secuaces. Echeverría tuvo siempre presente a su entrañable colega y sucesor Presidencial, José López Portillo, un hombre poco experimentado en política, prueba fehaciente de nepotismo. Con López Obrador, este fenómeno se repite. Mando un saludo a Marcelo Ebrard.
No, López Obrador no es ni será la mínima sombra de la ideología juarista. Es un hombre brillante que ha tergiversado la izquierda y la ha mimetizado con el populismo, que es meramente una herramienta de convencimiento retórico. Las similitudes, en cambio, con el repudiado Echeverría prácticamente comprobables, a la historia me remito. Espero, de verdad, que el Presidente Electo se desprenda de Echeverría en los resultados de su Gobierno y pase a la historia como el buen Presidente de ambiciona ser, por el bien de México.
Si permanece esta constante, me temo que no veremos ninguna cuarta transformación, sino una transformación de cuarta.
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