El año recién inicia y las precampañas políticas ya están a todo lo que dan. Unos cacarean lo poco o mucho que han logrado en su tiempo de gestión, algo que a decir de los abuelos “No es gracia sino obligación” porque alardear del trabajo realizado es sólo informar lo que se ha hecho con los recursos públicos y eso no es nada nuevo bajo el sol, como tampoco lo es decir, prometer o desprestigiar al oponente. Otros hablan de lo que no han hecho los actuales gobernantes y lo que ellos prometen hacer, aunque sin ser muy claros en el cómo y cuándo. Y el resto se dedica a llenar espacios públicos y utilizar el gasto del erario para promover sus aspiraciones al poder.
Lo cierto es que todo es un montaje, sexenios van y vienen, políticos se dicen cercanos a los ciudadanos por comer garnachas, por caminar en el barrio o por vestir diseños artesanales pero realmente ¿Quiénes somos los mexicanos? ¿Qué queremos o qué esperamos o qué merecemos de nuestros gobernantes? ¿Cómo es México? ¿Qué significa ser ciudadano mexicano? ¿Hacia dónde vamos? Sé que en el mundo intelectual sobran tesis, estudios y conversatorios al respecto, pero ¿quién se encarga de la educación después de la universidad? ¿Cómo se adquiere identidad nacional? ¿Hablamos según nos va en la feria o estudiamos todas las noches de teoría política o sociología o economía? Y más aún, en los mercados, en el transporte público, en la calle, en las escuelas o en las casas ¿quién nos educa sobre cuestiones políticas?, ¿quién nos desmenuza los conceptos de interés nacional? Si los padres y madres de familia a duras penas se enteran de las tareas que deben entregar sus hijos, ¿en qué momento deliberan de forma académica e informada respecto al rumbo del país?
No es posible ejercer un voto sin información, sin propuestas claras, sin pensamiento crítico, sin conocer al menos a los que nos representan a nivel local, sin reconocer las necesidades reales que se tienen en el entorno. La pregunta es: ¿los mexicanos realmente queremos vivir bien y mejor o simplemente somos parte de una masa de miles y miles de habitantes cuyo único interés es asistir a los eventos masivos y gratuitos que se realizan en el Zócalo? El dicho lo dice bien: “No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”. Y sí, es muy posible que volvamos a obtener el gobierno que merecemos por apatía, por desinformación, por egoísmo, por mediocridad o por borregos.
Las pequeñas cosas
Hablar de empatía (empáthela = sentimiento de identificación con algo o alguien) puede parecer obsoleto en tiempos de egoísmo acrecentado y de vanidad excesiva, tal vez se trate de una palabra utilizada sin control ni reflexión porque implica pasar por las emociones y que se sepa, la humanidad sigue carente de educación emocional entre otras cosas. Entre 1906 y 1975 vivió una mujer nacida alemana y nacionalizada estadounidense que influyó enormemente el pensamiento político y filosófico de aquél tiempo con sus ideas respecto al totalitarismo y la filosofía existencial, su pensamiento central partía del nacimiento del ser humano reconociendo a la “vita activa” como su esencia. De ella retomo un par de ideas que me interesa traer a valor presente: “En un mundo en constante cambio, el ser humano no puede sentirse en casa.” Y “La muerte de la empatía humana es unos de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie”.
Vivimos en constante cambio. Lo que hoy es tendencia, mañana será olvidado. Este año, por cierto, nos enfrentaremos a un “cambio” político en México; la humanidad cada día tiene más rasgos nómadas que sedentarios pese a que su vida se reduce a horas en el mundo virtual sea por asunto laboral, por distracción, socialización o mera enajenación pero la identificación con alguien (empatía) o algo cada vez parece más una utopía que definición de la condición humana. Y sí, parece que estamos reviviendo otras épocas y otras historias de barbarie, de sadismo, de terrorismo, de guerra, porque para reconocerse e identificarse con el otro, es preciso saberse y definirse como persona y ese es un concepto cada vez más diluido en el pensamiento colectivo donde lo que importan son los likes, los seguidores, los trending topic y los tiktoks porque la virtualidad es más cómoda, más ilusoria y más ligera que apropiarse de la propia voluntad para tomar acción en cualquiera de los ámbitos que sea necesario.
Aun así, la empatía no debe morir, recordar de vez en cuando nuestra condición humana es la pauta para enraizarnos, conectar y edificar una casa (país, nación, ciudadanía, etc.), nuestra casa, esa en la que sea posible reconocer al otro como parte de un colectivo para generar entendimiento y bienestar común. Esto apenas empieza, filosofar en el siglo XXI es preciso y sí, también debería convertirse en tendencia.
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