Y de repente, estamos en la recta final de septiembre, un mes envuelto tanto en tormentas eléctricas y socio políticas, como económicas.
El emblemático grito de independencia dio notas de ocho columnas, se convirtió en tendencia y ocupó los espacios noticiosos durante toda la semana. La “oposición” (si es que todavía existe) descalificó el acto cívico de la presidencia, mientras que los seguidores de la cuarta transformación se desvivieron en halagos a lo que consideraron un hecho inédito por los simbolismos que distinguen a la actual mandataria de México.
Más allá de las múltiples lecturas, opiniones y perspectivas; desde el análisis del discurso, me quedo con una inquietud que me pareció desproporcionada: el grito como tal. Un grito en toda la expresión de la palabra y de su significado: con una voz esforzada y levantada, sonido vocal emitido con mucha fuerza, manifestación vehemente de un sentimiento ¿colectivo? El grito pareció una descarga emotiva, un pretexto para alzar la voz y resaltar la lucha, pero no la colectiva sino la personal.
La lucha de quien es la primera presidenta de México en el siglo presente, la lucha de una mujer que lidera, decide, declara, autoriza, viaja, representa y resiste, aguanta y calla, porque a la luz pública, la presidenta no se queja, no llora, no pierde la compostura, no se queda dormida después de las seis de la mañana, pero tampoco padece los males que los miles de ciudadanos demandan como resultado de un descuido generalizado que los ha dejado sin servicios de calidad y con los bolsillos vacíos como efecto de la economía global. Desde esa perspectiva puede que sí, que el grito de ¡Viva México! Haya sido más un grito colectivo de auxilio y de esperanza, incluyendo a la presidenta. Lo cierto es que, el de este año, no tuvo nada de convencional.
Los árboles también parecen gritar al desprenderse de sus hojas secas y “muertas” Hoy inicia el otoño, la estación favorita de esta columna en la que hemos dedicado varios espacios a lo largo de diez años de existencia y para muestra, algunos botones: Otoño y Vertumno
Las hojas empiezan a caer como evidencia de que el ciclo de la vida inicia una vez más y a la vez, como señal inequívoca de que seguimos aquí “vivitos y coleando” y que se acerca el fin de año. Las hojas caen, las lluvias persisten, el frío empieza a sentirse y la naturaleza sigue su curso. ¡Nos leemos a la próxima!
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