Esta Semana Santa nos ha enseñado que, como humanidad, no hemos aprendido nada. Los abusos, las traiciones, las crucifixiones, y las resurrecciones siguen siendo el “pan nuestro de cada día.” El infierno se ha hecho terrenal y eso lo podemos ver en el recorrido que empieza con las flamas de una catedral incendiada, el suicidio de un expresidente, una masacre en el Viernes Santo y el “broche de oro” de un atentado terrorista en el Domingo de Pascua.
Las flamas de Notre-Dame inauguraron la temporada en el infierno cuando el Lunes Santo, día en el que Jesús expulsó a los mercaderes del templo de Jerusalén, estas arrojaron que lo que ardía iba más allá del techo de una hazaña arquitectónica del Siglo XIII. Porque hace mucho que un incendio carcome a la institución y a la nación a las que pertenece.
La primera por encontrarse tan lejos de Dios y tan cerca de la pederastia y la otra por no haber sido capaz de ponerle fin a la histórica lucha de clases que, hoy se encuentra de regreso bajo la forma de las protestas de los chalecos amarillos, y que parece haber cobrado más fuerza después de que las donaciones para la reconstrucción de la Catedral y las demandas de deducciones fiscales se hayan topado. El momento de unión no se le dio a Macron.
Seguimos con lo ocurrido el Miércoles Santo, día en que Judas conspiró con el Sanedrín para traicionar a Jesús por treinta monedas de plata, cuando el suicidio del expresidente Alan García del Perú nos recordó que hoy las traiciones a los pueblos se dan en montos mayores y que mientras algunos pueblos se quedarán con sed de justicia porque los individuos tomaron la salida fácil, otros como México, se quedarán con la sed porque la impunidad se desborda y el caso Odebrecht se ignora.
Por otro lado, el Viernes Santo, día de la crucifixión de Jesús, nos mostró que inocentes siguen siendo crucificados y balanceados en el mundo. Puesto que ese día tan “santo” murieron en una masacre en Minatitlán 13 personas y un bebé por ser arrastrados a una venganza entre el Cártel de los Zetas y el Cártel de Jalisco Nueva Generación.
Finalmente, el Domingo de Pascua, día de la resurrección de Jesús, una serie de bombardeos dirigidos a la comunidad cristiana de Sri Lanka provocaron la muerte de cerca de 290 personas en todo el país. Recordando que no sólo la resurrección de Cristo puede ocurrir. Sino también la de la violencia entre distintas etnias agravadas por la fe.
Lo ocurrido de Lunes Santo a Domingo de Pascua de “santo” no tiene nada y lo peor es que ocurre todos los días.
Son tiempos difíciles en el mundo en que vivimos.
El último en salir apague la luz.
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