No voy a decir que lo ocurrido este fin de semana no resulta electoralmente conveniente, pero he de decir que, en esta ocasión, Donald Trump es inocente. Los muros privados le preceden y el hecho de que sus seguidores comenzaran la construcción de uno, nos recuerda que, en el mundo, tal vez no seamos tan diferentes después de todo. Casos de Francia, China, Perú y México me darán la razón.
El fin de semana pasado seguidores de Donald Trump comenzaron la construcción de un muro privado en la frontera con México porque sienten que el Congreso les ha fallado y la amenaza de los narcotraficantes sigue latente.
El muro privado comienza a tomar forma en un terreno particular ubicado entre la frontera de El Paso y Ciudad Juárez y es financiado por donaciones obtenidas a través de una cuenta de GoFundMe, la cual actualmente cuenta con más de $22 millones de dólares recaudados, perteneciente a la organización We Build the Wall que busca que sea la comunidad quien ayude directamente a construir un muro en toda la frontera.
En Francia en el 2017 ocurrió algo similar. Residentes de la localidad de Séméac, en los Pirineos, construyeron un muro de casi dos metros de altura para bloquear la entrada a un hotel en desuso que estaba siendo transformado en un centro de acogida para migrantes.
En China en el 2012 las autoridades de la provincia de Gansu construyeron un muro en la comarca de Zhangxian de varios kilómetros en el borde de una carretera, al parecer, con el único fin de tapar una pequeña aldea y esconder sus pobres condiciones de vida.
Por otro lado, en Perú hay un muro que se le conoce como “el muro de la vergüenza”. Se trata de muro de 10 kilómetros de largo construido en Lima, que separa a una de las urbanizaciones más ricas de la ciudad de una de las zonas más pobres, que paradójicamente comparten dos lados de un mismo cerro.
A un lado de la pared queda la exclusiva urbanización Las Casuarinas, donde las casas pueden llegar a costar más de US$5 millones en esta zona y cuentan con una vista privilegiada de toda la capital del Perú. Mientras que al otro lado, crecen los pueblos jóvenes de Pamplona Alta, en el distrito de San Juan de Miraflores, que no tienen ni luz ni agua.
Finalmente en México hay varios tipos de muros privados pero esta vez voy a aterrizar el ejemplo en lo cotidiano. En aquello que forma parte de nuestra vida privada y que tal vez por ello no nos damos cuenta. Las casas, a diferencia de las de otros países, no comparten la belleza de sus fachadas ni de sus jardines con los transeúntes. Cuentan con muros privados que las esconden y protegen a los residentes de la amenaza externa.
Lo anterior se potencializa cuando hablamos de privadas, fraccionamientos o incluso del alcance del transporte público. Porque alguna vez platicando con un ingeniero de gran trayectoria sobre el hecho de que el metro en la CDMX no llegaba a ciertas zonas residenciales de nivel socioeconómico alto me dijo que calvez era porque no se quería que quién usaba el metro llegara.
La verdad es que no me consta, pero en un país tan dividido y tan clasista como el nuestro no lo descarto. El chiste es que todo el mundo tiene el derecho de proteger su propiedad privada y el muro, a veces, puede tener distintas caras.
En esto creo que Donald Trump es inocente. Porque los muros ya estaban.
El último en salir apague la luz.
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