La historia ha demostrado que los muros físicos caen mientras que los mentales permanecen. Sin embargo, Donald Trump parece no haber tomado nota de la historia y hoy visita, al este del cruce fronterizo de Otay Mesa en San Diego, los ocho prototipos diseñados para el muro fronterizo que planea construir con nuestro país.
Este es el primer viaje del magnate a la frontera desde que llegó al poder, y según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés), el muro será el resultado de la unión de una serie de características de los prototipos, de forma que, por ejemplo, las autoridades juntarán la altura de un modelo con los mecanismos antiescalada de otro y, como resultado, designarán la muralla.
La mayoría de modelos están compuestos por bloques de hormigón y acero, y miden algo más de nueve metros de altura. Según las pautas de licitación, los muros -que le costaron al gobierno entre US$400.000 y US$500.000 cada uno- deben evitar poder ser trepados, ser resistentes a golpes de herramientas como mazos o sopletes, y permitir ver qué es lo que está pasando del otro lado de la frontera en ciertos tramos. Por eso, las empresas han edificado dos tipos diferentes de prototipos: un muro sólido, compuesto por materiales como el cemento, y una verja hecha con materiales que permitan ver qué ocurre al otro lado y que esté construida, por ejemplo, con barrotes de hierro. Una descripción que, si bien puede resultar impactante, no hace más que desatar las carcajadas de la historia universal que siempre ha sido famosa por tener dos caras. Porque la historia de los muros y las murallas, que impiden el acceso o la salida, también es la historia de aquellos que se las ingeniaron para atravesarlos.
El ejemplo clásico es la Gran Muralla China que, a pesar de su imponencia, no logró impedir el paso a varias tribus nómadas del norte. La historia está plagada de ejemplos de muros derribados o sobresaltados por aquellos que no perdieron de vista su objetivo y seguramente lo mismo ocurrirá con el que planea cubrir los 3,000 kilómetros de la frontera entre ambos países.
El actual mandatario estadounidense ha catalogado a México como la raíz de de todos los males y ha convertido a nuestro país en un rehén de sus proyectos electorales, porque las razones por las que planea construirlo, entre las que se encuentran la migración, el narcotráfico y el comercio “desigual”, ya han demostrado no detenerse por la presencia de ningún muro. Demostrando de esta manera la veracidad de la historia y poniendo en evidencia que los únicos muros que permanecen, son los mentales.
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