Se dice que hay que medirle el agua a los camotes porque, si el agua se consume, estos se queman y fin de la historia. Lo mismo puede ocurrir con nuestra democracia si no se cuida y de ahí la importancia de retomar la frase que nuestro mandatario usó el domingo en Durango.
Nuestro mandatario asistió a un evento en la región de La Laguna de ese estado y luego de que varias personas rechazaran y protestaran contra el proyecto del Metrobús de La Laguna, dijo que “había que medirle el agua a los camotes”, convocó a una consulta express a mano alzada y se acabó el proyecto. Así el estado de nuestra democracia y su nivel de agua.
El Metrobús de la Laguna es un proyecto que buscaba conectar las ciudades coahuilenses de La Laguna con las comunidades que colindan del lado de Durango, sin embargo, fue cancelado por segunda ocasión. La primera vez fue por el gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto y hoy su presupuesto del lado duranguense tiene como nuevo destino el agua y un hospital en la región.
Tras conocerse lo ocurrido en Durango, el Gobierno de Coahuila emitió un comunicado en donde dio a conocer que el proyecto en lo que corresponde a la entidad sigue firme. Las obras del lado de La Laguna coahuilense comenzaron en 2016 y ya llevan un avance considerable. El pasado 10 de junio, el gobierno de ese estado concluyó la estación Nazas y comenzó las obras en la estación Oriente.
Se tenía considerado un presupuesto de mil millones de pesos. En diciembre de 2018 AMLO amplió el presupuesto. Agregó 474 millones de pesos más para incluir las ciudades de Lerdo y Gómez Palacio del lado de Durango. En beneficio de 138 mil usuarios de la región que lo usarían diariamente.
La simulación de democracia directa, ejemplificada en la manera en que se anuló el proyecto, es una clara característica populista que hace responsable al pueblo de una decisión ya tomada y operada en otras instancias.
De las personas que levantaron la mano no se sabe ni su nombre y me parece que tomar decisiones de este calibre, de una manera tan ligera, en la mayoría de los casos resulta dañino, para la población y para la democracia, y ha demostrado tener efectos adversos en otras partes del mundo. Tomemos el caso del Brexit como ejemplo.
La manera correcta de tomar ese tipo de decisiones es través de una ardua labor informativa a los ciudadanos y de la participación de instituciones estatales en la organización de una votación para la toma de dicha decisión. Pero parece que aquí sólo importan los camotes y los proyectos políticos con miras a 2021, 2022 y, si se puede, hacia la eternidad.
Dejemos los camotes y cuidemos que el fuego de las decisiones ocurrentes no evapore el agua de nuestra democracia. A esa es a la que hay que medirle el agua.
El último en salir apague la luz.
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