Los desastres naturales que han experimentado las naciones vecinas en los últimos meses, han dejado lecciones para ambas en materia diplomática y confirmado el “desastroso camino” por el que sus relaciones atravesarán en los próximos años, ya que mientras México expresa sentimientos y acciones solidarias ante las tragedias ocasionadas por los huracanes Harvey e Irma, el gobierno de Trump continúa insultado a México con su retórica tradicional, y guarda silencio ante las tragedias ocurridas por el terremoto más fuerte del siglo en el país y el huracán Katia. Siendo estas posturas sabias lecciones de las que ambas naciones, habrán de aprender.
La primera lección es de carácter inmediato y es para México. Nuestro país debe aprender, por cuestión de dignidad, a guardar distancia de quien no es su “amigo” y a relegar los asuntos ajenos a un segundo plano ante los domésticos. Aplaudo la solidaridad y generosidad con la que nuestro gobierno, en medio de insultos, se postuló con respecto a las tragedias ocasionadas por los huracanes Harvey e Irma, pero el terremoto más fuerte del siglo y el huracán Katia nos han recordado que por el momento nuestros ojos deben estar puestos en nuestras tierras y que aún hay mucho por hacer. Extendiéndose esto a dejar estar peleando guerras ajenas disfrazadas de una manera tenaz -como la de las drogas, en donde todos sabemos que Estados Unidos es quien genera la demanda- y a estar deteniendo a migrantes centroamericanos que se dirigen a ese país –porque no nos corresponde y daña nuestras relaciones con el país vecino-, entre otros asuntos, que deberían ser relegados para concentrarnos en los propios.
Estados Unidos por su parte, también aprenderá su lección dentro del mediano plazo. El gigante del norte tendrá que aprender a no patear a quien le tiende la mano y a no dividir lo que no puede ser dividido. Porque como históricamente se ha demostrado -y se volvió a demostrar mientras México ofrecía ayuda con motivo del huracán Harvey al mismo tiempo que era denominado como un país de criminales por el actual mandatario- a cada agravio, insulto o injusticia -como lo fue la anexión de la mitad de su territorio en 1848- México responde con un ánimo conciliador que no debe ser dado por sentado y que hasta el día de hoy, ha resultado valioso en materia de salud, seguridad, aguas, comercio y transporte, entre otros. Aunado a esto, por más que Trump y sus adeptos intenten dividir mediante muros, discursos de odio e insultos a las dos naciones, se darán cuenta que no se pueden dividir lo que está fuertemente entrelazado. La anexión del territorio anexó junto con él a población de origen mexicano que se negó a perder su cultura y que hoy conforma, junto con la ola de inmigrantes ilegales que tuvo su auge en los años ochenta y su descendencia, el 11% de su población. Por lo que estos insultos y falta solidad también tendrán un impacto negativo interno, en un país que se niega aceptar su realidad bicultural y que solito se encuentra ya generando su propia división.
Esas son las lecciones que nos dejan un terremoto y tres huracanes.
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