Con base en la respuesta enviada el día de ayer por Carles Puigdemont al requerimiento de Rajoy para saber si el “president” declaró la independencia de Catalunya en el pleno celebrado en el Parlament y el ingreso en prisión de los líderes de ANC y de Òmnium por sedición, no es difícil decir que el conflicto en Cataluña no tendrá un fin próximo. Sin embargo, a pesar de que el conflicto aun tiene un largo camino que recorrer antes de lograr su resolución. Hay tres lecciones que comienzan a vislumbrarse y que no deberían ser ignoradas.
La primera lección que este conflicto nos deja es que hoy por hoy vivimos en un mundo de imágenes. Las imágenes influyen fuertemente en nuestra manera de pensar y por lo tanto, en nuestra percepción del mundo. La imagen de la violencia ejercida por parte del Estado Español en el Referéndum Catalán ante votantes pacíficos le ha dado la vuelta al mundo, dañando de una manera significativa “la imagen democrática” de España, al evocar ecos del franquismo y poniendo en el radar de la esfera internacional al movimiento secesionista, en donde la conjunción de los malos manejos del Estado y de una cobertura mediática oportuna, le han abierto la puerta a una historia paralela que, como se ha visto, no necesita necesariamente ser verdadera para expandirse por los rincones del mundo. Es aquí donde entra la segunda lección que habremos de aprender de este conflicto.
Cualquiera que base su juicio en las imagines del Referéndum, en las de las marchas posteriores, la manera en como Julian Assange ha construido la narrativa del suceso, o incluso el sonido de las cacerolas en la noche de ayer como protesta de una parte de la población a la detención de Sànchez y Cuixart, puede llegar a pensar que el Estado Español reprime no al 90% del 42% de la población que apoya a esta tendencia sino al 90% de la población regional entera. Siendo esto sumamente distante de la realidad que se vive hoy en Cataluña y demostrando que en este caso, las imágenes no siempre dicen la verdad y que han sido usadas por el independentismo con fines políticos.
Finalmente la última lección que este conflicto nos deja es que la legalidad nunca debe de ser confundida con la violencia. En los países democráticos el último recurso es el uso de la fuerza y ésta responde al respeto a la ley, diferenciándose de la violencia, que es un uso de la fuerza ilegítimo e injustificado. Poniendo de esta manera a la actuación de la Guardia Civil este primero de octubre en la torpeza fronteriza que se encuentra entre lo legal y lo injustificado, y que ha dado pauta a esta gran batalla dialéctica en donde las tinieblas no permiten ver claramente quién ejerce qué, mientras una parte defiende torpemente la legalidad y la otra exige hábilmente el cese a la represión.
Aunque se abre un compás de espera hasta este jueves, las posibilidades de que Puigdemont cambie de posición y responda si ha declarado la independencia de Cataluña son nulas. Hasta entonces, el Gobierno de Mariano Rajoy, continuará con el plan de activar el artículo 155. El conflicto continuará. Sin embargo, las lecciones no deben ser olvidadas.
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