Las letras chiquitas que vienen generalmente al final de un acuerdo a veces no se leen y eso es un error. Porque esas pequeñas letras son capaces de cambiar el sentido de lo evidente, de comprometernos más de lo que se piensa, e incluso de disfrazar de manera sublime una gran derrota de una gran victoria. De ahí la importancia de leer las letras chiquitas del “heroico” acuerdo al que nuestro canciller, Marcelo Ebrard, llegó para frenar la amenaza arancelaria del Presidente Trump.
Lo que se hizo es probablemente lo único que se podía hacer tomando en cuenta el poco margen de maniobra que te da la asimetría económica que se vive entre estos países vecinos. Se acordó que, a cambio de que no se le pongan aranceles a sus productos, México ayudará a frenar la inmigración ilegal centroamericana que se dirige a Estados Unidos desplegando a la Guardia Nacional en la frontera sur y la ampliación del acuerdo 235 que contempla que sean enviados a México a los solicitantes de asilo mientras terminan su proceso.
Lo que en las letras chiquitas se traduce en que nos hemos convertido en la policía fronteriza de Estados Unidos, en el mismo muro del que Trump tanto ha hablado, y en un tercer país de facto.
Por otro lado, hay otro tipo de letras chiquitas que no son de menor impacto y que se esconden bajo la propaganda nacionalista con la que se ha decidido disfrazar esta derrota de victoria.
El manejo de la comunicación política del acuerdo con símbolos nacionalistas que van desde el uso del águila en el tweet en el que nuestro presidente anunció que “gracias al apoyo de todos los mexicanos se logró evitar la imposición de aranceles”, el uso del discurso de la dignidad ante Estados Unidos que, es una herencia directa de los tiempos de López Portillo, y el remate de un meeting político en la zona fronteriza se han producido en el aumento de capital político para ciertos personajes.
Con esto me refiero a Andrés Manuel López Obrador y a Marcelo Ebrard. Porque el primero logró reponerse de los diez puntos de aprobación que había perdido desde el inicio de su gestión y el segundo ha conseguido un capital político considerable, rumbo a la contienda presidencial de 2024, que inició el mismo día en que nuestro presidente tomó el cargo. Así son los tiempos políticos.
También otro aspecto que es evidente, pero que sólo se alcanza a ver si se leen bien las letras chiquitas, es que la estructura comercial entre ambos países se ha reducido a un mero símbolo. Las regulaciones del TLCAN, aún vigentes, y las acordadas en el T-MEC pasan a segundo plano cuando se invoca la ley de seguridad nacional. La voluntad de Trump lo puede todo y estaremos sujetos a constantes revisiones.
Por último, las letras chiquitas también nos dicen, que las mejores decisiones para el desarrollo de un país no se pueden tomar cuando se depende tanto de otro y se tienen que poner sus intereses primero. El que paga manda y ahora dependemos más porque incluso hemos logrado desplazar a China como el primer socio comercial de nuestro vecino del norte.
Así las letras chiquitas del acuerdo de Ebrad.
El último en salir apague la luz.
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