La doctrina Trump retoma la carrera armamentista de la Guerra Fría y amplía de manera inesperada el espectro de enemigos, apuesta por el desarrollo de armas de “baja intensidad” y otorga al presidente el poder de responder con el látigo atómico a amenazas tan difusas como los ciberataques. Apostándole de esta manera más a las balas que a la democracia en la reciente Revisión de la Postura Nuclear y su concepción del uso de “botón nuclear.”
Con el nuevo plan las “causas extremas tradicionales” capaces de activar el botón nuclear como lo son los episodios de destrucción masiva tanto nucleares como químicos o biológicos son complementados y desplazados en prioridad por los “ataques estratégicos no nucleares”. En donde se incluyen los ciberataques que van desde la población civil e infraestructuras, hasta el control aéreo. Ampliando de esta manera el foco bélico de las naciones a los individuos y abriendo la puerta a la posibilidad de que un conflicto pueda diluirse en millones de frentes. Porque para la administración Trump, el creciente avance de la tecnología aumenta el riesgo de que ciertos adversarios lancen contra Estados Unidos un ciberataque y abran una crisis sin necesidad de declarar la guerra.
Entre los posibles enemigos, la Dirección Nacional de Inteligencia señala a Rusia, China, Irán y Corea del Norte, cuyos “ensayos son cada vez más agresivos”. Como actores malignos apunta a grupos terroristas y organizaciones criminales, aunque admite que las fronteras tienden a borrarse: “La divisoria entre la actividad criminal y la de los Estados será cada vez más difusa en la medida en que ciertas naciones puedan querer utilizar a los primeros en sus operaciones”.
En este escenario de enemigos multiplicados, la estrategia de Trump ha roto de una manera rotunda con la estrategia de Obama. Sustituyendo la disuasión por la confrontación y ha planteado el desarrollo de lo que denomina “armas tácticas”. Bombas de menos de 20 kilotones, tan letales como las que arrasaron Hiroshima y Nagasaki, pero consideradas pequeñas en comparación con las que actualmente dispone Estados Unidos. Desarrolladas como respuesta al supuesto de que Rusia ya ha desplegado armas tácticas, que cuenta con ventaja, y que debe de entender que cualquier uso de armas nucleares, aunque sea limitado, es inaceptable.
Esta la doctrina Trump. En donde el nacionalismo, el militarismo y el aislacionismo le dan más peso a las balas que a la democracia, y la que comenzará a marcar la directriz del sistema internacional en los próximos años. Preparémonos para las tensiones y para que el mundo cambie.
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