Hoy es uno de esos días en que tengo la impresión de que el mundo está al revés o que simplemente estamos siendo testigos de un reordenamiento geopolítico que alterará el orden mundial de la manera en que hoy lo conocemos. Porque mientras Donald Trump endurece sus medidas arancelarias con Canadá, llega tarde a la cumbre del G7 y se va temprano, este último llega puntual a las cumbre con el líder norcoreano, dice que éste es “brillante” y se va con una sonrisa después de haber firmado una declaración conjunta, altisonante en sus aspiraciones y mínima en detalles, pero con todo el potencial de alterar el orden geopolítico regional de Asia–Pacífico y del mundo.
Lo primero que hay que entender es que la cumbre de Singapur es un éxito para Trump, que éste ha logrado más en materia de Corea del Norte que cualquiera de sus predecesores y que en definitiva ésto podría contribuir a su muy probable reelección en el 2020. El magnate neoyorquino ha logrado el apoyo de naciones como China, Corea del Sur y Rusia en este tema; también logró que China endureciera sus sanciones económicas con este régimen, que las pruebas de misiles nucleares fueran suspendidas y que prisioneros de guerra fueran liberados, entre otras cosas, que hacen que pase lo que pase en las negociaciones consecuentes, Trump ya ganó porque ha conseguido llegar más lejos que nadie en esta materia.
Por otra parte, hay que entender que la cumbre y lo que hasta ahora se ha derivado de ella, promete alterar el orden geopolítico regional, porque hasta hace algunos años, China era vital para lograr acuerdos entre Estados Unidos y Corea del Norte y hoy, Corea del Sur ha tenido un papel más predominante. Mientras que la enemistad entre Estados Unidos y Corea del Norte era uno de los principales “salvavidas” de Corea del Sur, porque de alguna manera, su alianza militar con esta nación le garantizaba la supervivencia. Hoy el escenario pinta un poco diferente y habrá que ver cómo van a reaccionar, porque según las declaraciones del Presidente Moon y los militares estadounidenses, todos aún se encuentran un poco confundidos después de las declaraciones finales.
El comunicado de cuatro puntos, que fue transmitido después de la reunión, expresa el compromiso de Corea del Norte a la “completa desnuclearización de la península coreana”. Estados Unidos aportará garantías de seguridad al régimen de Kim jong–Un. Pionyang entregará restos de antiguos prisioneros de guerra y desaparecidos en combate. Los dos colaborarán para establecer un “régimen de paz duradero y estable”, esto es, para la firma en el futuro de un acuerdo que ponga fin formal a la guerra de Corea (1950-1953) que Trump espera “pronto”.
Trump ha insistido en que se mantiene el objetivo final de una desnuclearización completa, verificable e irreversible. Las sanciones, dijo, se mantendrán mientras Corea del Norte mantenga sus armas. Sin embargo, hay que recordar que el cumplimiento de esas sanciones están en manos de China, quien no perdió la oportunidad de reafirmar su papel regional al hacer que Kim Jong–Un llegara y se fuera en un avión con la bandera de ese país, y quien después de estar en la mira de Trump con respecto a una guerra comercial, difícilmente tendrá el mismo interés de aplicarlas de manera rigurosa.
En su larga rueda de prensa Trump también reveló que se acabaron las maniobras militares conjuntas entre EE.UU. y Corea del Sur porque cuestan “un dineral” y son “una provocación” para Kim. Esta declaración, al parecer, ha sembrado la confusión entre sus propios militares y sus aliados. La fuerza de EE.UU. en Corea del Sur, de casi 30.000 soldados, emitió casi de inmediato un comunicado en el que subraya que “no ha recibido instrucciones” sobre una cancelación de las maniobras y seguirá adelante con ellas como está previsto. Seúl ha declarado que debe estudiar exactamente qué ha querido decir Trump; la misma respuesta que ofreció cuando el inquilino de la Casa Blanca canceló unilateralmente la cumbre de Singapur antes de declararla en marcha de nuevo.
Finalmente, hay que agregar que más allá del “buenondismo” que muchas veces suponen las relaciones internacionales, hay razones geográficas que, como siempre lo he dicho, dicen más que mil palabras. Corea del Norte es un país importante por su simple geografía. Se encuentra localizado entre China y Japón, y es considerado como el segundo país con los mayores depósitos de tierras raras sólo después de China, encontrándose sus mayores densidades a tan sólo 100 km de la frontera con este país, en el yacimiento de Jongju.
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Los metales de tierras raras son muy importantes para la producción de productos de alta tecnología y no tienen sustitutos, por lo que los países que quieran producir este tipo de bienes –entre los que se encuentran teléfonos inteligentes, turbinas, aviones, misiles de todo tipo, imanes de alta eficiencia y tecnología nuclear–, tienen forzosamente que comprarlos.
En cuestión de depósitos de estos minerales, los de China se calculan en 55 millones de toneladas y los de Corea del Norte en 20. Los chinos han logrado monopolizar la minería de estos minerales, controlando el 90% de su extracción, y están haciendo todo lo posible para mantener el control sobre los recursos norcoreanos, habiendo invertido, en los últimos años, más de 10 mil millones de dólares en la construcción de infraestructuras para la importación de todas las materias primas procedentes de Corea del Norte y consiguiendo, de esta manera, que los norcoreanos dependan de sus inversiones. La cercanía de Trump con Kim podría romper con esto y garantizarle a Estados Unidos el acceso a estos recursos que son vitales para los nuevos conceptos de seguridad nacional que cada vez se definen más en términos de “superioridad tecnológica.”
¿Ahora se entiende por qué Trump se veía tan sonriente?
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