Los tiempos políticos rara vez son casuales. Son terriblemente hambrientos y tan infinitamente rápidos que, cuando algunos apenas se dan cuenta de lo que acaba de pasar, estos ya están trabajando en lo que va a pasar y es, precisamente por esto, que la muerte de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle debe ser tomada en cuenta como el meteorito que puso fin al 2018 para que, centrando la vista en el 2024, haya conseguido vestirse de ese humor negro que tantas veces caracteriza al destino para, en esta ocasión, rimar con una de las batallas más importantes de nuestra historia.
La batalla de Puebla, en la cuarta transformación, inició mucho antes de que la muerte de estos dos políticos diera vida a la primera gran crisis del gobierno entrante y hoy ha conseguido expandir su campo de batalla del territorio de un estado al de una nación entera que se debate entre la confusión y la polarización. Reabriendo las heridas de la reciente contienda presidencial, que finalmente han sido las de siempre, y marcando la pauta para el clima que habrá de venir.
La elección que se llevó a cabo este 1 de Julio de 2018 en Puebla dio como resultado la victoria de la panista Martha Erika Alonso por 4 puntos sobre su contrincante morenista Luis Miguel Barbosa quien, al insistir que Rafael Moreno Valle, ex gobernador del estado, había manipulado la elección, pidió un recuento de los votos y luego impugnó la elección ante la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que acabaría por resolver el triunfo de Alonso en esto. Acto que nunca sería totalmente aceptado ni por el excandidato Barbosa ni por nuestro mandatario, quien declaró, que en su “calidad de ciudadano” no estaba conforme y que a pesar de que “estos magistrados vienen del antiguo régimen” sería respetuoso del Estado de Derecho. Debiendo esto ser entendido dentro de su propio contexto y acciones consecuentes.
La decisión del TEPFJ sobre la elección de gobernadora en Puebla ocurrió en medio del desencuentro que nuestro mandatario y los legisladores de su partido sostienen con el Poder Judicial, en especial luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolviera suspender la Ley de Remuneraciones de los servidores públicos que reduce lo ingresos de los funcionarios judiciales. Aunado a esto, también vale la pena tomar en cuenta, que nuestro presidente jamás llamó a la gobernadora para congratularla tras la ratificación de su victoria, y que esta tuvo que rendir protesta ante el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) y no ante el Congreso del Estado, en donde Morena tiene mayoría, por que “no existían las condiciones propicias”. Además de que Puebla sería excluida de las próximas giras presidenciales y que, finalmente, este último no asistió al funeral, de la gobernadora y el exgobernador, por considerar que se había creado un ambiente “exprofeso por los conservadores de siempre.” Alimentando de esta manera al fuego de la dicotomía y echándole sal a nuestra herida de siempre.
La batalla de Puebla sigue su curso y enmarca un panorama que, con ecos de un pasado trasnochado y ante la falta de claridad con respecto a las causas del accidente, no hará más que aumentar la división del país en dos bandos que han decidido elevar el tono, de una manera notable, para pasar de la guerra entre los fifís y los chairos a la de los neofascistas-mezquinos contra los asesinos. Así es como se inicia el rumbo hacia el 2024.
El último en salir apague la luz.
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