No importa si es de izquierda o de derecha. El populismo siempre va de la mano con la irresponsabilidad fiscal en su afán de cumplir con sus promesas de prosperidad y “cambio”, aunque sea de manera temporal, y esto por lo general tiene consecuencias económicas y políticas dolorosas. Por eso es que, antes de salir a votar este 1 de Julio, debemos controlar las emociones derivadas del proceso electoral, analizar con la cabeza fría si las propuestas de los candidatos son viables o no, y aprovechar las lecciones que el mundo nos da en tiempo real. Como es el caso de Donald Trump y Estados Unidos. País al que, nos guste o no, se encuentra de alguna manera entrelazado nuestro destino.
A pesar de las ventajas que Estados Unidos posee en materia financiera, como es el hecho de emitir la moneda que es utilizada en las reservas a nivel mundial, no puede escapar eternamente de las leyes de la gravedad que, al parecer, cobraran más fuerza si el plan presupuestario de Donald Trump para 2019 es aprobado de la manera en que fue presentado.
En el plan presentado este lunes Estados Unidos establece como sus prioridades protegerse de la inmigración (23.000 millones), reforzar su músculo militar (686.000 millones) y activar el crecimiento interno con 200 millones en obras públicas. Una propuesta que sin duda se ajusta como anillo al dedo a las necesidades electorales republicanas de este 6 de noviembre, pero que recorta drásticamente los gastos sociales y quiebra la promesa de contener la hemorragia presupuestaria. Aumentando el gasto aproximadamente un 10% y disparando de déficit hasta casi el billón de dólares. Un desequilibrio gigantesco que ni siquiera frenan los recortes masivos en gasto social: tres billones de dólares en 10 años, especialmente en programas sanitarios y de alimentos.
En la cuestión migratoria el presidente exige 23.000 millones para seguridad fronteriza, incluyendo 18.000 millones para el muro con nuestro país, y deja fuera a los dreamers. Mientras que en materia militar, el presupuesto de defensa queda en 686.000 millones y se enfoca en volver a la primacía en el pulso geoestratégico con Rusia y China. Finalmente, el plan de infraestructuras, que en su día fue presentado como el gran proyecto de 2018, y ocupó un lugar central en el discurso del estado de la Unión ha quedado minimizado. Del billón de dólares que la Administración federal iba a inyectar para dinamizar las infraestructuras de transporte, agua y electricidad, la aportación se ha reducido a 200.000 millones. El resto procederá de fondos estatales, locales e inversión privada, que al parecer, aun no tienen idea de donde sacar tal inversión.
Esta es la incertidumbre que se plantea para un país que hoy posee una deuda pública superior a los 20 billones de dólares y las lecciones que debemos de tomar en tiempo real del populismo Trumpista que mantiene al nacionalismo, aislacionismo, y militarismo como sus tres pilares a costa del progreso de quienes más lo necesitan, pero encaminado a sus fines electorales.
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