Hoy el Presidente Trump visita Corea del Sur por un único día y me parece pertinente revisar los costos que esta alianza ha tenido para los surcoreanos. La relación de Corea del Sur con Estados Unidos siempre ha estado basada en la dependencia. Corea era una colonia japonesa hasta 1945, cuando Japón fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y los militares estadounidenses se quedaron al mando de la parte sur de la península coreana hasta 1948. Dos años después, en 1950, la guerra coreana estallaría y Estados Unidos también tendría mucho que ver en la victoria de los surcoreanos sobre los norcoreanos.
Pyongyang sería detenido mas no derrotado y esto le daría a la primera potencia mundial la oportunidad de tener una presencia militar en la zona bajo el tratado de defensa mutua de 1953, en el que se comprometía a proteger a Seúl. Sin embargo, más allá de las ganancias estratégicas, los “protectores” también exigirían otro tipo de recompensas.
Las mujeres surcoreanas fueron usadas, en contra de su voluntad, para satisfacer las necesidades sexuales de “los protectores” y beneficiar al Estado surcoreano. Según algunos investigadores, el Gobierno surcoreano consideraba inevitable utilizar a sus mujeres para satisfacer los caprichos de miles de soldados estadounidenses desplegados en el país. Además, los beneficios de la prostitución tenían una importancia especial para un Estado sumergido en la pobreza: los servicios sexuales de las surcoreanas y el comercio asociado representaban casi el 25% del producto nacional bruto total de Corea del Sur en los años 60. Hoy esas mujeres están enfermas, viven en la extrema pobreza, y se avergüenzan de un pasado que ni siquiera muchos de sus condicionales conocen.
A pesar de esto en 1966 las dos naciones continuaron uniéndose con la firma del Acuerdo sobre el estado de las fuerzas, en el que se le concede a los militares estadounidenses jurisdicción exclusiva sobre su personal, permitiendo que ofensas notables cometidas por soldados estadounidenses en contra de ciudadanos coreanos hayan pasado desapercibidas. Como en el 2002, cuando un vehículo militar atropelló a dos estudiantes, causando su muerte y logrando salir sin castigo alguno.
Ser un aliado de Estados Unidos también ha significado enviar hombres para apoyar en las guerras estadounidenses. En la guerra de Vietnam 5,000 surcoreanos murieron luchando junto a las tropas estadounidenses y muchos otros sufrieron los estragos de ser expuestos a armas químicas como el Agent Orange. Lo misma aplica para la guerra de Irak cuando a pesar de haber protestas locales, el gobierno tuvo que enviar hombres en respuesta a las amenazas de Bush, que planeaba reducir las tropas estadounidenses basadas en Seúl, de no recibir el apoyo adecuado.
Todo lo anterior son ejemplos de los costos que Corea del Sur ha tenido que pagar por ser aliado de Estados Unidos, sin embrago, el costo más grande que ha tenido que pagar, ha sido la erosión de su soberanía. Hay un enorme apoyo popular a favor de le presencia militar estadounidense y esto nos habla de codependencia psicológica que tiene esta nación con los Estados Unidos. Dependen de una potencia extranjera que los proteja de los norcoreanos a pesar de que invierten el 2.7% de su PIB en gastos de defensa militar y tienen un ejercito de aproximadamente 650,00 hombres. Washington está consciente de eso y usa esto a cambio de influencia en los asuntos de su aliado.
Trump declaró el día de ayer en su visita a Japón que está dispuesto a encontrar una solución diplomática a los problemas con Corea del Norte, pero eso no quita el tono que ha utilizado de manera previa y lo que esto significaría para los surcoreanos en caso de que las opciones de los norcoreanos no le satisfagan.
A los estadounidenses parece no importarles el valor de las vidas surcoreanas. Una encuesta realizada en septiembre muestra que el 58% de éstos está a favor de acciones militares en contra de Pyongyang si los medios pacíficos no son suficientes para detener su programa nuclear, a pesar de que estudios revelan que 300,000 personas podrían morir en los primeros días del conflicto. Por lo que en la era de Trump lo más recomendable es que Corea del Sur deje de intentar ser el aliado ideal y siga los pasos de Alemania, cuando en mayo de este año, la canciller Angela Merkel declaró que su país ya no podía depender de los Estados Unidos y que los Europeos deben de tomar las riendas de su propio destino.
Las condiciones ya no son las mismas que hace 60 años y Corea del Sur debería de plantearse seriamente un cambio de paradigma.
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